Yo no sé, no. Pedro me hacía acordar de una cosa, cuando veíamos a una joven madre renegando con el pibe y lo retaba: “Ponete la gorra, te dije que no te saques la gorra”. Y me hacía acordar a cuando yo era chico, cuando mi viejo estaba laburando en una estancia y me pusieron una gorra. Primero, para protegerme del sol, porque yo me escapaba al mediodía. Y después, una gorra roja, con viserita, para ver siempre adónde estaba, para ver si no me acercaba a las chanchas que tenían cría, o a las maquinarias, que eran medio peligrosas.

Acá se empezó a usar la gorrita con visera, o la que usaba el Capitán Piluso, y más en verano, pero para jugar al fútbol no. Un día jugamos al mediodía y hacía un calor que te partía al medio, y decidimos –contra el reglamento– que podríamos jugar con gorra, si total era un torneo organizado por nosotros mismos, pero no dio resultado porque era incómodo. Sólo la usó un petiso que era heladero, que nunca se sacaba la gorra jamás. Y cabeceaba y saltaba como nunca había visto así a un petiso. Eso sí, antes de cabecear se sacaba la gorra. Decía que era un poco por respeto, y otro poco porque no todo lo hacía con gorra. “Cabecear con precisión lo hago sin la gorra”, nos decía el petiso.

Eran tiempos donde aparecían además de las gorras como la de Capitán Piluso, las gorras con visera como la del Pocho, aunque a Pedro y a sus compañeros más cercanos no les gustaba tanto. Ni siquiera esas para protegerse del invierno, esas de lana. Como eran pelilargos les gustaba andar con melena al viento, para hacer facha y hacerse los lindos. “Las gorras te achatan el pelo”, decían.

Aparte, al poco tiempo vinieron los que se pusieron mal la gorra. Llegó la dictadura, que se llevó todo puesto. Y desde ahí, ponerse la gorra significó para Pedro la dictadura misma, la expresión más brutal de poner autoridad con violencia.

“¿Sabés por qué me estoy preguntando estas cosas?”, dice Pedro, y se responde: “Porque de nuevo los que gobiernan y los poderosos se pusieron la gorra, y se la pusieron mal, y con cierto consenso de gran parte de la gente que quiere autoridad y mano dura, que la están aplicando contra los más indefensos, contra los que no tienen casi nada”.

Se pusieron la gorra mediática, judicial, inventando causas, para dejarte sin laburo, sin una jubilación digna, para hacer peligrar la educación y la salud pública.

Por eso estaría bueno, dice Pedro, sacarle la gorra interior que tiene tanta gente. Hay que sacarles la gorra a estos para que vuelva a ser de los pibitos y de los viejos, para protegerlos, insiste Pedro, mientras camina tocándose el marote porque hace un calor bárbaro y sigue encaprichado en no usar la gorra.

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Un comentario

  1. adhemar

    19/01/2018 en 16:09

    Cuando mas rapido llegue, mas son las posibilidades que llegue un ser humano no contaminado. La bomba nuclear nos espera?

    Responder

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