En el marco del Día Mundial del Pelirrojo, un recuerdo –haciendo caso omiso al mote de mufas que cargan– de los colorados que pasaron por los equipos de la ciudad.
El pasado 7 de septiembre se festejó, en el planeta entero, el Día del Pelirrojo. Tildados de mufa o fierros desde épocas ancestrales, los integrantes de esa “comunidad” se juntaron en distintas partes del mundo para celebrar pero también para luchar contra la discriminación que sufre ese menos del 1 por ciento de la población que tiene el pelo colorado.
Parece que la cosa viene de lejos. Los romanos, que ansiaban conquistar Europa entera, se cruzaron en el Este del viejo continente con una raza dura de roer y que, en su gran mayoría, eran pelirrojos. Derrotados, los seguidores del César propagaron mitos que hablaban de seres demoníacos de barbas rojas y cuernos. Para colmo, hay innumerables citas que describen a Caín y a Judas con esa tonalidad de cabello, y otras que aseguran que el papa Inocencio VIII mandó a varias coloradas a la hoguera acusándolas de practicar la brujería. Más acá en el tiempo, Hitler llegó a prohibir que dos personas de cabelleras rojizas contrajeran matrimonio entre sí para evitar una descendencia “desviada”.
Los pelirrojos y pelirrojas, a modo de defensa, esgrimen que Galileo Galilei, William Shakespeare, Vivaldi y Woody Allen son algunos de sus grandes aportes a la historia de la humanidad, y que sienten más que el resto de los mortales: de ahí viene aquello de que son más fogosos o fogosas que el resto y está comprobado científicamente que padecen con mayor intensidad el dolor y que necesitan mayores dosis de anestesia.
Lo cierto es que no son pocos los que al cruzarse con un colorado se llevan la mano a alguna parte pudenda para ahuyentar a la mala fortuna. Y en el fútbol, ambiente cabulero si los hay, el color de pelo no pasa desapercibido.
Colorado el 3
El caso más emblemático de pelirrojos que hayan pasado por el fútbol de la ciudad es el de Mario Estanislao Killer. Este hombre que hoy se gana la vida manejando un taxi es uno de los pocos jugadores rosarinos que se dio el gusto de vestir las camisetas de Central y de Newell’s. El Colorado debutó como marcador lateral izquierdo en 1971 y ese mismo año se consagró campeón del Nacional con el equipo que dirigía técnicamente Angelito Labruna. Repitió el logro en 1973, de la mano de Carlos Timoteo Griguol, y luego emigró a España para integrar las filas del Sporting de Gijón y el Betis. Cuando volvió al país, en 1979, privilegió el estar cerca de los suyos y declinó una oferta de River para recalar en el Parque de la Independencia. Reconocido hincha de Independiente, pero íntimamente relacionado con los azules y amarillos del club de Arroyito, Killer confesó en más de una oportunidad que cuando le tocó jugar el clásico con la rojinegra puesta, los Canayas se acordaron de su madre en todos los idiomas, pero se cansó de remarcar que tiene la suerte de ser respetado por los hinchas de las dos instituciones. Y remarcó, como el hecho más trascendental de su carrera, el haber conocido en persona al general Juan Domingo Perón. “Cuando salimos campeones con Central, en el 73, el General nos invitó a la Quinta de Olivos junto con todos los deportistas que se habían destacado ese año, y la experiencia fue grandiosa. Es que soy peronista de toda la vida”, recordó emocionado más de una vez.
Colorín, colorado
Oriundo de Villa Gobernador Gálvez, Germán Ré apareció en la primera leprosa en 2002 y en su segunda temporada, ya asentado en la zaga, obtuvo su primer título bajo la dirección técnica del Tolo Américo Rubén Gallego en el Apertura 2004. Tiempo después sería transferido a Estudiantes de La Plata, equipo con el que alzó la edición 2009 de la Copa Libertadores de América. Con el Pincha, además, se dio el lujo de disputar el Mundial de Clubes y se consagró campeón del certamen local en 2010. Tras un breve paso por Atlético Rafaela, el Colorado recaló en el barrio porteño de San Martín para integrar –hasta el día de hoy– las huestes de Chacarita Juniors.
