Central se reencontró consigo mismo después de muchas fechas de derrotas en el Gigante. Se hizo fuerte y luchó contra viento y marea para ganarle otra vez al caballo del comisario. Y se desató la locura.

El Canaya tuvo que volver a la heroica, a la titánica, para resurgir de entre las cenizas y bajar al poderoso con un halo de revolución. Es que para vencer a un rival que juega con coronita, que es beneficiado vergonzosamente por los jueces, y que goza de las mieles de los poderosos, hay que multiplicarse, romperse el alma, además de tener mucha suerte. Para ganarle 1 a 0 a este Boca, hay que haberlo vencido en realidad por goleada.

En un partido de fútbol sin la impunidad cotidiana, Boca tendría que haberse quedado en el primer tiempo con tres jugadores menos. Pero qué va, este es el reino de la injusticia y el fútbol debe dar el ejemplo de que nada cambiará. Salvo que alguien se anime a jugarse el pellejo y grite su verdad.

Y en el Gigante se veía claramente como el árbitro intentaba torcer la cancha para el lado de los de siempre. Entonces, tronó como desde las entrañas, y desde los cuatro costados, un canto infernal: ¡Poné a Ceballos la puta que te parió! ¡Poné a Ceballos la puta que te parió!

Es que el abuso de los poderosos nunca se olvida. Y este equipo recobró además de la memoria, el hambre y la sed de gloria, aunque esta vez sea solo para salir del fondo de la tabla. ¡Qué importa si lo único que importa es la fiesta y la fiesta volvió otra vez al barrio!

Es que hay que celebrar también que el nuevo y humilde técnico de la reserva, Leonardo Fernández, está a la altura de las circunstancias, porque tampoco olvida: «Estoy feliz, hoy para todos los hinchas de Central era un día muy especial porque se cumplieron tres años del fallecimiento del mejor entrenador que ha tenido nuestro club. El triunfo es para él y toda su familia», dijo en referencia a Don Ángel Tulio Zof.

«Los jugadores entendieron la situación que vivíamos y se brindaron para eso. Hicieron un gran desgaste y eso nos pone muy contentos», sintetizó al final del partido.El Canaya recuperó la memoria

El equipo de Fernández se plantó sin locuras, con una defensa clásica de cuatro en el fondo y eso sí, entre muchas apuestas, la de dos delanteros fuertes como Zampedri y Ruben cortinándose, exigiendo al máximo a los defensores visitantes. En el mediocampo hubo mucha presión para cortar todo juego asociado boquense, con Gil en una tarea digna de un guerrero. Desde atrás para adelante, todos parecían jugar con consignas simples, claras y efectivas. Es cierto que la fortuna acompañó con el gol tempranero pero hubo gran temple para no perder el orden y aguantar.

A pesar de algunos sofocones al final, el triunfo fue claro y el carnaval cerró a toda algarabía de cara al clásico dentro de dos semanas.

El clásico es otra historia pero, claro, ¡con qué entusiasmo lo espera ahora el Canaya! que de pronto salió de la amnesia y volvió a recobrar su memoria. Esa memoria que habla de lo mejor del pasado y que le abre la puerta a un esperanzado porvenir.

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