Ante el fuerte bajón que padece la institución de barrio Sarmiento, un grupo de pibes decidió involucrarse activamente para recuperar la memoria de emblemáticos hinchas y jugadores Salaítos, y poner en condiciones el Olaeta.
La Agrupación 1912 nace de los tablones del José Martín Olaeta. Desde atrás del alambrado, un grupo de muchachos al que los une el amor por el Club Atlético Argentino, se cansaron de esperar el ascenso (no sólo a la Primera C, sino también institucional) y alentaron un plan para recuperar la memoria de la institución que tocó el cielo con las manos, nada menos, que un 24 de marzo de 1984, en el histórico 4 a 3 ante Racing, en la B Nacional, en un rebalsado Gigante De Arroyito. Pero en los últimos 7 años camina, a duras penas, por la Primera D, la última categoría de los torneos de AFA.
A pesar de este adverso panorama, estos jóvenes inauguraron un museo, pintaron murales homenajeando a distintas personalidades que brillaron dentro y fuera del verde césped, y avanzan con la pintura del estadio, para atraer más simpatizantes.
Detrás de las paredes
Esta agrupación que lleva el nombre del año de fundación de Argentino, y que está integrada por unos 30 hinchas y socios, dio sus primeros pasos a principios de 2016, con el objetivo de “poder militar activamente, más allá de ir los sábados a la cancha”, según le cuenta a el eslabón, Santiago Beretta, uno de los referentes. “Desde ahí, empezamos a juntar plata y a pagar una cuota para armar la agrupación”, aporta este chico de 28 años, y aclara: “No somos, por ahora, una agrupación que se interese en la vida política del club, pero sí de participar con la idea de rescatar el valor histórico y de identidad”.
La primera caricia fue para el Olaeta, con pinceladas de historia. “Estaba un poco abandonado y descuidado, y entonces lo que se hizo fue recuperar el frente, que está por calle Víctor Mercante”, relata Santiago. Allí, donde supo funcionar la sede social, “se pintó de blanco, además de frases relacionadas al himno del club, estrellas recordando los campeonatos, se limpió, se podaron los árboles y se hicieron unos cinco murales conmemorativos, artísticos y bien hechos”. Uno recuerda a las viejas glorias que brillaron con los cortos puestos, como el Flaco Rolando Schiavi, Pablo Pomelo Marini –entre varios más– y “los máximos ídolos” Abel Toto Piva y el Chaqueño Andrés Aibes. “Hay jugadores de todas las épocas, desde el amateurismo hasta los últimos campeones, pasando por figuras importantes del fútbol que vistieron la camiseta”, añade.
Otros dos murales van dedicados a quienes hicieron grande a Argentino, pero desde las tribunas. “Campanita Acosta era un vendedor ambulante que tocaba la campana los días del partido y era un personaje del club. El otro, Fito Cavalli, es la leyenda más grande de los hinchas, porque hizo mil socios en la época del 98/99 cuando Argentino jugó el Nacional B. Incluso, a muchos de nuestra agrupación nos hizo hincha el viejo Fito, que hizo muchísimas cosas medio faraónicas”, se sonríe Beretta. De las demás pinturas, una recrea el día de la fundación, y la otra recuerda al vitalicio número uno, Santiago Prico.
“Después pintamos el estadio, que es algo que lleva mucho tiempo y se está haciendo desde hace un año. El perímetro de la cancha, las paredes, las tribunas. Si bien aún no se terminó, ya pintamos más de la mitad de ese lugar en el que entran 10 mil personas. Lo vamos haciendo de a poco, con las cuotas que pagamos nosotros, con rifas, cenas que organizamos para recaudar. Todo muy a pulmón”, subraya.
A los salaítoooss!
