Un parque en silencio, como en un sueño, fue testigo de una jornada futbolera inusual en Rosario.
Un severo control policial impidió el acceso de cualquier persona al estadio de Newell’s Old Boys sancionado por la AFA tras los disturbios al finalizar el último clásico ante Rosario Central, pero también por los incidentes durante el tradicional banderazo del jueves anterior al derby.
Cabe recordar que la penalidad de jugar sin público para el club del parque es todavía “provisoria” y esta semana se conocerá el real alcance del castigo.
En tanto, los cordones de seguridad policial estuvieron en los alrededores del Coloso al que solo accedieron personal de seguridad, camarógrafos y periodistas, entre otros, todos rigurosamente asentados en una lista común distribuida en un solo ingreso y chequeada con detalle en cada caso.
La extraña tranquilidad en las inmediaciones del estadio era notable. El paisaje de las calles sin vendedores de banderas y sin el humo de choripanes parecía la visión catastrófica de una película de ciencia ficción: el fútbol después de la bomba neutrónica.
Pero no fue todo silencio. Se escucharon varios bombas de estruendo muy cercanas, cuando el equipo salió a la cancha y luego en el segundo gol de Newell’s.
Para el lado del Rosedal uno pocos pibes con camisetas rojinegras gritaban como locos desperezando a algunos de los agentes de policía apoyados en la paredes que comenzaban a otear más allá del estadio.
Los hinchas lo siguieron por la tele en sus casas o en los bares; en donde sea, sufrieron más de la cuenta: el último pelotazo que cayó al área de Luciano Pocrnjic erizó los pelos a más de uno.
Pero al final el Rojinegro ganó 3 a 2, con dos tantos de Héctor Fértoli y un golazo de Maxi Rodríguez, y así rompió de una vez la mala racha de tres derrotas durísimas, incluida la del clásico.
¡Adiós pesadilla! Más que nunca los ñulistas se encontraron en un grito de descarga aunque lejos del Coloso, por ahora cerrado al público por tiempo indeterminado. “¡A volver, a volver, vamos a volver!”, cantaba por Pellegrini un leproso como poseído.