Edward Snowden fue espía de la CIA y la NSA. En 2013 se alzó con casi dos millones de documentos y ventiló las mentiras de EEUU y su programa de vigilancia masiva e ilegal. Perseguido por el gobierno, huyó y hoy vive en Rusia. La publicación de sus memorias causó revuelo y una demanda en su contra.
En 2013, Edward Snowden huyó de EEUU llevándose casi dos millones de documentos de las dos principales agencias de inteligencia de ese país, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Su vida se convirtió a partir de ese momento en una novela de espías. El ex técnico informático develó a la prensa que EEUU vigilaba a todas y todos los habitantes del planeta en forma ilegal.
El propio Snowden había trabajado para diseñar esos programas de vigilancia, que marcaron un antes y un después en la historia del espionaje y que, además, terminaron con la vida privada. Snowden decidió revelar al mundo la verdad y denunciar las acciones ilegales del gobierno de EEUU. Entregó los datos a dos periodistas y, a partir de esa decisión ética, su destino cambió.
El ex espía sabe que si vuelve a EEUU morirá en la cárcel. La ley sobre casos de espionaje dispone hasta diez años de prisión por cada documento robado. En el caso de Snowden, son casi dos millones de archivos secretos.
En algún momento pensó en pedir asilo en Ecuador (como Julian Assange), pero finalmente terminó refugiado en Rusia. Allí vive desde 2013.
“Ayudé a hacer tecnológicamente posible que un sólo Gobierno recopilase todas las comunicaciones digitales del mundo, las almacenase durante años y las explorase a voluntad”, señala Snowden en su libro Vigilancia permanente (Permanent Record).
“Me llamo Edward Joseph Snowden. Antes trabajaba para el Gobierno, pero ahora trabajo para el pueblo. Tardé casi treinta años en reconocer que había una diferencia, y cuando lo hice, me metí en algún que otro problemilla en la oficina. Como resultado, ahora dedico mi tiempo a intentar proteger a la ciudadanía de la persona que yo era antes: un espía de la CIA y la NSA de EEUU, otro joven tecnólogo más dedicado a construir lo que estaba seguro de que sería un mundo mejor”, señala el autor en el primer párrafo del libro, que salió a la venta el martes 17 en 23 países, entre ellos Argentina, EEUU, Brasil, Colombia, México y España.
El joven técnico informático cuenta cómo le tocó protagonizar un cambio histórico en la historia del espionaje estadounidense. “Mi trayectoria en la IC (Intelligence Community o Comunidad de Inteligencia) estadounidense duró un breve periodo de siete años. Me sorprende darme cuenta de que eso es sólo un año más del tiempo que ha transcurrido desde que me exilié a un país que no fue el que elegí. No obstante, durante ese periodo de siete años, participé en el cambio más significativo de la historia del espionaje estadounidense: el paso de la vigilancia selectiva de individuos a la vigilancia masiva de poblaciones enteras. Ayudé a hacer tecnológicamente posible que un sólo gobierno recopilase todas las comunicaciones digitales del mundo, las almacenase durante años y las explorase a voluntad”, señala, describiendo en forma concisa la era de la vigilancia que hoy caracteriza al mundo.
“En las profundidades de un túnel bajo un campo de piñas (una antigua fábrica de aviones subterránea de la época de Pearl Harbour), me sentaba ante un terminal desde el que tenía acceso casi ilimitado a las comunicaciones de casi todos los hombres, mujeres y niños de la tierra que alguna vez hubiesen marcado un número de teléfono o tocado un ordenador. Entre esas personas había unos trescientos veinte millones de compatriotas estadounidenses, que en el transcurso normal de sus vidas diarias estaban siendo vigilados en una crasa infracción no sólo de la Constitución de EEUU, sino también de los valores básicos de cualquier sociedad libre”, cuenta Snowden.
Después del 11 de septiembre, señala el autor, la comunidad de inteligencia quedó sumida en la culpa por no haber protegido a EEUU, por haber permitido que, estando ellos de guardia, se produjese el ataque más devastador y destructivo contra el país desde Pearl Harbor. Como respuesta, sus dirigentes buscaron construir un sistema que evitase que los volvieran a pillar alguna vez con esa guardia bajada. “Las puertas de las agencias de inteligencia más secretas se abrieron de par en par a jóvenes tecnólogos como yo. Y así, los frikis de la informática heredaron la tierra”, señala.
El gobierno al ataque
El gobierno de EEUU demandó a Snowden por publicar su libro de memorias sin someterlo primero a una revisión de las agencias de inteligencia estadounidenses para las que trabajó, y solicitando a la Justicia que impida que el autor reciba los beneficios económicos de su venta.
El libro se presenta como las memorias del ex empleado informático de 36 años, y no contiene nuevas revelaciones con relación a las ya dadas a conocer.
Sin embargo, causó mucho revuelo y la demanda no se hizo esperar. La demanda judicial no apunta a “detener o restringir la publicación o distribución” del libro, pero sí “recuperar todos los ingresos ganados por Snowden debido a su fracaso a la hora de entregar su texto para su revisión previa a la publicación”.
La demanda indica que la obra salió a la venta sin haber sido presentada a las agencias de inteligencia para someterse a una revisión previa a su publicación. A través de un tuit, Snowden les contestó que “es el libro que el gobierno no quiere que leas”.
Snowden describe cómo Internet se convirtió en una herramienta no sólo para el espionaje político sino también para la publicidad y los estudios de mercado.
Como tantos jóvenes nerds de su generación (tenía poco más de 20 años cuando se convirtió en espía), en algún momento Snowden había creído, según señala, en la fantasía de que la red sería sólo un beneficioso medio de comunicación entre las personas y una herramienta a favor de la libertad. “Para mí, cuando lo conocí, Internet era algo muy distinto. Era un amigo, y un padre. Era una comunidad sin barreras ni límites”.
Pero luego todo cambió: “El Internet de hoy es irreconocible. Cabe señalar que ese cambio ha sido una elección consciente, el resultado de un esfuerzo sistemático por parte de unos pocos privilegiados. Las prisas prematuras por convertir el comercio en comercio electrónico condujeron rápidamente a una burbuja, y a continuación, nada más entrar el nuevo milenio, a un colapso. Después de eso, las empresas se dieron cuenta de que la gente que accedía a internet estaba menos interesada en gastar que en compartir, y de que la conexión humana que internet hacía posible podía monetizarse. Si lo que la gente quería hacer online era principalmente contarles a familiares, amigos y ajenos lo que estaba haciendo, y enterarse de lo que familiares, amigos y ajenos estaban haciendo a su vez, lo único que tenían que hacer las empresas era averiguar cómo meterse en mitad de esos intercambios sociales y convertirlos en beneficios. Ese fue el inicio del capitalismo de vigilancia, y el final de internet tal y como yo lo conocía”, concluye Snowden, decepcionado.