Una callecita parisina, trescientos veinte metros de viejos adoquines y austeros jardines con plantas florales –esa especie que se deshoja y reproduce– la antigua flora natural con flores cargadas de pétalos y fragancias, ardientes o marchitas siempre llenas de vida.
París con sus milenios de historia reúne encantos, leyendas, anécdotas dolores, la puja constante entre olvidos y la imperiosa necesidad de la memoria. Distintas placas rememoran momentos en múltiples lugares. Ahí, en esa “cortada” parisina la genocida Segunda Guerra del siglo viejo pone su marca de espanto.
Vida y muerte en la Francia que pelea entre resistencia y no resistencia, la dignidad y los colaboracionistas, la entrega por la patria o la entrega de la patria. Ahí, en ese espacio y durante la ocupación nazi un grupo de humanistas se dedicó a fabricar documentos para salvar judíos. Una fábrica trucha de documentos para proteger vidas. Sí, un jardín donde florece la esperanza de miles, deshojaron ocho vidas cargadas de amor sepultadas bajo el espanto y el odio. Siempre la grieta entre el amor y la vida.
Un mármol casi borroso de la Cité des fleurs, cuenta que el 18 de mayo de 1944 la mansión del 25 rue Cité des fleurs del barrio (arrondisement) 17 fue allanada por la Gestapo y allí asesinaron a Collette Heilbronner y a Jean Meyer –este por resistirse–. También deportan a campos de concentración a Jean Hernes, Ginette Salomon, Fernand Levy, Ludovique Vemfeld, Charles Ravard y Francois Vernet.
Apenas tres meses después Paris consigue la liberación, muy tarde para los héroes de Cité des fleurs.