Hablando de Germán Ré y de pelirrojos, el defensor que llegó a ser convocado por Alfio Basile para ser parte del seleccionado nacional que disputaba las Eliminatorias Sudamericanas para el Mundial de Sudáfrica, aunque no sumó minutos en cancha, es parte de una anécdota que el verborrágico Ricardo Caruso Lombardi hizo pública algún tiempo atrás. Cuando al entrenador experto en sacar equipos del fondo de la tabla le preguntaron si era verdad que en un partido entre su San Lorenzo de Almagro y Newell’s había mandado un alcanzapelotas colorado para que “mufara” al arquero leproso Sebastián Peratta, fustigó: “Esas son pavadas, yo no creo en eso. Es más, cuando llegué a Newell´s tuve que armar una defensa entera y puse al Colorado Ansaldi, que no jugaba, de 3; al Colorado Ré de 6; y a Schiavi, que se había dado una biaba terrible en el pelo y estaba colorado, de 2. Y, como si eso fuera poco, había un pobre pibe colorado sentado afuera de la cancha, en una práctica, que me decía: «Yo estoy acá afuera porque mis compañeros dicen que soy mufa», y lo puse de 4. Era el Colorado Mainguyague y así, con una defensa de cuatro colorados, debuté contra Boca, les ganamos y después nos salvamos del descenso”.
Furia roja
Sin ánimo de dejar afuera de este repaso a tipos como Ramiro Fassi o Mauro Cetto, quien sin ser titular sigue siendo parte del plantel profesional de Rosario Central, por citar algunos ejemplos, el destacado es Federico Guillermo Lussenhoff, defensor que debutó como titular en Primera División ni más ni menos que en un clásico. El DT auriazul era el Cai Aimar y el conjunto auriazul, después de arrancar perdiendo como local por el tanto del atacante leproso Ricardo Lunari, lo dio vuelta con gritos del Puma José Luis Rodríguez y de Huguito Galloni. Después de la hazaña de la Copa Conmebol, en la que los de Arroyito revirtieron un 0-4 en la final ante el Atlético Mineiros de Brasil y se consagraron tras imponerse en la definición por penales, el colorado y aguerrido defensor fue transferido al Toros Neza de México. Tras su paso por San Lorenzo de Almagro, el zaguero emigró a España, país en el que defendió las casacas de Tenerife y Mallorca (fue compañero del camerunés Samuel Eto’o), volvió a tierras aztecas para jugar en Cruz Azul, y más tarde integró los planteles de Colón, River y Talleres de Córdoba. Aunque colgó los botines en la T, en 2010 y militando en el Argentino A, el grandote se los volvió a calzar para jugar con el Sportivo Rivadavia de su Venado Tuerto natal –y con 38 pirulos en el lomo– el Torneo Argentino C. Pese a que estaba más identificado con el clásico rival (Jorge Newbery), el Colo fue bien recibido en Rivadavia y devolvió ese afecto convirtiendo el gol que significó el ascenso al Argentino B.
Más allá de que llegó a vestir la casaca del conjunto nacional, en épocas de Marcelo Bielsa, y de haber alzado las copas Conmebol con Central y del Rey con Mallorca, a Lussenhoff muchos lo recuerdan por haberse enfrentado a los barras del Tenerife que lo increparon después de una abultada derrota por 5 a 1 ante Valladolid. El Colorado, que se retiraba del estadio con el ex Newell’s Bruno Marioni, fue interceptado por algunos ultras que le arrojaron piedras a su automóvil y le patearon la carrocería, y no tuvo reparos en tirarles el auto encima para luego bajarse y trenzarse a golpes de puño con al menos dos de ellos. Las imágenes captadas por algún testigo casual, en la prehistoria de YouTube y WhatsApp, dieron la vuelta al mundo.
Se puso colorado
En el ambiente del periodismo deportivo, al igual que en el fútbol, las cábalas y las supersticiones están a la orden del día. Uno de los que sufrió el haber nacido con el pelo rojizo es Martín Liberman, conductor televisivo que se animó a bailar por un sueño en lo de Tinelli, donde fue acusado de “mufa” por la presentadora Connie Ansaldi. El periodista, entonces, reprochó en el programa En línea, de Canal 26: “Es una discriminación que duele, que abruma, que molesta. Ir caminando con tu hijo y ver que un hombre grande se toque un testículo, son cosas que podés pasar por alto o que te hacen daño”. Y para reivindicar a los de su “especie”, no tuvo mejor idea que publicar en su cuenta de Twitter –horas antes de que Argentina disputara la final de la Copa América Centenario frente a Chile– una foto de Lionel Messi con la leyenda: «¡No queda ninguna duda! El número 1 del mundo también es pelirrojo». Con tanta mala suerte que el delantero terminó errando su penal y permitió que la Roja (¡justo la Roja!) se quedara con el trofeo continental.