El tipo que puso en palabras lo que años más tarde se convertiría en el apodo del club, también tendrá su lugar en el José Martín Olaeta. Parece que la cosa viene por el lado de un español –andaluz o vasco, duda el entrevistado– que vendía lupines en lo que era la vieja cancha de Argentino, en el barrio Industrial. “El hombre promocionaba sus productos al grito de «a los salaítos, a los salaítos», en vez de decir saladitos. Entonces la gente iba a la cancha de los salaítos”, cuenta Santiago Beretta, y adelanta: “El próximo paso a seguir es la colocación de un homenaje a ese hombre. Se lo dibujó en una chapa que tiene alrededor de 4 metros y medio, con la canasta de lupines, y se lo va a colocar arriba de la tribuna para que se lo pueda ver desde lejos, desde todas las zonas del estadio. Es una obra que había empezado Fito en su momento, pero como falleció, con aportes de la familia y ayuda de la agrupación, se lo continuó y está pronto a ser inaugurado”.
El joven, que escribe para la revista local Apología, destaca también los flamantes espacios que agrandan la historia del club, como el Salón del Hincha Salaíto, y el Museo. “Se recuperaron trofeos y plaquetas conmemorativas que habían sido adquiridas por el club a lo largo de la historia y que cuando quisieron vender la cancha en 2005, se habían tirado. Entonces, esto fue un laburo de recuperar todo eso”, relata el muchacho, y agrega: “Además, se hizo un trabajo de buscar en archivos de diarios, hemerotecas, museos de la ciudad y archivos familiares de distintos hinchas, y con eso se pudo dar con muchos recortes de diarios, fotos, y así se logró recuperar algo de la historia. Por eso, la idea es que el museo siga creciendo”.
Para generar esos sitios que rescatan parte del patrimonio de la centenaria institución de zona norte, el periodista revela que “una gran cantidad de fondos se consiguieron gracias a una cena que organizamos en el club, donde hacía más de 10 años que eso no se producía con los hinchas ahí en las instalaciones”.
Por último, aclara que “con la actual Comisión Directiva hay buena relación, pero decidimos ser independientes por una cuestión de priorizar lo que nosotros consideramos importante, que no es hacernos cargo de la vida institucional, ni del fútbol de Primera, sino de recuperar el estadio y la memoria. Abrir las puertas del club para que se sume más gente”. Y cierra: “A los dirigentes no les pedimos colaboración, sólo que nos dejen hacer”.
Fito, mi buen amigo
Rodolfo Cavalli hizo varios méritos para hacerse querer por los hinchas del Sala. Más conocido como Fito, el hombre se ganó el corazón del simpatizante gracias a una particular campaña, que nada tuvo que ver con levantar una copa de algún torneo. En 1998, época en la que el equipo de sus amores militaba en la hoy lejana B Nacional, el tipo caminó varias cuadras a la redonda del Olaeta, tocando puerta por puerta, para sumar socios. “Él quería que exista una masa social grande que vaya a la cancha, y se puso al hombro esa campaña, con la metodología del 3×1, es decir: tres socios al precio de uno”, comenta Santiago Beretta.
Es por eso que este Caudillo, como también solía conocérselo, se transformó en una especie de padrino para la Agrupación 1912. “Era un viejo romántico, un personaje. A raíz de eso decimos que esto que hacemos es su herencia, de ahí que lo reivindicamos tanto. Para mí es más importante él que cualquier jugador”, confirma tajante el joven, que recuerda el momento exacto en el que el viejo Fito le metió a Argentino en el corazón: “Yo estaba andando en bici con mi viejo y el recorrido terminaba en el estadio. Lo vi a Fito mirando la cancha vacía y me puse a charlar. Me empezó a contar su historia con Argentino, que era hincha desde chiquito, que su hermano había sido presidente, que le llevaba ladrillos a los obreros en la construcción de la primera cancha, que hipotecó su casa para poner plata en el club. Desde ese momento me hice fanático de estos colores”.
Así se explica el sufrimiento que padece ante el mal momento que atraviesa el conjunto dirigido por Marcelo Vaquero. “El equipo arrancó uno de los peores torneos de su historia, porque perdió 4 partidos seguidos. La cosa se ve fea. Lo vemos con tristeza y frustración”, lamenta el pibe, y admite: “Tengo más expectativas en que el club crezca que en que ascienda inmediatamente”.