Foto: Franco Trovato Fuoco.
Foto: Franco Trovato Fuoco.

La Marcha Federal se inscribe en la descomunal crisis social, económica y política que el gobierno de Mauricio Macri generó en apenas nueve meses. La sensación de que la política va más lenta que el brutal ajuste es eso, una percepción de quienes hacen foco en la superestructura y no en la base social, donde el pueblo la tiene más clara que la mayoría de la dirigencia.

Hasta la política más abominable siempre resulta más sensata que el plan criminal de las corporaciones que encarnan al capitalismo modo pillaje. Cuando Carlos Menem se reunía con Álvaro Alsogaray, Domingo Cavallo o Cristiano Ratazzi y volvía con las ideas de esos u otros generales oligarcas a su entorno con el entusiasmo del converso, quienes lo bajaban a tierra eran Alberto Kohan, Carlos Corach, José Luis Manzano. El argumento de los «políticos» para alivianar los efectos del plan de los «economistas» y «empresarios» era muy simple: «Si nos queremos quedar diez años, hagámoslo de otro modo, porque si no, nos vamos en doce meses». Que haya que reivindicar a ese u otro trío por sobre la manada de CEOs que hoy gobierna la Nación y no tienen aquellos recelos, pero tampoco ese instinto de conservación política, habla a las claras del grado de descomposición que corroe los cimientos de la gestión Macri.

Aquella política abyecta, además, cumplía una etapa diferente, pero no del todo contrapuesta con la actual. Ambos capitalismos de pillaje se encontraron con colchones desde donde amortiguar el golpe del saqueo a las arcas del Estado. Menem con el patrimonio estatal en empresas y sistemas de redistribución, Macri con los recursos del esquema de retenciones, una recaudación fiscal prolija y con escasa morosidad, y una actividad económica levemente en alza, en medio de la crisis regional e internacional.

La diferencia es que de todo lo que había por entregar –y se entregó– «la política» destinó una parte a la contención social, el plan de privatizaciones y las transferencias de recursos del ámbito estatal fue gradual, para así contar durante el mayor tiempo posible con fondos para atenuar los impactos del brutal proceso de expoliación de recursos naturales, empresas y bienes del Estado.

Al final del proceso menemista ya no había nada por dar y «la política» le puso un límite a la rerreelección de Menem. Llegó, por centroizquierda, la Alianza, que gobernó por derecha, sin recursos, y sin querer tocar los principales resortes. Pasaron más de 12 años. Y entonces todo explotó.

El cogobierno de Macri con sus CEOs y el dispositivo mediático, en sólo 9 meses puso a ese esquema de pillaje acumulativo en crisis. Porque no tiene política, lo cual no significa que su plan no sea político. Lo que sucede es que la angurria de ese programa estrangula cualquier reflejo de autopreservación en los tiempos que la política permite sobrevida. Lo brutal induce a lo ilegal, que conduce, inexorablemente, a lo letal.
Entre Marcha y Marcha
Nunca los procesos políticos son idénticos, ni siquiera similares. Sin embargo, determinadas coyunturas permiten, a partir de los parecidos, pero principalmente de las diferencias, establecer alguna síntesis que revele el grado de incidencia de las luchas sociales en los diversos escenarios políticos.

La primera Marcha Federal del 6 de julio de 1994 fue una contundente llamada de atención al gobierno de Carlos Menem, movilizó a alrededor de 50 mil militantes que llegaron a Buenos Aires desde la Quiaca y del resto del país. Pasaron 22 años, y como la que culminó este viernes, aquella fue organizada por la CTA. La acompañaron actores que hoy no existen más, como el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA), y otros que llegaron a ser soporte de la sublevación agraria de las entidades que componían la Mesa de Enlace, rebelión que estuvo a punto de hacer caer al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner., como la maoísta Corriente Clasista y Combativa (CCC).

Pero no son las únicas ausencias. En la histórica marcha era notoria la participación de la Unión Cívica Radical, cuya dirigencia, sin matices, se pronunciaron contra las políticas neoliberales del menemismo. En la actualidad son el bastón territorial sobre el que se apoya la escuálida estructura partidaria del PRO.

Pequeños productores y empresarios, estudiantes, docentes, representantes de pueblos originarios, jubilados, todos protagonizaron un hecho político que colocó bien alto el piso de la resistencia al modelo.

La CGT y el Partido Justicialista de entonces tomaron nota de ello. Por ello en el palco estaban Saúl Ubaldini, Alicia Castro, y otros dirigentes cegetistas. En el PJ se produjeron deserciones, pocas pero importantes. Ya no era el partido monolítico de 1989, que acompañó en forma homogénea a Menem.
Sin embargo, al año siguiente de la Marcha Federal, Menem volvió a ganar. La política no estuvo a la altura de los movimientos sociales, éstos no alcanzaron a articular una fuerza mayoritaria. Hubo programa, pero con poca gente. Hoy parece partirse desde otro escalón, hay proyecto, inconcluso pero existente, hay una importante base electoral, pero un frente nacional con fisuras que se torna indispensable sellar.
Marcha Federal en modo Siglo XXI
Daniel Catalano, secretario general de ATE Capital, en el programa de Víctor Hugo Morales, utilizó una expresión que resume todo lo dicho y propuesto durante todo el proceso que llevó realizar la Marcha Federal: «Necesitamos construir la Argentina donde vivíamos». Macri la está derrumbando a pasos acelerados, porque sabe que no tiene mucho tiempo.

