La falsedad es uno de los insumos básicos de Cambiemos, y en los últimos días fue usado en modo grotesco y con intensidad poco usual. Macri, Peña, Frigerio, cada uno con su estilo, salieron al cruce del jaque opositor blandiendo resonantes sanatas que, sin embargo, muchos aún compran como certezas.
Causaron risas generalizadas en las redes sociales algunos posteos de trolls macristas que señalaban a La Cámpora como responsable de la impresión de facturas truchas que logren provocar el descontento social con el gobierno nacional. Los más osados llegaron a decir que militantes de esa agrupación adulteraban medidores de energía eléctrica para subir artificialmente los consumos y así llegar a las astronómicas cifras que figuran en las facturas debido al descomunal tarifazo propinado por el propio gobierno nacional. Lo tragicómico es que muchos lo creen y reenvían, con comentarios y advertencias anti K.
El novedoso concepto de la posverdad amortigua en cierto modo el impacto social que causa la puesta en valor de la mentira por parte del macrismo, que construye lógicas y sentidos a partir de contundentes pero mendaces aseveraciones.
La pesada herencia en boca del macrismo se ha transformado en una síntesis oprobiosa de lo que cada gobierno siempre expresó al asumir en medio de una crisis o luego de un período tortuoso.
Para no ir tan lejos en el tiempo, si se toma 1973 como punto de partida, el peronismo de entonces enunció las largas penurias que durante casi 18 años debió sufrir el pueblo argentino tras el criminal golpe de 1955.
La dictadura cívico militar se apoyó en el “caos”, la “corrupción”, la “guerrilla”, el “desorden” que había dejado el peronismo tras el corto lapso en que gobernó, y Alfonsín apeló –con razón pero sin convicción– al horror heredado y a la deuda externa que entre los jefes civiles y los generales genocidas y ladrones le colgaron del cuello a la sociedad.
Carlos Menem blandió el desastre económico que el radicalismo logró, una vez más, establecer como telón de fondo de la claudicación de un gobierno que puso muy alta la vara de la ética y los DDHH en relación con la gestión que tuvo como protagonistas a Enrique Coti Nosiglia, Juan Sourrouille, Daniel Marx, Facundito Suárez Lastra y otros próceres por el estilo.
La Alianza radical frepasista de Antonio De La Rúa llegó para sacudir la alfombra mágica de la corrupción menemista y superar el infame plan económico de Domingo Cavallo, pero terminó banelqueando el Senado y profundizando la convertibilidad hasta que ésta se lo deglutió, con un telón de fondo regado de muertos, pobres y desocupados.
Tras el interregno de presidentes peronistas de línea sucesoria no tuvo ni tiempo para andar hablando de herencias, y Eduardo Duhalde paró como pudo la locomotora de la hiperinflación, pauperización y desempleo que dejó en su testamento político una coalición de la que también formaron parte los socialistas, que se hicieron bien los otarios.
Néstor Kirchner no recibió un país saneado, recibió un volcán en erupción que por algunos meses había dejado de arrojar al cielo rocas, cenizas y lava, pero cuyos estertores amenazaban volver a entrar en erupción en cualquier momento, sin contar con que los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki habían manchado de sangre nuevamente a un gobierno peronista.
El Lupo no tuvo –no le interesó tener, en verdad– tiempo para andar contándole las costillas a la crisis y se puso a hacer lo que había que hacer. Sin embargo, cada tanto recordaba que la Argentina que heredó venía del infierno.
Cristina Fernández heredó otro país, y dejó uno aún mejor, pero Macri inauguró un período en el que, por primera vez en más de cuatro décadas, el traspaso de mando se realizaba en un país desendeudado, con un déficit fiscal manejable, y con una tasa de empleo que no se veía desde el primer peronismo. Pero ya desde antes de ganar, el diagnóstico que la pata mediática de la nueva oligarquía le ayudó a instalar, era que la Argentina estaba camino a ser la peor Venezuela. La posverdad no sólo deconstruyó un escenario propicio para quien tuviera como meta engrandecer a la Nación, además sentó las bases para alcanzar el objetivo de toda oligarquía: extraer la mayor tajada posible de la renta nacional a costa de los sectores más vulnerables, llenando con frenesí las parasitarias panzas de la nueva oligarquía agro-mediático-financiera. Y ese baile se está bailando al compás de esas mentiras abyectas.
