La ferocidad de la campaña de desgaste del gobierno nacional emprendida por el principal grupo de medios de comunicación del país y sus acólitos crece ATR. Y aterra. La virulencia es tal, que a los conductores y panelistas de radio y televisión del oligopolio Clarín les cuesta encontrar interlocutores con algún grado de credibilidad y representatividad más o menos serio que estén a la altura de sus desenfrenadas fauces comunicacionales. La falta de entrevistados que tengan peso político real y entonen a viva voz las estrofas de sus himnos iracundos expone pero no detiene a los chirriantes conductores, panelistas y columnistas, que siempre tienen a mano para eco de sus melodías a algunas otras cuerdas vocales, poco representativas pero siempre entusiastas por una dosis de pantalla, sea para sumarse al coro o para apenas fungir de decorado.

Las melodías vocingleras tienen intérpretes de calidades discutibles y se escupen con estridencia casi ensordecedora, pero hacen que se difunda masivamente la letra que escriben sus compositores, los dueños de los grandes grupos, a quienes cada vez les va a costar más ocultar el volumen de sus negocios y su voracidad tras la cortina de la autoidentificación como “periodismo independiente” que privilegia a “la gente”, que es la mentira fundante a la que apelan permanentemente.

Así, acelerando tan ATR y queriendo a la vez seguir presentándose como modosos bailarines de salón alejados de los populistas boliches de cumbia, mostrándose como los reflexivos y serios de la historia, parecen encaminados a que cada vez sea menos “la gente” que les crea lo de “independientes” e incluso hasta lo de “periodismo”.

Sin embargo y por lo pronto –y con el aporte de las fucking nuevas técnicas de manipulación sobre las que Pablo Bilsky ha escrito bastante en este medio–, el ataque constante y creciente, desplegado vía leucos y leuquitos de remate, sigue horadando las defensas del sistema democrático que supimos conseguir. Y que difícilmente se consolide y profundice mientras no se repiensen los modos de enfrentar ese embate.

De la resistencia a la victoria

Claro que esto de limitar los superpoderes del gran grupo comunicacional de la Argentina que se autopresenta como el superhéroe de la historieta no es nada fácil. Y ya que se habla de historietas, vale la evocación a la de Astérix, el galo: si las aldeas que resisten al invasor no pasan de la eterna defensiva a algún tipo de estrategia de crecimiento que aporte a revertir la opresión, aunque sea de a poco, el cielo caerá definitivamente sobre sus cabezas. Para esa Pascua de la resistencia a la victoria hace falta bastante más que huevos. La diferencia de cantidad y tamaño de tropas y fierros es muy enorme, la batalla frontal y a campo abierto parece el mejor escenario para el grandote y habría que prevenirse al respecto, pero las luces de los estudios y las mieles de la fama confunden y tientan a algunos combatientes del otro lado, que pican en la de responder a esas citas envenenadas.

Al cabo, lo que se expone es la incompatibilidad entre la comunicación como derecho y servicio –y al servicio de la clase de hombres y mujeres que trabajan– con el modelo de negocios que domina el mercado de los medios, cada vez más alejado de los marcos técnicos y éticos del oficio periodístico como base para la defensa y promoción de determinados intereses, que es lo que lógicamente se busca cuando se hace prensa. Cuando un canal, una radio, un periódico o un portal de noticias dependen de un grupo económico o empresarios también dedicados a otros rubros, que los conciben sólo como fuente de nuevas ganancias o como herramientas de manipulación y extorsión funcionales a sus otros negocios, la coherencia y la honestidad necesarias para generar eco y credibilidad sustentables en las audiencias se confunden y diluyen.

Este modelo de gestión de los medios es el que determina la construcción de la agenda que se impone a la opinión pública, a la que se le quiere hacer creer que se trata de su propia agenda, porque es la de “TN y la gente”. Y acá se puede apelar a ejemplos simples como el de que desde Usuahia a La Quiaca haya que deglutirse a cada rato como título del día la historia de un bache en La Paternal, a esta altura muy remanido y con efectos casi inocuos ante las manipulaciones más aviesas, con las que presentan los grandes temas de actualidad desde un supuesto “sentido común” que no admite refutaciones, sin avisar que en realidad lo que hacen es expresar los posicionamientos y los intereses ante esos grandes temas de los dueños de los medios, que rara vez coinciden con los de la mayoría de “la gente”, más bien los afectan para mal.

El problema del modelo de negocios y la agenda impuesta golpea también en medios y producciones periodísticas cuyos contenidos suenan más acordes a la realidad y las necesidades de las mayorías por estar orientados desde dirigencias políticas y de espacios de poder que orbitan el universo del peronismo y el llamado movimiento nacional y popular, que se las viene arreglando para haber perdido sólo una sola de las últimas cinco elecciones presidenciales, cobijando y convocando también a sectores progresistas, ambientalistas, feministas y varies istas más pese a ser el blanco permanente de los venenosos cañones mediáticos. No es que no se valoren los destapes estentóreos, el incansable despliegue de las aves silvestres, la enjundia goleadora de los editoriales morales. Es que todo indica que en esos catódicos campos de juego, en los que rigen las reglas y los lenguajes de salvajismo comunicacional impuestas por el contendiente más poderoso, es imposible lograr resultados positivos. No alcanza con réplicas que dependen de la volatilidad de una principal o única billetera. La monobilletera –se sabe– va y viene; y cuando no viene mata galán por más peronista que sea. Las buenas intenciones y producciones periodísticas que no contemplan posibilidades más sólidas de financiamiento y desarrollo no perduran. Se ha visto más de 678 veces.

