Más allá de que la moviliza y compromete una causa muy profunda, Luciana ha trascendido esa causa y, como tantas mujeres en situaciones similares, se ha convertido en una militante contra la violencia institucional y, con una voz niña que no quita fuerza a sus palabras, habla desde ese lugar. Ella es la hermana de Gerardo Pichón Escobar, el joven que el 14 de agosto de 2015 fue golpeado por patovicas a la salida de un after del centro, y a quien, más tarde, la Policía asesinó –presuntamente en la Comisaría Tercera– y arrojó su cuerpo al Paraná. Allí, fue hallado al cabo de una semana en la que a través de una cadena de complicidades se pretendió ocultar lo sucedido. Después, ha seguido una causa, primero en los Tribunales provinciales y, luego, en los federales, en la que hoy no hay detenidos, que está parada y ha perdido visibilidad en los medios.
“Se van a cumplir diez meses desde que se retira Marcelo Bailaque, el juez que estaba. Primero, dejó en libertad a estas cinco personas (n. del. r: eran los acusados y los sobreseyó y, a fines de 2016, la Cámara revocó la medida y solo dictaminó falta de mérito) y, luego, se retira. Cae a otro juez, pero toma la misma posición de no querer investigarlo y, bueno, está ahí, en veremos”, resume Luciana, horas antes de una jornada en reclamo de verdad y justicia por su hermano. Cuando se le consulta sobre la tarea de la Fiscalía, observa: “Lo único que hizo durante todos estos meses fue volver a tomar indagatoria a personas que ya habían declarado; se han hecho nuevas pericias sobre las cámaras de seguridad que nosotros pudimos comprobar que sí habían adulteradas; pero más que eso no hay”.
Y resume con una reflexión sobre dos momentos significativos del caso, como el paso a Justicia federal y la necesidad de remontar, luego de que se abriera una esperanza cuando la Cámara cambió el sobreseimiento por “falta de mérito”. Entonces, dice: “Igual, sabíamos que íbamos a tener que juntar el doble o triple de pruebas de nuevo para que la causa siga en camino; pero me parece una falta de respeto que hoy no haya un juez”.
—¿El tiempo transcurrido dificulta el acceso a testimonios y pruebas?
—Esa es una manera que tiene la Justicia para desgastar física y psicológicamente a la familia para que, de un día para el otro, digan “no queremos seguir más”. Una sigue, porque tiene la fortaleza de estar siempre acompañado y también porque de un primer momento dije que no iba a dejar impune la muerte de mi hermano. No puede pasar por él y para que no le pase a otro pibe. Yo tengo hijos, en algún momento van a crecer y van a querer salir; y no quiero estar pensando: “¿Y si no vuelven’”. Entonces, nos tienen que dar una respuesta y nos tienen que dar seguridad, porque esto sigue pasando. La violencia institucional no es de ahora, viene desde hace tiempo.
—Que no haya Justicia parece generar condiciones para que sigan ocurriendo estos hechos.
—Ellos les brindan impunidad. Para mí el Estado es el responsable, porque los acobija. El Policía sale y mata, y tiene un respaldo, alguien que lo avala y ahí cierra todo. En cambio, una causa porque un pibe sale a robar va directamente la Justicia y hay mano dura; pero no es así cuando se trata de policías. Todos sabemos la mafia que hay en la noche rosarina.
—¿Hubo connivencia entre los primeros que atacan a Pichón y la Policía?
—Entre los patovicas que golpearon a Pichón había policías trabajando en seguridad (n. del r.: uno de ellos tenía carpeta psiquiátrica en la institución) para el after; y, después, lo que se comprobó es el arreglo que había entre el after “La Tienda” con la comisaría tercera. Tenían un patrullero que vigilaba en la esquina y sabía qué medidas tomar. Si había algún disturbio con los pibes que estaban ahí, tenían la obligación de meterlos adentro, llevarlos y cagarlos a palo. Lo que pasa es que con mi hermano, y está a la vista, se les fue la mano.
—¿Cómo ha sido el último año para ustedes?
—La causa está paralizada; pero yo he ido conociendo otras etapas de la militancia. Una puede seguir construyendo ese camino y acompañando a otros familiares; pero lo que es la Justicia hay total impunidad y te da bronca, te da rabia; pero creo que lo mejor es organizarse, salir a la calle, que de alguna manera se sienta que estamos esperando una respuesta.
A partir de lo que pasó con mi hermano, empecé con el trabajo de estar en los barrios con los pibes, de involucrarme un poco más, de ver que ellos no son peligrosos porque usan gorrita y que hay que conocer su historia. Esa es una de las maneras en que una se va fortaleciendo.
