En el barrio de Arroyito fue Carnaval desde las primeras horas de la tarde del domingo. El famoso relaje post clásico pasó a la historia, el equipo salió a comerse la cancha y obtuvo una goleada como regalo. Central, le puso así broche a una semana inolvidable.
Las calles aledañas al Gigante parecían un Corsódromo desde que comenzó a caer el sol del séptimo día.
A la hora del partido, el fiestón fue completo en las tribunas, al ritmo de tambores y baile de murgas. Hasta hubo lanzafuegos en las bocas de ingreso a las populares. De cotillón los bombos de la barra titilaban como neones y formaban la palabra “Papá”.
Hubo trapos con todo tipo de cargadas a sus clásicos rivales y fuegos de artificio como si fuera Navidad o Año Nuevo. En un momento, el árbitro tuvo que detener el partido porque desde las tribunas de lado del río comenzaron a caer pequeños muñecos bebotes con vestimentas rojinegras y se desplegó una bandera gigante con un mensaje violento. El trapo fue retirado pero la euforia no se detuvo.
Y la fiesta no solo se quedó en las tribunas sino que también bajó al campo de juego: el equipo se regaló una goleada de lujo 4 a 1 ante un rival como Racing, que si bien venía de perder frente al Rojo tiene más puntos que el Canaya –ahora está solo a dos–. Aunque quedan cinco fechas y hay muchos equipos en una franja con pocas diferencia de puntos, Central sigue firme en su carrera para ingresar a la Copa Sudamericana.
Entre lo más festejado de la noche estuvo el gol de Teo Gutiérrez, ovacionado desde los cuatro costados, después de una destacada jugada previa de Hernán Menosse, que después se iría también muy aplaudido. Hasta el resistido Esteban Burgos quien reemplazó al paraguayo José Lelguizamón, se dio el gusto de marcar el segundo gol. El que festejó como loco fue el propio DT centralista , Paolo Montero, quien le señalaba a la tribuna con la mano: “¡Fue el 2, sí, el 2!”.
Otro de los más aclamados –junto a Marcos Ruben y Javier Pinola–, desde que ingresó hasta que tuvo que salir lesionado, fue el mediocampista Damián Musto. Con el broche de oro de los goles de Washington Camacho y Maximiliano Lovera se volvió a desatar el carnaval canaya.
La gente se fue cantado como en un sueño, bailando y agitando banderas, sonriendo y gozando, como en los buenos tiempos. Y todo, por Central.