Un libro rescata la hazaña del humilde Club Atlético Defensor que, en 1976 y en plena dictadura uruguaya, se consagró campeón de la Primera División. Su autor, el periodista Santiago Díaz, dialogó con este medio.
Cuarenta años pasaron de aquella gesta. Uno de los denominados “equipos chicos” lograba lo que por aquel entonces resultaba impensable: romper la hegemonía de Nacional y Peñarol y consagrarse campeón del fútbol uruguayo. Eran épocas oscuras, la dictadura se recrudecía y para colmo se replicaba en la hermana mayor Argentina. Aunque ni siquiera había nacido cuando su querido Defensor daba aquella vuelta olímpica al revés, Santiago Díaz le sumó un gran laburo investigativo y testimonio de protagonistas a esa historia que tantas veces le habían contado, y las envasó en Una vuelta a la historia. Defensor del 76: memorias de una hazaña en dictadura, libro que acaba de publicar en el paisito vecino.
Mi enfermedad
“Siempre fui un fanático del fútbol, un enfermo, desde que tengo uso de razón”, asevera de entrada –y desde el otro lado del charquito– el colega uruguayo Santiago Díaz. “Desde muy chico, cuando mi padre me empezó a llevar a la cancha con sólo 4 años, ya el fútbol era todo para mí. Escuchaba todo el tiempo la radio para estar al tanto de todo lo que tuviera que ver con Defensor, y con el fútbol en general, y no me perdía transmisión alguna”, agrega, encontrando en los recuerdos la punta de un ovillo con el que hoy teje historias, y se explaya: “Ya en la adolescencia decidí que quería ser periodista y hablar de fútbol. Pero cuando me metí en la facultad descubrí que también me gustaban otras cosas, conocí gente que me despertó otros intereses y me dí cuenta que me gustaba mucho la música, la literatura, lo social. Pero sin dudas que todo, absolutamente todo, viene por el fútbol. El haber estudiado periodismo viene del amor por el fútbol, las ganas de hablar en radio, de escribir… todo viene del fútbol”.
Claro que antes de dedicarse al periodismo, Santiago, al igual que la inmensa mayoría de los orientales, corrió detrás de una pelota. “De chico jugué en el baby, algo así como el papi argentino –rememora–. Y después participé muchos años en la Liga Universitaria, que es una liga inmensa de 8 ó 9 divisionales y en la que el único requisito es que rindas exámenes y asistas a clases regularmente en la facultad”. Tras remarcar que arrancó de puntero derecho, “porque era rápido y flaquito”, pero que “los años me fueron tirando cada vez más atrás en la cancha y hoy casi que juego de zaguero”, el tipo dispara: “Hasta el día de hoy juego al menos dos veces por semana, porque incluso mucho más que verlo, analizarlo o comentarlo, lo que más me gusta en la vida es jugar al fútbol”.
Campeón de golpe
En agosto de 2015, a Díaz lo llamaron de Ediciones B, editorial internacional que tiene una sede en Uruguay, y le propusieron hacer un libro que girara alrededor de aquel momento histórico del que pronto se cumplirían 40 años. Y el joven no dudó. “Este era el libro que yo quería escribir –asegura–, porque reunía dos temas que me interesan mucho: soy hincha de Defensor y me interesa muchísimo el pasado reciente de mi país y la política. La idea era recordar el Defensor del 76, pero también hacer un fuerte hincapié del proceso histórico que se vivía en ese momento, vincular las dos cosas, y eso me apasionaba, así que en septiembre de 2015 me puse a trabajar con todo, y en 9 meses el libro estaba en la calle”.
