Foto: Umano.
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El juez federal Marcelo Bailaque procesó al ex capellán de la Policía durante la última dictadura, el sacerdote Eugenio Zitelli, por delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detenciones que funcionó en el Servicio de Informaciones de la fuerza. El cura ya estaba procesado desde 2012 por delitos similares en otra causa.

Bailaque, titular del juzgado federal 4 de Rosario, procesó a Zitelli por privación ilegal de la libertad agravada por mediar violencia y amenazas, en calidad de partícipe necesario, según indicaron fuentes judiciales.

Además, el magistrado le trabó embargo por 100 mil pesos y decidió que permanezca en libertad mientras se instruye la causa, a pesar de una resolución de la Cámara de Casación Penal –en otra causa en la que está involucrado el religioso- en sentido contrario.

El sacerdote está acusado de participar de sesiones de torturas por sobrevivientes del terrorismo de Estado que estuvieron secuestrados en el Servicio de Informaciones (SI), el principal campo concentracionario del sur de la provincia de Santa Fe.

Como capellán policial, Zitelli «prestaba asistencia espiritual» al personal de la fuerza. Según el auto de procesamiento dictado este miércoles por el juez Bailaque, la ex detenida María del Carmen Sillato declaró que tras su secuestro en la madrugada del 18 de enero de 1977 pasó por el SI y luego fue llevada a la Alcaidía de Mujeres, ubicada a pocos metros de la repartición policial.

“Yo hacía muy poquito que había llegado del Servicio de Informaciones y él me vino a ver, y yo le dije: ‘Padre, por favor, allá en la otra punta, en el Servicio de Informaciones están torturando y matando gente, padre, haga algo’”, testimonió la mujer. Y agregó: “Y él me dijo: «Piense en su alma, trate de salvar su alma». No podía entender cómo un sacerdote podía permitir tanto horror y decirme piense en usted misma. Esa no es una conducta religiosa apropiada”.

La también ex detenido María Inés Luchetti declaró que le reclamó al sacerdote por las violaciones de integrantes de la patota que actuaba en el SI a las secuestradas. Según la causa, Zitelli le respondió que “la tortura podía justificarse para obtener información, pero la violación no, porque eso era contra la moral”.

El religioso fue designado como capellán de la Unidad Regional II de Policía, con asiento en Rosario, en agosto de 1964 y mantuvo ese cargo hasta diciembre de 1977, cuando fue trasladado, según consta en su legajo.

Tras la recuperación democrática en 1983 continuó su desempeño pastoral en una parroquia de la localidad santafesina de Casilda, ubicada a 50 kilómetros de Rosario, y en 1999 el entonces arzobispo local, monseñor Eugenio Mirás, le entregó el título de monseñor honorífico de la arquidiócesis rosarina, otorgado por el Vaticano.

 

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