Una semana a pura sanata
Dicen puertas adentro de la Casa Rosada que en las últimas semanas el presidente Mauricio Macri luce irritado. “Espera que su gabinete le traiga buenas noticias y lo único que llega a su despacho es una pálida tras otra”, deslizó un colaborador del jefe de Gabinete Marcos Peña.
Algo de ese estado de ánimo debe haber incidido el jueves pasado. El sitio de noticias Info135, que dirige Alfredo Silleta, publicó ese día la arenga que el jefe de Estado dio a un legislador de Cambiemos antes de la sesión especial en la Cámara de Diputados: “Vayan y hagan quilombo, pero no se preocupen, que ninguna ley que se apruebe va a pasar por acá, antes se la veto, porque acá mando yo”.
Según se informó, “el presidente fue claro ante su mesa chica de no aceptar ninguna rebaja del IVA y mucho menos de tocar los empresarios amigos, como (Marcelo) Mindlin y (Nicolás) Caputo, que han ganado muchísimo dinero en los dos últimos años”.
Esa neurosis de irritabilidad tal vez haya sido la que lo llevó a Macri a mentir descaradamente en la planta que YPF tiene en Vaca Muerta: “Desde 2011 que no teníamos una producción de gas tan alta, y en abril los niveles serán superiores”. No lo desmiente Axel Kicillof: “A pesar de los tarifazos, la producción de gas durante 2017 sufrirá el peor desempeño desde 2013, con una caída del 1 por ciento interanual, según los datos del propio Ministerio de Energía que conduce Juan José Aranguren”. El dato fue publicado por Redacción Rosario el pasado 31 de enero de este año.
Para agregar escarnio a la falsedad presidencial, el Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo (Oetec) precisó: “A dos años de tarifazo, con los precios del gas en boca de pozo entre los más caros del mundo, soportando aumentos como no se tenga registro en ningún país del globo, la producción de gas despediría el segundo año de Mauricio Macri con una caída del 1 por ciento interanual, esto es, el peor desempeño desde 2013”.
El Oetec brindó aún más datos que desmienten al mandatario nacional:
- En 2017, la producción cayó un 1 por ciento, la primera caída desde 2014 y la peor desde 2013, recordando que se dio a pesar de dos años de incremento sostenido en los precios del gas en boca de pozo. En otras palabras, la producción decreciente fue provocada durante su gestión (la de Macri).
- En 2016 la producción creció un 4,9 por ciento. ¿Por qué Macri no celebró aquel resultado? Porque, como oportunamente demostró este Observatorio, el 91 por ciento de dicho crecimiento obedeció a un único yacimiento, puesto en marcha en 2013 pero que recién comenzó a producir en febrero de 2016. En otras palabras, del 4,9 por ciento de expansión, 4,4 puntos porcentuales obedecen al aporte de un mega-yacimiento gasífero proveniente de la pesada herencia (Vega Pléyade, Tierra del Fuego).
Pero Macri no se quedó corto a la hora de mentir. Cuando aludió a los subsidios al consumo energético, subrayó: “No son gratis, esa es la mentira que más daño nos ha hecho. La energía cuesta”. Más adelante agregó: “Para evitar un shock de ajuste, nos tuvimos que endeudar”.
Ni el más fervoroso defensor de las políticas públicas energéticas del kirchnerismo alguna vez sostuvo, aunque fuera implícitamente, que los subsidios no tuvieran costo, que la energía fuese gratis, o cosa por el estilo.
Pero el colmo de esa mentira macrista se percibe al confrontar los reclamos de esfuerzo que salen de la boca del Presidente con las ganancias de las concesionarias que sacan provecho de los tarifazos.
Un informe del diario Ámbito Financiero, realizado con base en los balances de esas empresas resulta lapidario:
- Transportadoras de Gas del Norte (TGN), en 2017 cosechó como utilidad neta 841,8 millones de pesos.
- Transportadoras de Gas del Sur (TGS) triplicó sus ganancias. De 930,6 millones de pesos que ganó en 2016, pasó a recibir utilidades netas por 2.793 millones de pesos.