Para darle forma a todo eso que quería contar, el integrante del programa deportivo 13 a 0, de la radio El Espectador, llevó a cabo una exhaustiva investigación. “Hablé con todos los jugadores de Defensor del 76, que ahora rondan los 70 años, y hablé con dos dirigentes que están vivos y que tienen casi 90 años”, repasa, el autor de Una vuelta a la historia…, y argumenta: “Esos testimonios son espectaculares porque te pintan un contexto de lo que era Uruguay desde mucho tiempo antes, en la década del 20, o del 30, cuando empezaron a vivir el fútbol y a Defensor. Y también hablé con hinchas que vivieron ese título de diferentes lugares. Algunos desde la tribuna, otros desde las cárceles, desde el exilio. Algunos desde la casa, pero escuchando la radio porque si iban a la cancha era probable que los agarraran y terminaran presos”.
Para no quedarse sólo con el costado futbolero de la historia, Díaz recurrió a los periódicos de la época. “Hice una recorrida, casi diaria, desde el comienzo del campeonato, que arrancó en marzo, hasta el 25 de julio que es la última fecha. Y realmente pasaron cosas muy embromadas, incluso muchas pasaron en Argentina porque la dictadura argentina fue, sin dudas, sangrienta para ustedes, pero también tuvo sus coletazos acá. Y todo eso ocurría mientras Defensor iba marcando historia”, señala en una improvisada videoconferencia a través del Atlántico, y cierra: “En el mundial del 78, el título sirvió para tapar lo que ocurría en Argentina con la dictadura y el desastre que estaban haciendo, pero acá, al ser un equipo y no la selección, fue totalmente diferente y se pudo disfrutar y festejar. Era una especie de rebeldía contra el statu quo, era el triunfo de los pobres, los trabajadores, por sobre los poderosos”.
Para reforzar esa idea, el joven periodista montevideano remarca que aquel Defensor “era dirigido por un tipo que era comunista, y que todo el mundo sabía que lo era, como el profesor José Ricardo De León, que unos meses antes había dirigido a Rosario Central y del cual Mario Alberto Kempes dijo en varias oportunidades que fue el mejor entrenador que tuvo a lo largo de su carrera”, y añade: “También estaba Pedro Pedrín Graffigna, un volante central todoterreno que también era comunista. Era un plantel que estaba fuertemente identificado con la izquierda, uno de los vicepresidentes, Eduardo Arsuaga, era frenteamplista, y el presidente era un marino pero que era contrario a la dictadura: el contralmirante Julio César Franzini”.
Y para pintar de un plumazo una de esas imágenes que valen más que mil palabras, Santiago Diaz retrata: “Defensor es un equipo que no tiene mucha hinchada, pero en aquel momento lo seguía muchísima gente por esa simbología tan especial que rodeaba a aquel equipo, algo que quedó demostrado ampliamente cuando se produce el momento de dar la tradicional vuelta olímpica y en lugar de darla como se da habitualmente, el equipo la dio al revés, en sentido contrario, como una muestra de rebeldía por todo lo que estaba pasando en el país. Dejando bien en claro que se estaba contando y escribiendo una historia deportiva pero al mismo tiempo no se dejaba de lado el momento oscuro que se vivía en Uruguay”.
Todos somos familiares
Claro que a Díaz no sólo le atraía el contexto histórico y político, y el hecho de que por primera vez un equipo chico (que encima es el cuadro de sus amores) lograra el título máximo del fútbol de su país, sino que el golpe de Estado –perpetrado el 27 de junio de 1973–, lo había atravesado al medio incluso antes de llegar a este mundo. “Mis familiares, todos, sufrieron la dictadura. Mi padre era socialista de toda la vida, desde antes de la creación del Frente Amplio, y fue secretario general de la juventud del Partido Socialista”, recuerda orgulloso este fanático Tuerto (tal el apelativo que reciben los hinchas de Defensor), y concluye: “Él no se fue en la época de la dictadura porque tenía 7 hijos. Yo soy el más chico, nací en el 77, y cuando estalló todo mis hermanos eran todos gurises, entre 12 y 15 años. Se quedó además porque defendía a presos políticos, pero pasándola muy mal, perseguido todo el tiempo, y fue el único de su familia que no se fue, porque sus hermanos se fueron todos. Algunos eran tupas, otros comunistas, y a muchos los conocí en el 85, cuando los fuimos a buscar al aeropuerto”.