Un equipo de historiadores de la UNR, encabezados por la investigadora Gabriela Águila, presentó un libro sobre la historia del edificio de la Comandancia del II Cuerpo de Ejército, de Córdoba y Moreno, que luego fuera un bar temático y que al final se transformara en Museo de la Memoria. Analizan qué hizo el Ejército allí. Y qué vinculaciones tuvo en el ámbito social urbano.
Cuando se avecinaba el Tercer milenio, agrupaciones de derechos humanos de Rosario iniciaron una lucha para convertir al edificio que había ocupado la Comandancia del II Cuerpo de Ejército, y que por entonces era un bar temático en la céntrica esquina de Córdoba y Moreno, en un espacio de memoria, muchos se preguntaron el por qué. ¿Qué hacer con un espacio en donde se había diseñado la represión, la tortura y muerte sistemática durante la última dictadura militar? ¿Era necesario borrarlo, transformarlo, cambiarlo para olvidar los crímenes perpetrados por funcionarios del Estado que tenían como obligación cuidar a los ciudadanos? Como una forma de respuesta a estas preguntas se construyó en ese lugar el Museo de la Memoria de Rosario. Sin embargo, muchos interrogantes quedaron flotando en el aire como por ejemplo por qué el Ejército decidió instalarse allí, qué función tuvo esa institución antes y durante el último gobierno de facto, y qué vinculaciones tuvo la unidad castrense en el ámbito social urbano.
Entonces el equipo de historiadores compuesto por Lucas Almada, María Alicia Divinzenso y Marianela Scocco, dirigido por Gabriela Águila abordó la cuestión de una manera profesional y con una mirada social. El resultado de este trabajo es el libro Territorio ocupado. La historia del Comando del IIº Cuerpo de Ejército en Rosario (1960-1990), presentado este viernes 6 de abril, en el propio Museo de la Memoria (Córdoba y Moreno). En una entrevista con este medio, la directora del proyecto histórico explicó las cuestiones que llevaron al Ejército a ocupar ese espacio y sobre su accionar, además de reflexionar sobre la característica que delinean a dicho museo.
—¿Por qué el IIº Cuerpo del Ejército ocupó ese edificio? ¿Qué función tenía?
—En los años 40, el Ejército alquila primero y luego compra la casona de calle Moreno y Córdoba, funcionando como dependencia militar desde esos años. Cuando en 1960 se crea el IIº Cuerpo de Ejército, se estableció la comandancia hasta 1982 cuando se mudan las dependencias a calle Sarmiento al 1300. Ese lugar, ubicado en la característica esquina de Moreno y Córdoba, lo mismo que dos predios vecinos (la casa de Córdoba 2035 y el actual baldío que funciona como estacionamiento, por calle Moreno) constituían el conjunto de espacios en los que se estableció el núcleo central de la estructura operativa y burocrática del Ejército en nuestra área. Las razones de la elección de ese espacio no están claras, pero puede suponerse que obedeció a su locación céntrica y a las características funcionales del edificio, que se adaptó a las necesidades del comando del Ejército durante décadas.
Como lo muestra el libro, allí se ubicaban las distintas dependencias administrativas, las oficinas del comandante y subcomandante, el Casino de Oficiales; mientras que en la casa de al lado funcionó, al menos durante los años 70, el Departamento de Inteligencia y el de Operaciones, que tuvieron un rol central en el ejercicio de la represión en aquel contexto. Finalmente, en el predio que ocupa el actual estacionamiento había otras dependencias como el Casino de Suboficiales o el dormitorio de la tropa.
—¿Qué función cumplió durante la última dictadura? ¿Que sucedió en ese edificio?
—Está documentado que la casa de Córdoba y Moreno, que hoy es sede del Museo de la Memoria, no sólo fue el sitio donde desempeñaban sus tareas los comandantes del Cuerpo, responsables entre otras cuestiones del diseño y ejecución del accionar represivo en nuestra área y en todas las provincias del litoral, sino que asimismo allí se realizaron consejos de guerra a civiles acusados de delitos “subversivos”. Por su parte, la sede del Comando fue uno de los sitios hacia donde se dirigieron los familiares de personas desaparecidas en el período de la última dictadura para averiguar el destino de sus seres queridos. Además, y sin dejar de cumplir las funciones burocráticas y administrativas que ya describimos, ese fue uno de los espacios militares (junto con el Batallón 121) donde se realizaban conmemoraciones en aniversarios castrenses o actos patrios, pero también donde se celebraban reuniones y cenas de camaradería con sectores “representativos” de la sociedad rosarina (entidades empresarias, medios de prensa, sectores eclesiásticos, educativos, profesionales, etc.), tal como lo muestra la foto que ilustra la tapa del libro.
—¿Por qué pensás que está bien que ese edificio sea el Museo de la Memoria?
—El edificio de Moreno y Córdoba, en tanto fue sede del poder militar en Rosario, es emblemático para la historia y la memoria de la represión en la ciudad y su zona de influencia, fundamentalmente por las funciones y la centralidad que el lugar tuvo en el diseño y ejecución del accionar represivo en el área, y en tanto fue allí donde se asentaron las principales autoridades militares. Pero también porque así fue percibido por los familiares de personas represaliadas y más tarde por los organismos de derechos humanos de la ciudad, cumpliendo una función similar como espacio de reclamo a la que tuvo el Ministerio del Interior en la Capital Federal. La memoria de procesos represivos masivos, como el que se verificó en nuestro país en los años 70, tiene distintos modos de situarse o alojarse materialmente, y en el caso de Rosario, ese sitio –que no es el único, por supuesto– representó y sigue representando el poder militar a escala local y sobre todo la responsabilidad del Ejército en la perpetración de crímenes aberrantes.
El libro, que se presentó el pasado viernes en el mismo lugar sobre el que se investigó, la casona de Córdoba y Moreno, fue producido y editado por el Museo de la Memoria.
Fuente: El Eslabón