Yo no sé, no. A Pedro, a lo mejor, se le hizo un despelote con las prosas y los versos por culpa de ese zafarrancho que hicieron los que manejan la cultura con lo que escribió (o dejó de escribir, mejor dicho) Borges. Lo cierto es que Pedro un día me miró y me dijo: Rubén Darío escribió: “Yo soy aquel que ayer no más decía; el verso azul y la canción profana,; en cuya noche un ruiseñor había…”. Hoy, el otro Darío podría escribir: “Yo soy aquel que nada decía cuando la traición en helicóptero partía…”.
Víctor Hugo escribió, con su pluma, sin pausa y sin apuro, Los Miserables. Hoy, los miserables, con decretos y urgencia, nuestras vidas nos destrozan.
Ayer, Quinquela Martín hizo de La Boca una pinturita que al mundo deslumbró. Hoy, Martín, en la embajada, festejó hecho una pinturita (¡Ay, este Lousteau!).
Ayer, Juan Domingo, con leyes justas para el trabajo, el descanso y la paz social, gobernó. Hoy, no hay Juan que tenga derecho a un descanso de un domingo, por culpa de Coto.
Ayer, los Pérez, los Garcías, los González, y muchos más, tenían derecho al trabajo al pan y a una vida en paz. Hoy, todas esas conquistas están en uno solo, como Pérez Companc.
Ayer, Ramon César hasta el fondo llegó, para tirar centros de alegría. Los subordinados al fondo, hoy, le tiran centros a los financieros mientras nos entretienen con ciertas palas y ciertas bóvedas. Ayer, Alejandro Magno expandió la cultura y las monedas, cuando tuvo la sartén por el mango. Hoy, nos llevan camino a Grecia, destrozando nuestra cultura y sin un mango.
Ayer, contra Fernando VII andábamos a los sablazos. Hoy, un 9 de julio, con Juan Carlos andamos a los abrazos.
Por suerte –me dice Pedro–, Felipe y Leticia quedan afuera del puchero por tener nombre de fideo.