Como en un holograma político, un tal Juan Guaidó fue autoproclamado presidente por los opositores y reconocido por EEUU y aliados. El respaldo de los militares a Maduro y los apoyos de China y Rusia. La pulseada que divide aguas en todo el mundo entre los pliegues de la realidad virtual.

Como era previsible, la protesta destituyente en Venezuela del miércoles pasado, preparada y fogoneada desde hace tiempo por los opositores, fue la base de lanzamiento de un nuevo intento de golpe de Estado respaldado ya sin disfraz alguno por Estados Unidos y sus aliados, que pone en jaque al gobierno de Nicolás Maduro. Sin embargo, hasta el cierre de este periódico, el electo presidente, que rompió ese mismo día oficialmente las relaciones diplomáticas con Washington, resistía el embate con la lealtad de las fuerzas armadas y el respaldo de potencias como China y Rusia. Además de las voces en su contra, también hubo manifestaciones en defensa de su investidura y en oposición a la intentona golpista en todo el mundo, incluso en Rosario (ver aparte).

La impresionante multitud en Caracas “por la Democracia” y contra “el usurpador” Maduro del miércoles pasado, fue una imagen digna de película de ciencia ficción en donde miles de venezolanos afectados por una gravísima crisis económica, aturdidos por la prensa corporativa internacional y las redes sociales, colmaron anchas avenidas caraqueñas en una masa hormigueante que se perdía en el horizonte urbano. Esa verdadera y a la vez virtual realidad, dio a luz un presidente autodeclarado como tal, al que Donald Trump reconoció como único poder legítimo, una especie de holograma político, un joven legislador opositor llamado Juan Guaidó, quien estaba al frente de la Asamblea Nacional, declarada en desacato.

Sin embargo, a pesar de los deseos de Washington y los gestos rápidos de sumisión de sus vasallos, detrás de tanto demócrata de cartón pintado rasgándose las vestiduras, más allá de los pixeles de las pantallas y entre los pliegues de la Matrix venezolana, las fuerzas militares se mostraban leales a Nicolás Maduro. Y, además, el mandatario reelecto recibía el apoyo y el reconocimiento, ante la ola destituyente, de nada menos que China y Rusia, además de Turquía, Corea del Norte e Irán.

China es el principal acreedor de Venezuela, con unos 20.000 millones de dólares pendientes de pago, y se opuso a la “injerencia externa”. Rusia es el segundo acreedor y respaldó a Maduro militarmente en diciembre pasado con el envío de dos bombarderos y un centenar de oficiales a Caracas para ejercicios conjuntos. El presidente ruso, Vladimir Putin, llamó a Maduro el jueves para expresarle su “apoyo”, reseñó la agencia AFP.

En tanto, países latinoamericanos como Cuba, Bolivia, Uruguay, México y Nicaragua siguen reconociendo a Maduro.¿Qué decía Clarín? Que “aislado por la presión internacional” Maduro “intenta ganar tiempo”. ¿Qué decía El País, de Madrid? Que la Unión Europea (UE) estaba “descolocada” ante la situación y que los 28 países que la integran “se resisten a aceptar la validez del procedimiento seguido por Guaidó”.
Por su lado, y en el colmo de las realidades paralelas, el propio Guaidó no descartaba “ofrecer amnistía a Nicolás Maduro”. A la vez, Mauricio Macri expresaba su apoyo al antichavista reconociéndolo como “presidente encargado”.

Una ONG ligada a los opositores, el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) denunció en las redes sociales que se habían registrado al menos 26 muertos y 300 detenidos en todo el país durante las protestas, pero hasta el viernes no había ningún reconocimiento oficial de esas cifras.

¿Hasta donde resistirá Maduro? ¿Cuál será la salida a este jaque opositor planteado a pocos días de asumir su segundo mandato? Otra gran gran incógnita es si Trump llevará su ofensiva a fondo. EEUU compra a Venezuela 1,4 millones de barriles de petróleo diarios. Para algunos analistas, si congela activos venezolanos e impone sanciones petroleras, sin control financiero, la posición de Maduro se vería seriamente socavada. Mientras tanto, las realidades aumentadas y la grieta venezolana no paran de crecer.

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