- La distribuidoras de gas Metrogas ganó 774,8 millones de pesos en 2017.
- La distribuidora Gas Natural BAN tuvo una utilidad neta de 542,9 millones de pesos, 124,6 por ciento más que en 2016.
- Camuzzi Pampeana ganó 824,9 millones de pesos, frente a una pérdida de 207,4 millones en el ejercicio anterior.
- Gas del Centro tuvo ganancias por 770,5 millones de pesos, 444 por ciento más que en 2016.
- Gas Cuyana ganó 588,4 millones, un 136,6 por ciento más que en el ejercicio anterior.
En cuanto a Edenor y Edesur, que son las dos únicas distribuidoras eléctricas que dependen del gobierno nacional, el detalle no es menos siniestro para el consumidor que debe pagar los tarifazos:
- Edenor obtuvo una ganancia en 2017 de 691,2 millones de pesos.
- Edesur perdió, pero porque debió afrontar una inmensa cantidad de multas impagas. Pero si bien arrojó una pérdida de 997,8 millones de pesos, sus ingresos aumentaron en un 40,6 por ciento.
Macri no sólo miente, le da de comer a sus amigos a costa del hambre de millones de argentinas y argentinos.
El mejor equipo de mentirosos
Juan Aranguren, Rogelio Frigerio, Marcos Peña, voceros del brutal incremento en las facturas de servicios de gas y luz, dicen que los mismos no pueden ser gratuitos y que los Estados más desarrollados no intervienen para aliviar a los usuarios.
El jefe de Gabinete disparó: “Es duro el tránsito desde la mentira, de los servicios públicos que parecían gratuitos mientras se destruía la infraestructura energética y se generaba un sistema desigual”.
El ex CEO de Shell, acaso porque sabe que es sostenido por el jefe de Estado, tuvo menos empacho cuando le preguntaron cuándo se terminarán los tarifazos: “Sigo haciendo mi trabajo y no me importa quién se enoje”.
Pero el que abundó en términos teóricos en torno de los aumentos fue el titular de Interior, quien soltó: «Recién en el cuarto o quinto año de este camino, (las tarifas) van a llegar al nivel de su costo de producción».
Frigerio dijo que la Argentina “no puede vivir eternamente de fiado”, y ensayó una explicación: “Durante muchos años, el gobierno kirchnerista, haciendo gala del peor populismo, le quiso hacer creer, sobre todo a los porteños y a los del área metropolitana del gran Buenos Aires, que las tarifas eran gratis”.
La mirada y la acción de la Argentina macrista es monocolor, abiertamente proclive a favorecer a los grandes grupos económicos –especialmente a aquellos que pertenecen a los amigos del Gabinete– pero, sobre todo, singularmente mentirosa.
Para Frigerio, subsidiar las del agua potable, gas, luz o transporte representaban una metodología que era “mentirle a la gente porque, si uno hubiese continuado por ese camino, nos hubiera pasado lo que le pasó a Venezuela”.
Para desazón de los cuatro jinetes del apocalipsis tarifario, el encargado de pararles el carro no es ni el ex ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, ni el ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, sino el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Que el FMI diga si es kirchnerista
Hace menos de dos años, en el artículo “Argentina: ¿Único país del mundo que subsidia la energía? El FMI desmiente a Lanata”, publicado en la web del Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo (Oetec), su autora, Belén Ennis, recordó que el abanico de países que subsidia la energía es mucho más amplio que lo que se conoce.
Ennis, que posee un profesorado en Sociología de la Universidad Nacional de La Plata, y es vicepresidenta del Oetec, citó el reporte del Fondo Monetario Internacional (FMI) titulado “Contando el costo de los subsidios energéticos”, que data de 2015. En el mismo, se consigna que “los países del G-20 pagan más de 1.000 dólares per cápita en subsidios a los combustibles fósiles”. Ennis indicó que “en la Argentina –que es miembro del G-20– los subsidios rozaban los 500 dólares por persona antes del 10 de diciembre de 2015”. En modo alguno se habla de gratuidad.