La respuesta política real al ajuste y a la pérdida de derechos adquiridos en la última docena de años previa a la llegada del macrismo está dividida en dos grandes ramales. La primera es la que claramente expresan el massismo, el desprendimiento que articula el ex Ansés Diego Bossio y una porción ponderable de la conducción del PJ.

Ésa línea construye en derredor del concepto de «gobernabilidad», eufemismo que camufla ostensibles claudicaciones de quienes acompañaron durante un tiempo el proyecto peronista-kirchnerista, por convicciones ideológicas o por razones menos transparentes. Los legisladores que reportan a ese espacio, que tiene matices, no vieron que éstos impidan la coincidencia en votarle al gobierno nacional todos los proyectos que apuntalan con cierta legalidad el andamiaje de gestión de Mauricio Macri.
Talaron de raíz con una motosierra herrumbrada la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Aprobaron un endeudamiento que hipoteca a las próximas dos generaciones.

Acompañaron designaciones a dedo en la Corte Suprema de Justicia. Votaron sin ponerse colorados el paquete que incluye el blanqueo de capitales, un régimen de regularización de deudas tributarias, eliminación del gravamen a los Bienes Personales, la privatización encubierta de participaciones accionarias en poder de Ansés, la legitimación de los acuerdos firmados con los gobernadores para la restitución paulatina del 15 por ciento de la coparticipación que se le asignaba a Ansés y el traspaso de la Unidad de Información Financiera (UIF) a la órbita del Ministerio de Hacienda. Se nota mucho

¿Y la política?

Ya se cuestionó en esta columna la estrategia de cierto peronismo, que quiere sumar voluntades contra Macri y esas voluntades votan TODO lo que Macri les exige, porque ni siquiera se los pide. Se los impone sin modificar una coma del abominable texto de una ley no menos execrable.

En esa línea, ese arco opoficialista ayudó a convalidar, nada menos, que las iniciativas macristas que modificaron la ley de ministerios, la prórroga de la aplicación del Código Procesal Penal y el traspaso de las escuchas telefónicas al ámbito de la Corte Suprema.

El otro movimiento opositor resiste el ajuste, lo confronta, se planta enfrente de la gestión Macri y da una discusión ideológica con los CEOs. Allí recalan las dos CTA y la Corriente Federal de Trabajadores, que abandonó el Congreso de la CGT pero se mantiene en la órbita de la central de trabajadores unificada, como los organizadores más relevantes de la Marcha Federal.

Pero de la marcha participaron, además, la Corriente Nacional de la Militancia, el Movimiento Evita, La Cámpora, Miles, de Luis D’Elía, Nuevo Encuentro, de Martín Sabatella, la izquierda trotskista representada por el Partido Obrero (PO) e integrantes del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST); trabajadores precarizados nucleados en las organizaciones Lucha y Trabajo (LyT), la Asociación Gremial de Trabajadorxs Cooperativistas Autogestivxs y Precarizadxs (Agtcap), Votamos Luchar, y a último momento incluso el titular del PJ nacional, José Luis Gioja, confirmó la adhesión del partido a la movilización y el acto que cerraron en Plaza de Mayo.
Como en 1994, hubo un Moyano, en esta oportunidad Pablo, quien ahora es quien está al frente del Sindicato de Camioneros y se plegó poco antes de que arranquen las columnas desde todos los puntos cardinales de la Argentina.
Con sus matices y contradicciones, todos tienen mucho que perder con el modelo neoliberal, y mientras algunos se preparan para las contingencias de una lucha que ya reviste inusitado volumen, otros tienden a especular, más con el horizonte electoral en la mira que con un grado de enérgico compromiso, por ejemplo, con un paro nacional, como el que reclamaron las dos CTA y un arco mayoritario de quienes formaron parte del hecho político más trascendente de los últimos meses, más aún que la marcha de las tres CGT antes de unificarse.

Lo cierto es que Macri sabe que está en juego la estabilidad de su gobierno, aunque no reconoce hacia afuera que es básicamente por la impericia propia y de su elenco de gestión que por la fuerte resistencia de una oposición demasiado fragmentada como para capitalizar la coyuntura y torcerle el brazo.

De momento, Cambiemos no va a dar golpe de timón alguno. Probablemente nunca. Buscará conciliar con Massa, con el Bloque Justicialista de Bossio, y hasta donde pueda con Miguel Pichetto en el Senado y caso por caso con algunos diputados no muy leales de la otrora poderosa bancada del FpV. Necesita llegar a diciembre sin tanta turbulencia, porque percibe que la aeronave que pilotea está corriendo riesgo serio. Si persiste en el rumbo tomado, el fin de año que le espera a su administración es con pronóstico reservado y muchos nubarrones amenazantes en lo político y social. En lo económico, tal vez el futuro sea peor.

Los únicos que intentan convencerse a sí mismos de que el neoliberalismo es sorpresivo son los ministros y principales espadas macristas. Pero como ya se sabe, es un modelo en el que, como en las malas películas de espionaje, nada es lo que parece, pero todos saben lo que va a pasar.

Fuente: El Eslabón

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Un comentario

  1. adhemarprincipiano

    04/09/2016 en 22:40

    No se vislumbra un rayo de luz. Podra emerger de los partidos social-democrata burgues, sin concretar el movimiento de lucha de clase, que los Sres. de la politica ignoran.

    Responder

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