Es claro que las franjas populares sostienen, mayoritariamente, al gobierno. Sin embargo, eso no implica que los guarismos estén asegurados, como lo demuestran las elecciones primarias efectuadas este domnigo.
Resulta valioso señalar que tras afrontar una artillería mediática sorprendente y recién saliendo de una meseta económica, el oficialismo haya logrado mantener un respaldo apreciable, que lo consolida como la principal fuerza política nacional.
Pero no sólo eso: también se posiciona como la corriente que posee un proyecto integral. Es probable que el emergente bonaerense Sergio Massa resulte impulsado por muchas franjas hacia octubre; pero también que entre las mismas no logra configurarse una vertiente con opciones que trasciendan las propuestas oficiales.
(Hay un riesgo, aunque aparentemente tendrá dimensión hacia el 2015: la hipotética confluencia de massistas y binneristas. Allí sí, el liberalismo puede llegar a forjar un movimiento con dos alas. Ambas, destinadas a hundir la Nación, pero potencialmente interesantes a la hora de contabilizar sufragios)
Para leer los guarismos es pertinente salirse por un instante de la euforia manifestada por los grandes medios de comunicación y observar que el piso alcanzado por el kirchnerismo, el peronismo realmente existente, es elevado: justicia social, producción, soberanía e integración continental, son banderas de difícil contraste.
El gobierno alcanzó a imponerse como la primera minoría en una elección interna debido, básicamente, a esos logros que, sumados a la política de derechos humanos, van articulando un bien social al cual se puede bombardear propagandísticamente, pero no horadar políticamente.
Empero, los desafíos son bastantes. No parece ser ajeno al resultado del distrito bonaerense el alejamiento de varias conducciones sindicales. ¿Acaso basta con señalar los errores y hasta las traiciones cometidas por algunos dirigentes? Es preciso reflexionar sobre la necesidad de contener a un movimiento obrero que, naturalmente, tiene la tendencia a confluir en el kirchnerismo.
Algo semejante parece ocurrir con la juventud. El aluvión militante resultó tan intenso, que la pretensión de sintetizarlo en una sola agrupación, liderada por pibes de las franjas medias, puede haber originado desaliento en la participación territorial de un entramado históricamente díscolo y cuestionador.
Entre ambos, sindicatos y juventud, se observó la confluencia más notable de la década ganada desde el 2003 hasta el presente. Esa articulación no fue cuidada, asistida y respetada según su trascendencia. El gobierno deberá mejorar esa sintonía y recordar datos referenciales de la historia nacional.
Tomando en cuenta este marco, y comprobando que la economía se ha relanzado porque en concreto hasta varios objetores se ven beneficiados por el crecimiento, es probable inferir que octubre será mejor.
Tras una década de transformaciones muy fuertes, en la cual los odios de los profetas se condensaron con energía, no es un mal balance. Podría ser mejor, claro, pero no está nada mal. Pues nadie debería olvidar que la comparación con este ciclo electoral está ligada a la contienda del 2009.
Todo es diferente cuando lo que está en juego es el Poder Ejecutivo.
* Director La Señal Medios / Área Periodística Radio Gráfica.