La comparación de cualquier período de gobierno nacional popular con esta movida rapaz y saqueadora sólo sirve para insertar el descreimiento en la población, mediante la equiparación de responsabilidades.

El accionar del gobierno está asentado en la eliminación de las fuerzas productivas nacionales.

Los cierres de establecimientos que llevan adelante la producción industrial, el desfinanciamiento de los organismos estatales vinculados con la elaboración científico técnica, la privatización de las fuentes de energía, así como la restricción en el circulante, la caída en el poder adquisitivo y el alza del desempleo, conforman un proyecto recesivo y anti capitalista.

Las escuetas pero dinámicas fuerzas que llevan adelante este camino inverso se dedican a acumular y fugar, compartiendo algunos beneficios con compañías financieras situadas fuera del país y con un puñado de empresarios locales. Por eso, como en otros intentos menos acelerados, desarrollan agresiones de rasgos violentos, con la cobardía como elemento esencial.

Para que esto resulte posible, se han combinado los estentóreos insultos presidenciales y el accionar de medios que difunden lineamientos luego lanzados sobre la comunidad como bombas de racimo a través de las redes. Es decir, se genera la sensación de vivir en un territorio neta y mayoritariamente antiperonista, antinacional, antipopular. Las pantallas y las calles quedan envueltas en un ambiente reactivo, donde la voz del zonzo cuenta con altavoz.

Pero esa primacía no responde a datos reales. Pese a los desaguisados internos, las debilidades del cuerpo social y el desdén propio hacia los medios de comunicación con orientación patriótica, es posible afirmar que, en el peor de los casos, el país está dividido y las algaradas reaccionarias no cuentan con aquiescencia unánime. Sucede que las franjas ligadas al interés geoeconómico profundo se expresan en tono bajo, están cohibidas frente al ruido liberal.

Y carecen de conducción política.

Lo que resulta preciso entender es que lo planteado en el primer párrafo implica una confrontación social inevitable porque la nación se encuentra ante proyectos antagónicos, sin posibilidad de síntesis. Aquí no hay una dualidad peronismo–radicalismo que pueda derivar en una borrosa y amesetada alternancia. El choque entre un país industrial ligado a la región y, en el orden planetario, a las asociaciones multipolares, y un país desarticulado por las necesidades de una banda facciosa ligada a un norte financierizado y declinante, resulta indetenible.

Hay dos caminos por delante, más allá de los detalles instrumentales sobre los cuales resulte preciso operar. Por así decir: Industria o devastación. Patria o disgregación. Por lo pronto, parece importante absorber esa perspectiva, interiorizar esa realidad en proceso. El rumbo escogido desde el Poder Ejecutivo, anunciado públicamente, es la destrucción del Estado desde adentro.

Como nosotros, los miembros del hoy desordenado pueblo argentino, somos el Estado, se nos está informando sobre nuestra eliminación.

La narración histórica adoptada por Javier Milei, no es otra que la conocida versión liberal antinacional que considera el crecimiento como una fantasía populista y convoca a la miseria –a la destrucción de las fuerzas productivas y el mercado interno– como la dirección ideal para sacar el país adelante. La comparación de cualquier período de gobierno nacional popular con esta movida rapaz y saqueadora sólo sirve para insertar el descreimiento en la población, mediante la equiparación de responsabilidades.

Nuestra Argentina está siendo encaminada hacia una contracción integral que puede derivar en la desaparición de la nación. En este momento, la cantidad de habitantes es baja en proporción al territorio disponible. Con la tarea hambreadora del oficialismo, la caída poblacional será más pronunciada y la posibilidad de contener y usufructuar el conjunto de nuestros recursos llegará a un límite. Como se percibe que una parte de nuestra gente desconoce o prefiere ignorar esta realidad, en estas líneas se considera que el primer paso es aprehenderla mediante un diagnóstico claro y contundente.

A partir de allí, habrá que adoptar las medidas adecuadas para frenar el proceso descripto.

*Director de La Señal Medios / Área Periodística Radio Gráfica / Sindical Federal

Publicado en el semanario El Eslabón del 28/09/24

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