Agustín Sidoti es un apasionado del fútbol. Jugó en la C, lo sigue practicando en ligas amateurs, y cuando descubrió a Fontanarrosa se largó a escribir. Pasó por Rosario con Una pelota de cuentos bajo el brazo y charló con este medio.

«Soy Agustín, autor y cadete del libro», se presenta el joven escritor mientras estrecha la mano con cronistas y fotógrafo de el eslabón en la terminal de ómnibus Mariano Moreno, punto de encuentro para la repartija de su reciente obra a los lectores rosarinos que hicieron su pedido por redes sociales. «Soy como Tom Hanks», se compara entre risas, haciendo alusión a la película La Terminal. “Me gusta andar por todos lados, para que el libro le llegue a la gente, que es lo que verdaderamente me interesa”, dice. Sus viajes de estación en estación se transformaron en una particular manera de vender Una pelota de cuentos ante la ausencia en las vidrieras de las librerías, y de mantener un contacto, aunque breve, con sus inminentes lectores.

En territorio de Roberto Fontanarrosa, este pibe del porteñisimo barrio de Almagro no para de nombrar al Negro, sus historias y personajes. “Como ciudad futbolera, Rosario es una locura. Ya cuando llegás y ves los murales pintados de Central y Newell’s, te das cuenta que acá se respira fútbol, por eso digo que vine a jugar mi Mundial”, dispara antes de subirse al bondi que lo regresa a sus pagos.

Margen izquierdo

Agustín Sidoti empuña la pluma prácticamente desde que comenzó a patear la pelota, lo que hace que sus dos pasiones vayan juntas a la par, tirando paredes. “Escribo desde muy chico. Si una maestra o profesora nos hacía escribir sobre algún tema, yo podía redactar diez hojas, con mayoría de boludeces seguramente”, asegura el muchacho, que luego puso su creatividad al servicio del humor: “Después escribía falsas canciones, es decir, les modificaba la letra a temas originales, para hacerlo gracioso”.

Desde muy pibito también corre detrás de la redonda. Como volante por izquierda alcanzó a jugar en la reserva de Excursionistas, en la Primera C. Y hasta ahí le dio el cuero. “A veces me hacían jugar de 3, pero como pegar patadas era complicado para mí, no podía marcar ni parar a nadie”, admite este hincha de Boca, que siempre prefiere estar dentro de una cancha de fútbol antes que mirar desde el lugar de expectador. “Antes iba más a la cancha, pero después empecé a jugar los fines de semana, y eso se terminó”, cuenta el joven porteño que despunta el vicio en una liga amateur, cerca del barrio de Flores. “También juego otro torneo en zona norte, por la zona de Olivos, y los lunes al paddle”, agrega.

Una vez, los escritos del Negro Fontanarrosa se le atravesaron en el camino, y ya nada volvió a ser igual.

Pelota de pluma

Después de devorarse los mejores relatos futboleros del padre de Inodoro Pereyra y Boogie el aceitoso, Agustín se convenció de que “no hay que ser Borges para poder escribir”. “Fontanarrosa, de la nada te hacía un relato maravilloso, y me dije que yo también podía escribir, así que me largué, escribiendo exclusivamente cuentos de fútbol, de caradura nomás”, señala en los pasillos de la terminal rosarina. Y como “a la gente que se lo mostraba, le gustaba”, este enfermo del deporte de la redonda empezó a pensar en la posibilidad de plasmar esa nueva pasión en formato libro.

“Seriamente lo encaré hace un año y medio. Me fijé lo que tenía, las cosas que había escrito, las que me gustaban y las que no, y me lancé”, confiesa el zurdo, y adelanta: “Este es el primero, pero tengo más material. Así que ahora lo que busco es ver qué tanto pega en la gente. Por ahora se está vendiendo bien y nadie me puteó, lo que es muy importante (risas)”.

