Durante casi diez días, el humo de las quemas indiscriminadas en los campos de las islas entrerrianas invadió a Rosario. Como si el confinamiento debido a la pandemia –que lleva casi tres meses– fuera poco, los rosarinos debieron soportar el olor del espeso humo que asedió, implacable, a la ciudad.
Los reclamos a través de las redes sociales de rosarinos y rosarinas se multiplicaron y también se hicieron protestas, abrazos simbólicos, movidas culturales y sociales en reclamo del innegable ecocidio que se está produciendo –hace más de veinte años– en el delta del Paraná.
El interrogante que se abre ante una situación de tal naturaleza es elemental. ¿Qué pasará y cuál será la actitud ciudadana cuando el fuego se disipe y la ciudad, dentro de lo que se pueda, vuelva a retomar su ritmo normal? El paso del tiempo dará la respuesta.
Las cenizas del otro lado
“La quema de pastizales siempre se realizó, y hasta puede estar justificada si tenés tu potrero lleno de paja y querés verderarlo un poco. Algunos isleros saben hacer manejo de suelo sin quemar, pero son los menos. Esa gente se fue muriendo o dejando la isla y los ganaderos de ahora son empresarios que prefieren hacer soja-trigo-maíz en los campos continentales y aprovechar la isla para hacer ganadería”, cuenta a El Eslabón Maximiliano Leo Schulz, un docente de 41 años que desde pequeño estudia, vive y trabaja para proteger el humedal del Paraná.
“Sus peones son puesteros que viven en situación de semi esclavitud y no se les puede pedir que hagan más de lo que hacen. Muchos no saben hacer el trabajo de isla y, cuando ven que empieza a escasear el pasto, queman el pajonal y el carrizal antes que empiecen las lluvias”, explica.
Hace más de seis años que Leo Schulz se mudó a Puerto Gaboto y desde ese lugar histórico realiza travesías y recorridos a lo que sería el corazón del delta, para de esa forma visibilizar la importancia ambiental y humana de proteger los humedales.
“La idea siempre fue mostrar el humedal desde una mirada que te haga sentir parte del paisaje, que te vuelva a la tierra, lejos del exotismo que vende lo intangible y lejano. Desde acá realizamos talleres sobre plantas medicinales y comestibles, mapeando en lo profundo, registrando migraciones de aves, trabajando con la cerámica e imitando las técnicas de las naciones preexistentes al conquistador”, relata. Y sobre el avance de los productores sojeros y ganaderos en la región, informa: “Los dueños de los terrenos de la isla son tan ignorantes que capaz que ni saben que se les está quemando la isla y hasta putean porque el humo les llega a sus casas en el continente. Son empresarios, gente que está en la antípoda de lo que es poner el lomo y caminar en el territorio”.
En ese sentido, Schulz indica que el humedal, “tuvo una década de alivio entre la primavera de 2009 y principios de 2019, pero ahora parece estar entrando otra época seca y vamos a volver a ver el deterioro ambiental, como lo vimos entre 1998 y 2009. Ese alivio se debió a años de abundantes aguas en el río, pero parece que ahora volvemos a la escasez”.
El poder de los billetes
Leo Schulz nació en Rosario y su vinculación con el río fue un enlace de la primera hora. En su adolescencia, junto su padre, se iba a remar por la zona de Isla Verde, El Embudo y el Paraná Viejo. También recuerda las enseñanzas de su abuelo, que era de origen paraguayo. “Fueron mi motor de entusiasmo para ver con aburridos ojos la vida de niño estándar de la ciudad y buscar otras cosas”.
Al ser consultado sobre el perjuicio que provocan los incendios en la isla, el docente es tajante: “En el largo plazo se perderán las reservas de agua dulce, porque aguas arriba está lleno de fábricas y campos contaminando. El agua llega a potabilizarse muy fácilmente con arena y precipitadores. Eso se debe a que la gran contaminación queda filtrada y disuelta por los humedales. Si seguimos destruyéndolos, vamos a transformar el río en un Ganges y todo por ganar un poco más de dinero; porque lo único que pone en peligro a estos ecosistemas es la ambición de los empresarios y las coimas jugosas que manotean los políticos”.
En ese sentido, añade: “Según los estudios arqueológicos, las personas viven hace 2.000 años en la isla sin poner en peligro los bienes abundantes, y recién en el último siglo tiramos todo a la mierda en nombre del dinero y el progreso”.
Acciones interprovinciales y personales
Para el especialista en humedales, las acciones a llevar adelante tanto en Santa Fe como en Entre Ríos para defender la naturaleza son muy complejas “porque los suelos son muy productivos y eso atrae mucho”.
Por eso, recalca que una de las formas de proteger el patrimonio natural del delta del Paraná “es recorrerlo, conocerlo, comer de sus frutos abundantes para que esos alimentos nos cambien la conciencia, contagiar el entusiasmo por vivenciarlo, y mostrar lo obsoleto y perjudicial de esta forma de vida urbanizada y dinero dependiente”.
Además, recuerda que hace 20 años tanto a él como a sus colegas los trataban de idealistas o los acusaban de “fundamentalistas o comunistas”.
“Ahora somos escuchados con respeto por la gente común y con odio por los empresarios agropecuarios. Tal vez en diez años más podamos estar tomando decisiones soberanas para defender las reservas de agua”.
Y por último, con un prudente optimismo, señala: “Hay mucho por hacer, por aprender. Mucho barro para enterrarse, pajonales para rayarse la piel, yuyos medicinales para sanarnos. Hay mucho por andar y con este humo, nos «sahumamos» pero no nos perdemos”.
Fuente: El Eslabón