La derecha brasileña está desesperada y dispuesta a todo para frenar el triunfo de Lula en las elecciones de octubre. La Justicia lo tiene acorralado, y esta semana podría dejarlo afuera de la carrera presidencial. Pero no es suficiente. El fervor popular es imparable. Las calles son de Lula, que además arrasa en las encuestas con un 35 por ciento de intención de voto, muy lejos de cualquier otro candidato. Pero ese es el gran problema de los poderes fácticos: no tienen recambio, no encuentran otro candidato potable para seguir con el feroz ajuste que está implementando el gobierno golpista de Michel Temer.

El futuro de Brasil es incierto. La democracia quedó interrumpida en agosto de 2016, cuando Dilma Rousseff fue derrocada mediante un golpe mediático-parlamentario-judicial-empresarial. A partir de allí, el establishment fue intentando distintas formas de violencia, en distinto grado, con distintas intensidades.

Primero, la demonización de Lula a través de los medios hegemónicos. En paralelo, el accionar de la Justicia, que tiene a Lula contra las cuerdas. Este 4 de abril deberá decidir si deja al candidato seguir apelando frente a Tribunales superiores para quedar en libertad y continuar en la carrera presidencial o si, por el contrario, queda fuera.

El ataque a tiros contra la caravana proselitista de Lula, que reunió enormes multitudes y confirmó una vez más el amor del pueblo por el ex presidente, fue parte de una escalada represiva del gobierno golpista de Temer. Comenzó el 16 de febrero, con la militarización del estado de Río de Janeiro. El 14 de marzo fue asesinada la militante Marielle Franco. El 20 de marzo cayó acribillado el concejal suplente Paulino Teixeira. El gobierno ilegítimo de Temer está marcado por distintas formas de violencia.

Según un informe de la Red O Globo, en 2017 quince dirigentes políticos fueron asesinados en Brasil.

“Si piensan que con piedras y tiros van a quebrantar mi disposición de luchar están equivocados, el día que mi garganta no pueda gritar más, gritará por la garganta de ustedes”, dijo Lula tras el ataque, atribuido a grupos para-policiales de ultraderecha vinculados a grandes terratenientes, estancieros y señores de la soja.

“Paraná fue el único estado del país recorrido por las caravanas (iniciadas el año pasado) que no ofreció escolta policial”, denunció Lula.

El líder del Partido de los Trabajadores (PT) que encabeza las encuestas con 35 por ciento de intenciones de voto, reiteró en actos y entrevistas recientes que nada lo hará desistir de su candidatura, pese a que fue condenado en la causa Lava Jato a 12 años de prisión.

Una emboscada en zona liberada

Uno de los colectivos que integraba la caravana, ocupado por periodistas que cubren la gira, recibió tres baalazos y sus neumáticos fueron perforados con clavos miguelitos. Otro de los vehículos, en el que viajaban personalidades invitadas por el PT, recibió un disparo de arma de fuego.

La caravana fue “víctima de una emboscada” a la salida de la ciudad de Quedas do Iguazú, denunció la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, senadora por el estado de Paraná.

Paraná es la última de las provincias de la gira, que ya pasó por Rio Grande do Sul, donde Lula se reunió con su amigo, el ex presidente uruguayo José Mujica, y continuó por Santa Catarina.

Luego del ataque armado, dirigentes del PT se reunieron con el ministro de Seguridad Pública, Raúl Jungmann.

El atentado ocurrido en Paraná no fue el primer ataque, ya que recientemente uno de los ómnibus fue objeto de pedradas que rompieron el parabrisas y “pudieron causar una tragedia”, denunció Paulo Pimenta, jefe de la bancada de diputados del PT.

“Los agresores están relacionados con estancieros y grupos de ultraderecha que cuentan con la connivencia de la policía” aseguró Pimenta, legislador federal por Rio Grande do Sul.

Fuente: El Eslabón

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