—La militancia tiene aspectos gratificantes…
—A mí me cambió el cien por ciento. Yo era una mamá que estaba en su casa con sus hijos y me encargaba de ellos; y, de un día para el otro, tuve que salir a la calle, a Fiscalía, a Tribunales a reclamar justicia; y fui construyendo un camino con otros familiares, que estaban pasando lo mismo. Así, floreció en mí esta militancia que no sabía que estaba.
—Es doloroso también el caso reciente de desaparición forzada, es como que reaviva la herida…
—Santiago Maldonado nos falta a todos. En este momento, duele escuchar cosas sin sentido, como que empiezan a aparecer los testigos falsos y eso se da en todos los casos similares. Tenemos el caso de Franco Casco y el de mi hermano, con el colectivero que dice que lo subió y que se bajó en tal lado. Después, hubo un taxista y una señora en Gálvez, que dice que estaba pidiendo comida. Todos los casos tienen mucha semejanza, se manejan con la misma impunidad.
—¿En los últimos tiempos has tenido contacto con funcionarios del gobierno?
—No. Cuando estuvimos en el Tribunal provincial, que ahí sí dimos la pelea muy fuerte y se veía lo que era estar en la calle, nos acompañaban, se acercaban porque era el tema del momento.
—Dejó de ser el tema del momento.
—Claro. Es así. Nosotros seguimos en la lucha. Los familiares nos seguimos acordando todos los días. Igual, los que tienen que dar respuesta son los que están ahí adentro.
Luciana señala hacia los Tribunales federales y concluye: “Espero que después de esta jornada, nos citen a hablar”. Se queda con esa esperanza y se vuelve a sumar al grupo que arma el escenario. En una par de horas, el cantero central de Oroño estará lleno de gente que la acompaña.
Memoria, verdad, justicia
Luciana Escobar fue el hilo conductor de la jornada del pasado jueves por la tarde. Ella fue invitando a que subieran al escenario familiares de otras víctimas de la violencia institucional y a los artistas, quienes en conjunto dieron el marco adecuado a una actividad, que fue tan fiel a la consigna convocante “teniendo memoria, queriendo verdad, exigiendo justicia” como al espíritu alegre –la cumbia de “Eternos inquilinos” y la murga “Mal ejemplo”– con que se pretendió recordar a Gerardo Pichón Escobar, para renovar la visibilidad del caso y apurar una causa que está dormida. Al comienzo de la actividad –a la que asistieron militantes de organizaciones sociales, fuerzas políticas y gremios– también se colocaron veinticuatro plantines, uno por cada mes transcurrido del crimen y evocando el oficio de la víctima, un empleado del Municipio que embellecía la ciudad colocando flores en sus parques.
“Seguimos exigiendo que salgan del letargo, que se pongan las pilas y se pongan a investigar”, reclamó Luciana, hermana de Pichón, desde el escenario montado en el cantero central de bulevar Oroño, frente a los Tribunales federales. A su espalda, se podía ver una bandera con la imagen del joven asesinado y la leyenda “Ni cortarán las flores. Ni pararán la primavera. Pichón siempre presente”.
“Seguiremos adelante”
A muchos jóvenes de hoy, les toca la inaceptable experiencia de ver cómo la Policía mata a sus amigos en pleno ejercicio de la felicidad –cuando están en la esquina, cuando regresan del boliche o lavan el auto pensando en la noche– y cómo la impunidad que sigue a esos crímenes amenaza sus propias vidas. A veces, el dolor se transforma en canción. Martín Carballo subió al escenario y con su guitarra soltó unos versos despojados de artilugios para honrar a su amigo y compañero de laburo: “La vida le arrancaron,/ qué injusto señor,/ arrancaron de raíz sus sueños,/ se llevaron la ilusión.// Quedó su familia en pena,/ pidiéndole a dios/ que se haga justicia por tanto dolor.// Tus compañeros gritamos/, alzamos nuestra voz,/ queremos justicia,/ justicia por vos.// Pichón Escobar,/ justicia por Pichón Escobar./ Pichón Escobar,/ justicia por Pichón Escobar.// Seguiremos adelante,/ no podrán callar la voz/ de todos los compañeros/ que queremos justicia por Pichón.// El gobierno se lavó las manos,/ qué pena señor,/ los culpables están libres,/ no tienen perdón.// Tus compañeros gritamos,/ alzamos nuestra voz,/ queremos justicia,/ justicia por voz.// Pichón Escobar,/ justicia por Pichón Escobar./ Pichón Escobar,/ justicia por Pichón Escobar”.
Fuente: El Eslabón