En cuanto a los relatos que giran en las páginas de su ópera prima, el autor confiesa que “algunas cosas son pura imaginación, y muchas otras son historias que me sucedieron, que las vi, y que las exagero, claro”, y argumenta: “Como la de la chica que empieza a jugar al fútbol y juega mejor que el Flaco, su novio, lo que deriva en un conflicto. Conocí a un grupo de chicas que jugaban muy bien, y tenía un par de compañeros que no jugaban a nada. Y las chicas tenían todos los fundamentos que estos no tenían. Y después estoy chipeado con el fútbol, veo en la cotidianeidad alguna historia de amor y enseguida le busco la vuelta para meterle el fútbol. Pero ojo, no hay que saber de fútbol para leer estos cuentos, también van por otro lado. A mi abuela, por ejemplo, que de la pelota no entiende nada, le gustó, le parecieron historias llevaderas”.

“En el nombre quise que aparezca la pelota, porque si hablás de fútbol tiene que aparecer”, responde ante la inquisitoria del orígen del título que eligió para su primera experiencia en la cancha de la literatura, aunque aclara: “No me considero escritor, esa es una palabra muy grande. En todo caso escribo cuentos de fútbol, es de lo único que escribo, y salvando las enormes distancias, busco un estilo similar al de Fontanarrosa: que los relatos estén llenos de sorpresas”.

A la hora de mencionar referentes, Sidoti no duda en instante en señalar a “El Negro, es el número uno, sin dudas. De la nada te escribe un relato extraordinario. Como ese que describe cómo un cuis cruzaba la ruta”, en referencia al cuento ¿Cuáles son las verdaderas intenciones de los cuises?, del libro No sé si he sido claro, y suma a (los Eduardos) Sacheri y Galeano. “Soy escritor y lector de fútbol, así que mucho de otros autores” que no tengan la pelota de por medio o como excusa, “no he leído ni puedo opinar”, concluye.

Por todas las canchas de la Argentina

La decisión de cómo editarlo y, sobre todo, cómo distribuirlo, también pinta de cuerpo entero el espíritu de Sidoti por salir a jugar su propio partido y transpirar mucho la camiseta.

“La editorial (Tahiel Ediciones) es chica y distribuye en su local, que queda en un barrio de Capital Federal, o sea que el alcance es cero”, detalla el ahora escritor, y agrega: “Entonces les dije que de la venta me encargaba yo, me hice un usuario de Facebook y los llevo a domicilio, adonde me digan”.

Ese transformarse en “cadete” de su propia publicación, lo trajo a Rosario, donde –admite– vino a jugar su mundial. “Acá tenía varios interesados, pero mandarlos por encomienda a cada uno me salía un huevo y a ellos también. Por Mercado Libre la gente mucho no se engancha y tampoco le conviene a nadie”, fundamenta el xeneize, y añade: “Y además me gusta entregarlo yo mismo, en mano, y sobre todo poder venir a una ciudad como esta, que respira fútbol por todos sus poros. Acá vine a jugar mi mundial”.

“Ya anduve por Zárate, Tandil, Mar del Plata”, enumera Agustín repasando los lugares a los que se trasladó, con varios ejemplares de Una pelota de cuentos en el equipaje. “Primero iba a estar en una Feria del Libro –continúa–, pero se suspendió por lluvia. Entonces decidí mantener los contactos de quienes me habían encargado el libro, y volví por mi propia cuenta. Los cité a todos en un horario determinado y en la terminal local, y repartí los libros, como estoy haciendo ahora en Rosario”.

Los próximos destinos en la hoja de ruta del escritor-repartidor, son: Junín, Campana y San Nicolás. “Cuando son más lejanas, trato de asegurarme que la gente me cumpla, me dé su palabra de que va a ir. La idea es recorrer el país ya que por mí me voy a todos lados, porque me gusta viajar y conocer gente y quiero que se conozca el libro”.

Para encargar el compilado de cuentos futboleros de Sidoti, hay que enviar un correo electrónico a unapelotadecuentos@gmail.com, o buscar –con ese mismo nombre– las cuentas de Facebook e Instagram.

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