En mi doble rol de político y constitucionalista, sostengo una mirada reformista porque pienso que toda obra humana es perfectible. Y nuestra constitución provincial del año 1962 que en su momento fue de avanzada, con el transcurso del tiempo fue quedando desactualizada en relación a los nuevos desafíos que tenemos como pueblo.
Si contemplamos que en el año 1994 se realizó una reforma constitucional a nivel nacional, resulta importante incorporar instituciones que fueron añadidas en ese momento, haciendo siempre la salvedad que muchas de ellas fracasaron o no cumplieron con las expectativas que muchos teníamos. Por eso, esto no implica cortar y pegar sino que debemos tomar esas instituciones y generar un diseño constitucional que sea eficaz para la provincia de Santa Fe.
Ahora bien, no creo que las reformas tengan que encararse pensando en el bronce en el que puedan quedar los convencionales constituyentes o el gobierno de turno que lo impulsa, sino en las personas de carne y hueso que viven en Santa Fe y tienen que beneficiarse con este tipo de transformaciones. Es indispensable que haya un debate que sea público y masivo para que la sociedad opine y no quede solamente en la órbita de la dirigencia política.
Nobleza obliga, hay que reconocer que el gobernador apenas asumió propuso una reforma constitucional, y digo esto porque muchos ahora plantean que está apurado porque quiere la reelección. Debo decir que Lifschitz generó instancias de participación, entre las cuales, fuimos convocados en nuestro rol de abogados constitucionalistas para integrar una comisión de juristas que hicieron aportes a esa hipotética reforma.
Ahora que el proyecto oficial fue presentado a la Legislatura provincial, se ha generado un alboroto político que supone una división entre los que están a favor de avanzar con la reforma este año, y lo que plantean que debe realizarse el año próximo, y para evitar rodeos, creo que esto está vinculado directamente a la posibilidad de que el gobernador pueda ser reelecto. Pero esto es un error: no debe pensarse el momento de la reforma de esta manera.
Para evitar este tipo de situaciones, la reforma debe realizarse en un año no electoral, es decir, en 2018 o en 2020 pero no en 2019. La definición sobre si se hace o no, tiene que ser por consensos que excedan esta cuestión. Lo que tiene que suceder es que una vez habilitado el planteo, los constituyentes votados por el pueblo de manera directa deben discutir ese punto en el ámbito de la convención.
Hay que debatir si queremos o no reelección del gobernador e incluso si la reelección debe beneficiar al gobernador actual, como también si queremos reelección indefinida o no de los otros cargos. Hemos visto en la práctica una diversidad de situaciones en donde una enorme cantidad de personas fueron reelectas muchas veces, y en otros casos, como nuestra ciudad, donde ningún intendente fue reelecto más de una vez.
Hay veces en que existen imposiciones constitucionales y otras en que las que existen prácticas políticas que funcionan de otra manera. Esta es una cuestión que tendrá que debatirse en la convención como un punto más de todos lo que deberán ser tratados. Creo que hay temas muy importantes como la cuestión de la autonomía municipal para las grandes ciudades como Rosario y Santa Fe. Para los rosarinos, este es nuestro gran desafío.
Por otra parte, hay planteos muy interesantes como el fortalecimiento del poder judicial, el establecimiento de más órganos de control y el hecho de hacer expreso que las empresas de servicios públicos tienen que quedar en manos del Estado al igual que la caja de jubilaciones. Esto es muy importante porque nos recuerda a la constitución del año 1949 que establecía aspectos similares.
El abanico de temas debe ser lo más amplio posible, no solamente los que propuso el gobernador, sino otros que puedan surgir del debate parlamentario, o también –de acuerdo a la última interpretación de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el caso Schiffrin– , que los constituyentes son soberanos y pueden decidir qué temas tratar en una reforma.
Por eso, reitero que debemos tener un debate maduro sobre la reforma, evitando las especulaciones personales. Tanto los legisladores como los expertos suelen caer en la tentación y convencerse que su activa participación en tales acontecimientos les otorgará prestigio, reconocimiento público, y sus nombres quedarán en el bronce.
Nosotros consideramos que la sola participación en el proceso reformador es una mirada netamente coyuntural, que hace foco en la inmediatez y que por sí sola resulta insuficiente si quienes forman parte no concentran su mirada en el futuro, en consolidar transformaciones y en generar las condiciones para que las reformas logradas no sean falsas promesas.
Los hombres y mujeres que dejaron una huella positiva trabajando por sus comunidades, lograron pensar y proyectar por encima de las circunstancias cotidianas. Sólo aquellos que desplieguen su capacidad de pensar más allá y trabajen para dejar un legado concreto a las generaciones futuras, tendrán reservado un capítulo en la historia y sus nombres quedarán en el bronce.
*Concejal de Rosario y abogado constitucionalista. Artículo publicado en El Eslabón.