Cuando lo metieron preso a Boudou yo me enojé mucho y la putié a Cristina. Me saltaron muchos compañeros a contar cómo en la resistencia peronista hubo tantos presos políticos y que cada uno se tuvo que hacer cargo solo de su prisión que era producto de su militancia y de sus ideales.

Bien, así fue. El problema está en que el sujeto que lucha hoy es otro diferente al de ese pasado.
Como el sujeto que lucha HOY es OTRO, la lucha que frene a Macri hay que pensarla desde ese nuevo luchador social y no forzar a la militancia y al activismo actual a que se transformen en un sujeto de lucha anterior.
Vamos a explicarnos un poco.

El capitalismo extremo, el neoliberalismo descajetado y la sociedad de consumo real y concreta hicieron de nosotros sujetos consumidores. Los luchadores sociales somos además enormes consumidores, aunque nos cueste una barbaridad, a muchos de los que conformamos con obstinación y orgullo el campo nacional y popular, admitirlo. No debe haber uno solo de nosotros que no tenga planeado al menos un viaje (barato, caro, del estilo que sea) para el futuro inmediato o, en cambio, esté frustrado y rabioso por no hacerlo. Eso es consumo. Consumimos y producimos bienes y objetos culturales. La mayoría de los que integramos el campo nacional y popular tenemos alguna relación más o menos directa con el intercambio de bienes culturales. El que no hace ya alguna actividad artística o intelectual, la quiere hacer. Ese nosotros está lleno de proyectos individuales o colectivos para el año que viene o para cuando sea. Eso nos implica fuertemente como objetos y sujetos del consumo. Consumo cultural, pero consumo al fin. No nos gusta admitirlo, lo sé, pero hago un llamamiento a que nos atrevamos, al menos, a preguntárnoslo.

Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros. Eso lo dice Sartre, el tipo que yo más leo. Ese nosotros, si se quiere “nac y pop”, (aunque ya esté medio out eso de nac y pop que le dio nombre incluso a carritos de comida durante el gobierno de Cristina) indefectiblemente es lector. Todos nosotros “tenemos lecturas”. Unos para un lado, otros para el otro, pero todos somos lectores. A algunos nos parecen una mierda las lecturas de unos y a esos seguro que les parecen una mierda las lecturas de los otros. Con “una mierda” me refiero a que las lecturas de los demás nos parecen insuficientes, irrelevantes, incompletas. Muy bien.

Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros pero no votamos a Macri y vamos a la plaza de las madres, frenamos el 2 x 1 y marchamos por Santiago y estamos alertas a salir cuando los organismos de derechos humanos nos convocan. Porque además de la sociedad de consumo, con nosotros hicieron con su legado algo muy bueno los compañeros de la resistencia, los desaparecidos, los presos políticos y todos los héroes que tuvo nuestra patria. Que seamos hoy sujetos y trabajadores de la cultura es gracias a que ellos dieron su vida en el pasado. Tenemos sueños y proyectos que están buenísimos, a pesar de la sociedad de consumo, gracias a lo que hicieron de nosotros todos los tipos que dieron su vida en nuestro pueblo para que hoy tengamos, por ejemplo, la cultura de reunirnos en “la plaza de las madres” todos los jueves siendo a veces unos y a veces otros.

Voy a hablar desde un “yo” dentro de un par de párrafos. Y apelo a que nos apropiemos de ese yo que nos parece horroroso porque nos lo impuso el mercado, pero que lo somos, aunque en nuestros ideales nos duela una barbaridad. El neoliberalismo nos transformó a cada uno en un yo. Pero el neoliberalismo también hizo que la mayoría de ese “yo” cuando hay que estar en la plaza o en la marcha, esté en su casa mirando la televisión. Sin embargo nosotros no nos quedamos mirando televisión y vamos a la plaza o a la marcha. Y que nosotros estemos ahí eso seguro NO lo hizo el neoliberalismo. Los “yoes” de la plaza a pesar del mercado y a pesar del neoliberalismo, también somos un nosotros. Creo entonces que al luchador social de hoy hay que pensarlo entre ese yo y ese nosotros.
Necesitamos darle lugar y aceptar al yo de cada uno en la lucha si queremos desplegar una lucha realmente efectiva que frene la política de represión y ajuste.

