Docente e investigadora de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Tutora en la Maestría en Comunicación Digital Interactiva, Vanina Lanati, conocida como La Vachu, quién también se desempeña en la Dirección General de Programación de la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad, fue una de las protagonistas de los primeros años de El Eslabón. En el marco de las conmemoraciones por los 20 años de este periódico –y en otra entrega de una serie de notas especiales a dos décadas de su primer número–, recuerda el contexto de monopolio periodístico de aquellos años en los que asomó esta propuesta. Y destaca cómo a su alrededor se forjó una red solidaria muy amplia que le dio una impronta periodística y una mística que aún son su sello característico. Este lunes, a las 20, en el Complejo Cultural Atlas habrá un festejo con lectores y colaboradores.

“No me acuerdo muy bien cuando me sumé, pero estimo que fue a finales del 2001 principios del 2002, con la recordada tapa «Operación Masacre», post represión de diciembre de 2001. Yo trabajaba en la radio comunitaria Aire Libre con algún ex compañere que ya estaba en El Eslabón. Algunos como Rodrigo (Miró) o Matías (Ayastuy) [ambos del grupo de fundadores] formaban parte de un espacio de militancia en la universidad que compartíamos, junto a la cátedra libre Rodolfo Walsh. Con lo cual, había una circulación de gente que más o menos andábamos por los mismos espacios”, rememora Lanati.

“Por ese entonces, estaban los compañeros que gestaron el proyecto Matías, Julián (Lafuente), Rodrigo, Peco (Jerónimo Principiano), Juane (Basso) y los que colaboraban en algunos suplementos o con algunas notas, como Ivana Romero, Virgina Giacosa; estaba también Leandro Arteaga. Todos veníamos de cruzarnos en distintos espacios de comunicación y en otros lugares. Con Virgina, por ejemplo, hacíamos una revista en el espacio cultural La Grieta. Pero en El Eslabón empezamos a confluir con más gente”, cuenta.

“En cuanto a la propuesta periodística, tenía que ver, por un lado, con dar cuenta de lo que hacían un montón de organizaciones con las que teníamos vinculación por trabajo barrial, por militancia y por la militancia de otros compañeros y compañeras. Y le dábamos lugar a hechos que no salían en ningún medio en la ciudad. Hay que tener en cuenta que hasta 1998, cuando se creó el diario El Ciudadano, el único medio gráfico grande de la ciudad era La Capital [también ese momento ya se editaba Rosario/12 ]”, destaca la investigadora y docente en comunicación y educación.

“Por otro lado, la idea era poder contar aquello que el emporio mediático no contaba, es decir, de alguna manera El Eslabón nació contra el emporio mediático. Entonces, el slogan que usábamos era «Periodismo autónomo, hecho en Rosario», y tenía que ver con la idea de contar las cuestiones locales y regionales, pero con la autonomía de no tener que responder a ninguna empresa ni a ningún patrón”, subraya.

Las tapas como sello

“De las tapas que más me acuerdo, por haber puesto el cuerpo, literalmente, fue de una que se llamaba «Disputa», en vinculación a una serie de aquella época y que hicimos con Vane Cánepa en la puerta de tribunales una madrugada, esperando que no haya demasiada gente alrededor y en la que después fuimos fotoshopeadas como (Daniel) Vila y (José Luis Manzano (ex dueños del multimedios La Capital) disputándose los medios en Rosario. Me acuerdo de otra que se llamó «El silencio no es salud», en la que también habíamos hecho una nota con Florencia Coll, otra compañera. Algo que caracterizaba a El Eslabón era el diseño de sus tapas y los títulos que se utilizaban. Me acuerdo de algunas que tuvieron mucha repercusión, como la del padre Ignacio o como la de la hermana Jordán que hasta tuvieron rebote en los llamados grandes medios, y eso nos daba visibilidad”, valoró la ex integrante de El Eslabón.

Acompañamiento y solidaridad

“Algo que quiero destacar de aquellos años es que fue posible por una red de gente que no estaba relacionada directamente con el quehacer periodístico, pero que lo sostenía desde muchos lugares, desde poner una chata para pegar afiches por toda la ciudad para darnos a conocer en algunas de las campañas que hicimos, ayudar en las fiestas o poner sus autos para buscar el periódico a la imprenta”, dice Lanati.
Y subraya: “Además, tuvieron mucho que ver los mismos trabajadores de los grandes medios locales que muchas veces nos ofrecían información que no podían publicar (por el cerco y la censura), lo que nos permitía a nosotros tener una tapa sólida y que hiciera un poco de ruido. Sin todo ese acompañamiento y esa solidaridad, hubiera sido otra cosa”.

Periodismo y mística

“Creo que lo que El Eslabón me dejó como aprendizaje fue en relación al periodismo autogestivo, que es la posibilidad y la libertad de poder elegir qué contar”, reseña la Vachu, como se la conoce cariñosamente.
“Por aquel entonces, todavía no había tantas discusiones al calor del feminismo, eso también hubiera sido otra cosa, sobre todo para las compañeras, pero también para los compañeros”, reflexiona.
“Recuerdo con mucha alegría aquellos momentos muy divertidos que tenían que ver con sostener El Eslabón, y que iban desde ir a comprar cantidades de pollos para hacer un almuerzo para juntar plata, organizar fiestas, a pasar noches sin dormir en los cierres –en donde siempre fallaba algo, o una computadora o internet–, los escasos recursos económicos que teníamos, el levantarnos muy temprano para recibir los repartidores, que salían en sus bicicletas a llevar el periódico a todos los puntos de la ciudad. Y los recibían los canillitas de los cuales teníamos muchos como aliados porque también ellos intentaban convencer a los que iban a buscar su diario a que se llevaran El Eslabón”, comenta la ex integrante de este periódico.
Y culmina: “Creo que sin toda esa mística, El Eslabón no sería lo que fue y lo que es. Es una experiencia que va más allá de hacer periodismo, es poder estar en un espacio compartido con compañeras y compañeros que generaban un sentimiento a lo que se hacía, muy profundo. Por eso, 20 años son muy importantes. ¡Larga vida a El Eslabón!”.

Por la Redacción (entrevista Juan Pablo de la Vega)

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