Ennis abordó su nota en respuesta al periodista Jorge Lanata, quien había abierto uno de sus programas con un interrogante: “¿En qué país el Estado le paga a la gente la luz, o le paga el gas o le paga el bondi? Yo no conozco ninguno”. La autora calificó esa opinión disfrazada de pregunta como “semejante zoncera”.
Pero el planteo de Lanata no es aislado, y la idea de que el mundo no subsidia el consumo de energía es, a partir del dispositivo de medios hegemónicos –que la propaga– bastante extendida en la Argentina macrista.
Otro profesional que se remite al informe del organismo financiero global es el economista y docente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Jujuy (Unju) Raúl Llobeta.
En una entrevista publicada el pasado 4 de abril por el diario El Tribuno, subrayó, en forma taxativa: “El Gobierno dice que hay que dejar de subsidiar a las energías porque el mundo no las subsidia, pero es una enorme mentira. Según datos del FMI de 2015, los que más gastan subsidiando energía en el mundo son Estados Unidos, Rusia, China, Canadá, Australia, Israel, Bélgica, Alemania, Holanda y España, todos esos países subsidian las energías por mucho más valor que la Argentina”.
Llobeta agregó: “Todo esto es una mentira… Todos los países desarrollados del mundo subsidian sus energías”.
Pero lo más interesante es cotejar las cifras que arroja el informe del FMI:
- EEUU paga 700 mil millones de dólares al año en subsidios a los combustibles fósiles, lo que equivale a 2.180 dólares por persona.
- Australia otorga 1.260 dólares per cápita para subsidios energéticos.
- El Reino Unido destina 41.000 millones de dólares en subsidiar las energías convencionales, lo que equivale a 635 dólares por cada ciudadano.
- Los países con mayor nivel de subsidios a los combustibles fósiles al año y por persona son los Estados petroleros del Medio Oriente: en Qatar llegan a los 6.000 dólares, en Arabia Saudita 3.400 dólares y en Emiratos Árabes Unidos 3.000 dólares por cabeza.
Como si fuera poco, el FMI mide los subsidios a los combustibles fósiles en comparación con el PBI de cada país:
- En los EEUU llega al 3,8 por ciento del PBI.
- Australia, 2,0 por ciento.
- Reino Unido, 1,4 por ciento.
- China, 20 por ciento.
- India, 12 por ciento.
- Ucrania, 60 por ciento.
Es muy arduo desmontar el dispositivo mediático que otorga blindaje a la banda de asaltantes que ocupa la Casa Rosada desde diciembre de 2015, pero alcanza con mirar lo que ocurre en otras latitudes señaladas por esos mismos CEOs como los modelos a seguir para tomar nota del entramado de mentiras que sustenta al macrismo.
Por ejemplo, la Unión Europea (UE) facilita subsidios al combustible fósil por un monto sideral: 112 mil millones de euros por año. ¿Cuál es el rubro más beneficiado? El transporte, que se lleva un 44 por ciento del total de esa inversión, y recibe unos 49.000 millones de euros, incluidos descuentos fiscales para reducir el precio del diésel que utiliza.
Y después del transporte, los sectores que más ayudas energéticas recibieron fueron las fábricas y las empresas, que perciben de los gobierno comunitarios alrededor de 15.000 millones de euros anuales.
Y mientras Macri cierra el complejo minero de Río Turbio, en los EEUU publican la siguiente noticia: “La Comisión Federal Reguladora de Energía (Ferc), por sus siglas en inglés) rechazó unánimemente una propuesta del gobierno de Donald Trump para subvencionar la industria del carbón y de la energía nuclear”. Si bien no prosperó, la iniciativa del mandatario yanqui no es cerrar minas o centrales nucleares, como hace Cambiemos, que congeló el programa Atucha III.
Para la Argentina, el problema ya no estaría fundado en cómo hacer para que esta nueva oligarquía sea derrotada y deje el poder. El problema central es cómo se podrá reconstruir lo ya destruido, y cómo establecer un programa de salvación y liberación nacional, que impida que una casta depredadora como la que hoy gobierna pueda seguir hincando sus pestilentes dentaduras en las riquezas de la Patria. De eso, y no de otra cosa debería discutirse cuando se habla de 2019.