Ahora viene la parte en la que pongo mi “yo” de ejemplo. Soy directora de teatro y dramaturga, tengo en cartelera entre dos y tres espectáculos al año. Formo actores, me psicoanalizo orgullosamente desde hace 15 años, hago natación hace tres, cuido mi mi cuerpo de todas las maneras que puedo. Elongo y cuido mi alimentación. Me hice una cirugía estética hace menos de un mes. Creo en mi cuerpo en deconstrucción y creo en los cuerpos de todos los que llenamos las plazas y vamos a las marchas. En esos cuerpos y esas ideas que se han hecho a sí mismos a pesar de lo que el neoliberalismo hizo de ellos. Soy también una luchadora social, logré junto a mis compañeros del MVTR y del Sindicato de Actores la comedia municipal de teatro, luché y luchamos y no logré y no logramos recuperar la comedia provincial que nos había quitado la dictadura. Soy kirchnerista, peronista, feminista, estoy afiliada al partido justicialista y al sindicato de actores y me cuesta una barbaridad ser orgánica, por eso no milito orgánicamente en ninguna agrupación y me autopercibo mejor como activista.

Como ese yo, dentro de ese nosotros, hay un montón en el campo nacional y popular. Gente que lucha fuerte pero que a la vez -y no sin contradicciones- tiene proyectos personales que no quiere ni va a resignar en la lucha. Y eso debemos entenderlo así, aceptarlo como es. En los sueños de los 30000 compañeros desaparecidos estaba con seguridad que las generaciones siguientes tuviéramos proyectos culturales propios que amplifiquen, mejoren y construyan democracia por su propia existencia. De alguna manera, estamos realizando, de forma más o menos esperpéntica, más o menos coherente, aquellos sueños. En fin, como podemos.

Esos yoes que somos en medio de ese nosotros que formamos, son muchas cosas horribles y maravillosas a la vez pero me atrevo a decir que ninguno de esos yoes y quizás tampoco ese nosotros quiere hacer de ninguno de nosotros un nuevo héroe.

Me haré cargo de una ingenuidad que me compone y en un punto me fundamenta: yo no quiero que me peguen ni le peguen un tiro a nadie en una marcha. Ni de frente ni por la espalda. No quiero que me desparezcan a mí ni a nadie, y por nada en el mundo quiero ir presa por luchar. Ahora podemos volver a mi enojo con Cristina por Boudou. No quiero que nadie se tenga que hacer cargo solo si lo meten en cana por luchar. Y he aquí el objetivo de este texto: ¿qué nuevas formas de organización nos damos para que nuestra lucha no implique la destrucción de nuestras vidas ni de nuestros sueños? ¿Es posible? Adelanto, que no sé la respuesta. Sólo una pregunta que me hace hablarle a mi lado de la grieta.

Ese nosotros que componemos honra con nuestra vida de todos los días a los 30000 compañeros desaparecidos. Antes de ser desaparecidos ellos eran lo más valioso que tenía la argentina. Si ellos hubieran vivido si ellos hubieran podido desarrollar sus proyectos de vida (aunque en el proyecto de vida de muchos de ellos, a diferencia de en el nuestro, estaba el “dar la vida” por sus sueños de patria para todos) hoy viviríamos en una sociedad mucho más justa. De los nuestros se llevaron a los mejores, eso tengámoslo muy claro. Pero después vino el neoliberalismo y acá estamos. Con lo que hicimos de lo que hicieron de nosotros.

Esto somos los luchadores sociales hoy, nos guste o no.

