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En plena Navidad el padre Edgardo Montaldo partió en viaje eterno, dejando detrás suyo una obra que se recordará por siempre. Lo velan en la escuelita de siempre, en Humberto Primo 5316.

El cura Montaldo, como lo conocía casi todo el mundo, trabajó incansablemente por la inclusión y el crecimiento de los más chicos, sin olvidar a sus familias, a las que integraba en su enorme faena en la escuelita 1.027, la Luisa Mora del Olguín, en Humberto Primo al 5300.

Allí tenía el comedor, donde los chicos comían y estudiaban, y además disfrutaban de actividades por fuera de la escolaridad tradicional.

El sujeto de su trabajo fueron siempre los pibes de un barrio como Ludueña, al que casi nunca se le prestó atención desde los despachos oficiales.

Desde la Vicaría del Sagrado Corazón de Jesús, fundamentalmente en la oprobiosa década de los 90, abrió varios comedores comunitarios, y siempre recorría el barrio para saber cómo estaba la comunidad, qué necesidades había, quiénes sufrían más la crisis.

Este domingo, a los 86 años, el cura Montaldo dejó este mundo, y los vecinos de Ludueña lo lloran en silencio, bajo una lluvia que esta vez derrama lágrimas desde el cielo.

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