La contrarrevolución ha encontrado en el juez Bonadio y su oficina operística en Comodoro Py un ariete fundamental, aunque solo eficaz bajo las condiciones engendradas por la horda macrista, para terminar con cualquier rasgo de autonomía económica argentina.
Las actuaciones del juez de la servilleta apuntan ahora a la burguesía transnacionalizada de la Argentina, con el procesamiento no solo de Paolo Rocca -hijo del ex ministro de industrias de Mussolini y principal accionista de Tenaris, el consorcio luxemburgués que domina al grupo Techint- sino también del presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario y el más grande agroexportador de Santa Fe, Alberto Padoán, dueño de Vicentin.
La embestida brutal de los gerentes extranjeros que asaltaron el poder después del fraude de campaña de 2015 no tiene límites. Bonadio es la mano judicial de la embajada estadounidense para bajarles el precio a los grandes grupos económicos de la Argentina, que no sólo tienen sede en la Caba.
El macrismo no ataca solamente a los trabajadores y sus organizadores. También ataca a las pequeñas y medianas empresas argentinas. Y, ahora termina de confirmarse, puesto que Bonadio está donde está por la protección que le da la banda extraterritorial gobernante, que también apunta a la extranjerización total, completa, y definitiva, de la actividad económica de la Argentina.
Pasadas las 16.30 de ayer (por el martes 27), la acción de Tenaris, la fabricante de tubos petroleros que cotiza en Wall Street, caía un 10,2 por ciento, mientras que el ADR de Ternium, la otra compañía del holding que fabrica aceros, descendía un 3,3 por ciento respecto del cierre del lunes, informaba Infobae. Bonadio trabaja claramente para que a las empresas estadounidenses les cueste menos adquirir al Grupo Techint.
De esta manera, el plan de imponerle al país la locura libremercadista se acompaña con la renuncia de hecho a cualquier forma de independencia económica. Hasta el Sr. Méndez, ese portavoz de lo peor del neoliberalismo que tanto hizo desde la UIA para que llegue Macri al poder, se queja de las consecuencias de sus actos. El inconcebible Rattazzi, el mentecato que los italianos se sacaron de encima poniéndolo a dirigir la Fiat en Argentina, le hace coro. El rentista inmobiliario Constantini se queja de que con la caída del peso sus activos ya no lo incorporan al selecto mundo de los multimillonarios.
Es evidente que la gran burguesía argentina fue incapaz de defender sus intereses y se puso al cuello la misma soga que le colocó al resto del país. Aquí solo ganan los oligarcas, las cuevas y cavernas de las altas finanzas y, parcialmente, el grupo Magnetto.
Ha llegado la hora de la verdad, para todos: o los argentinos imponemos la ley de las masas sobre la de las minorías, o no mereceremos llamarnos argentinos. El núcleo podrido de metecos y vendepatrias no merece otro camino que la confiscación de bienes, ya que además obran muy alegremente en favor de la potencia que ocupa nuestros territorios insulares en el Sur, y, por supuesto, de sus más íntimos aliados.
O embajada yanqui o frente de salvación nacional. No hay otra alternativa. Y si la alta burguesía pretende sobrevivir, mejor será que agache su cabeza ante quienes podemos salvarla, y abandone todas sus pretensiones de imponer sus trasnochadas ideas al conjunto de la Nación.
Nada hay en la Nación superior a la Nación misma, dijo el Presidente Avellaneda. Y por cierto esto se aplica muy en particular a estos cipayos enriquecidos y desagradecidos que se creyeron por encima de nosotros.
Macri y sus jueces demuestran que no era así.