El que no está por sacar un libro, tiene la determinación de no postergar más su deseo de empezar un taller literario. El de allá fabrica pines, la de acá remeras artesanales, el de más allá se acaba de recibir, la otra que quiere que le den la beca de Conicet de una vez. Nuevos cursos de cultura, de arte, más específicos, más sofisticados, nuevos emprendimientos. Cada vez más compañeros se arriesgan a la autogestión. Sueños posibles gracias a que existió el kirchnerismo. Los peronismos anteriores (excluyamos a menem, claro) transformaron a sus contemporáneos en sujetos de derechos y en sujetos de consumo, realizando una patria libre, justa y soberana. El kirchenrismo nos transformó (o nos dio la enorme oportunidad) de transformarnos en sujetos de la cultura, en trabajadores de la cultura, y eso bajo ningún punto de vista lo queremos perder.

Vemos como los compañeros empiezan a renegar de esos sueños que requieren de mucha cabeza y de una laboriosidad de hormiga y nos angustiamos. Sostener un taller, un espacio, una cooperativa, se vuelve cada vez más difícil.
Mientras, nuestra forma de lucha decimos que es la resistencia. Y es verdad y desde este lugar apelo, aliento y participo de esta forma. Hacemos eventos. Recorremos los eventos resistiendo. Funciones, muestras, fiestas, varietés, lecturas, charlas. Tal organización trae a alguien a Rosario a que dé una charla y vamos. Ofrecemos protagonismo al otro asistiendo y recibimos protagonismo otorgado por el otro cuando vienen. Participamos activamente del intercambio y consumo de bienes y servicios culturales y eventuales. Después están las marchas y las plazas, más convocantes, con menor grado de protagonismo individual y mayor grado de protagonismo colectivo.

Nada de este “eventismo” que damos en llamar resistencia está mal. De hecho, debemos mantenerlo como una trinchera. Esto no nos lo van a quitar.

Ahora bien, creo que nosotros sujetos de la cultura autopercibidos como sujetos políticos podemos hacer más y hacer diferente en este momento que no es de campaña y sí es de recrudecimiento de las políticas represivas.
Primero, quitarnos la culpa del “dejen de hablarse entre convencidos” porque no estamos en campaña. Segundo, (no me salten a la yugular, por favor) ¡tenemos que hablar mucho más entre los convencidos!, entre ese nosotros. Tenemos que escucharnos mucho más y hacer del “eventismo” algo más. No puede ser la única forma de nuestra resistencia. No digo transformar las lecturas de poesía en asambleas o las funciones de teatro en debates públicos. Pero que no estaría mal generar encuentros que sean algo más que “eventos culturales” donde se discuta fuerte de política (digo política y no ideología, reclamo que por favor se note la diferencia) no nos vendría nada mal. Espacios que seguro convendrá que sean pequeños donde nos escuchemos, nos contengamos e intercambiemos información, en este momento, donde demandamos y hablamos de mayor organización, son necesarios. De esas pequeñas conversaciones no casuales (ellas claro que ya existen) donde reine la escucha, deberán salir esas nuevas formas de organización, de las que mucho hablamos pero aún no estamos pudiendo parir.

Aclaro algo: no se trata de que los activistas o militantes sueltos se sumen compulsivamente a una organización x. Esto puede ocurrir o no. Pero el cerramiento a la conversación y a la escucha opera como síntoma también dentro de las organizaciones. Importa más la organización del “evento X de la organización” que el debate de ideas interno. No lo digo a modo de autocrítica ni de crítica. Señalo todo esto como un síntoma de nuestra época, un síntoma donde está estancada la lucha y del que sólo vamos a empezar a salir reconociéndolo.

Quizás me motiva a decir estas cosas, proyectarme hacia el futuro narrando esta época y frente a la pregunta “¿qué hiciste para frenar a macri?” que, por ejemplo, podría hacerme algún hipotético o real hijo de algún amigo, responder: “me la pasé organizando eventos”.

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