Una fuerza sobrehumana

En busca de opciones al modelo que se interpela, se vuelve a la historieta de la aldea de los galos que resisten y resisten el imperio romano sustentados en el ancestral apego a una identidad colectiva, a un modo de vida, que se defiende y se sostiene frente a las ansias hegemónicas de los Césares de turno. Cierto es que los galos cuentan para su pelea con la insoslayable ayuda de una poción mágica que les da la fuerza física necesaria para aguantar contra los ejércitos invasores a la hora de los mano a mano. Pero es esa raíz común, ese amor propio compartido, el que los salva cuando los emperadores apelan a otras vías para derrotarlos, como la de tentarlos a traicionar y cortarse solos a cambio de fortunas y placebos varios, que finalmente desechan cuando comprueban que nada los seduce más que poder sumarse periódicamente al rito que se reitera en el final de cada capítulo de Astérix, el galo: un gran encuentro comunitario regado de asado de jabalíes, ánforas de vino tinto y alegría in crescendo hasta el infinito y más allá.

En este más acá –y a riesgo de caer en la irreverencia a la genialidad de Goscinny y Uderzo, los creadores de la maravillosa saga citada–, la pretensión es situar como focos de resistencia contra los imperios romagnettos a canales, radios, periódicos y portales que persisten desde la mística y la práctica fundantes del vínculo directo, sincero y genuino con las comunidades de las que forman parte, a las que por ende expresan más cabalmente y de las que por tanto se nutren para sobrevivir y sostener un ejercicio del periodismo más acorde a la concepción de la comunicación como un derecho y un servicio, no como sólo mera mercancía. Acá valen como ejemplos los diarios y semanarios de pueblos y pequeñas y medianas ciudades que ofrecen a los vecinas y vecinas la información y el espacio para expresarse que no se encuentra en los diarios, radios y canales “nacionales” que llegan desde Buenos Aires ni tampoco en los de las capitales y grandes ciudades de las provincias más pobladas. Es decir, un vínculo con la pequeña y mediana comunidad en términos territoriales, geográficos; un periodismo de cercanía, que entonces suele volcarse a la información “pura”, cotidiana y local, que será siempre demandada por el mercado “vecinal”. Así, en la ciudad cordobesa de Villa María, el local Diario del Centro del País vende día a día muchísimos más ejemplares que Clarín. Y por vender muchos ejemplares, no son pocas sus páginas cotidianas destinadas a avisos publicitarios y clasificados. Así, se recauda lo suficiente para sostener medio centenar de puestos de trabajo directos, que vienen resistiendo monopolios, macrismos y pandemias con una épica digna de aquellos galos. Y en la aldea cordobesa la poción mágica, la fortaleza extraordinaria, viene de un plus más: el diario es producido y gestionado por sus trabajadores y trabajadoras organizados jurídicamente en una cooperativa de trabajo, no tiene patrón. Sí es una empresa, sí actúa en el mercado, sí es un “negocio”, pero la inevitable inserción en el sistema capitalista opera desde y en función de un colectivo, de un grupo de personas que discuten y resuelven horizontalmente qué se hace y qué no, vinculadas entre sí por un medio de producción, en lo laboral; y además por una identidad y un amor propio compartido también dignos de Astérix y compañía: ser parte de la clase trabajadora argentina, cuya historia real es igual de pródiga a la de los héroes de la historieta en lo de resistir al opresor y hasta en lo de compartir felicidad en farras de asados y vino en jarra.

Junto con el de Villa María, los diarios El Independiente en la Rioja y La Posta en la ciudad boanerense de Lincoln y el semanario El Correo de Firmat en el sur santafesino se cuentan entre los que confirman que desde la prensa sin patrones hay experiencias concretas y potencial de desarrollo y liderazgo basados en medios con ese perfil de contenidos de “información general” que no se encuentra en otros medios, lo que permite la prevalencia de la venta de ejemplares y avisos a la hora de la generación de recursos económicos. Para otras empresas de comunicación autogestionadas, sobre todo las nacidas en ciudades grandes, el desarrollo basado en ese modo de periodismo se hace muy cuesta arriba y la búsqueda apunta a la inserción en comunidades conformadas no a partir de gentilicios territoriales sino de otras identidades, las erigidas desde afinidades más ideológicas, políticas, culturales, que tampoco encuentran en los grandes medios la información y el espacio de expresión y cobijo identitario que requieren y demandan. Aquí pueden inscribirse, con sus matices, experiencias que ya superan no menos de una década de presencia, como las de El Diario de la Región de Resistencia, Comercio y Justicia en Córdoba, Cítrica y la Mu en la ciudad de Buenos Aires, EcoDias en Bahía Blanca o este periódico en Rosario; y otras más recientes como el también rosarino diario El Ciudadano, el quincenario Pausa en la ciudad de Santa Fe, La Mañana de Córdoba o Tiempo Argentino desde el barrio porteño de San Telmo.

Unir o amontonar

Todas las menciones hechas hasta aquí valen a modo de ejemplos, no de relevamiento acabado de un mapa que afortunadamente es mucho más amplio y bien federal; y refieren solamente a empresas sin patrones que se iniciaron con publicaciones gráficas como eje o parte destacada de su oferta periodística, que necesariamente se reconvierte y reconfigura al son de las nuevas tecnologías que obligan a explorar en la multiplicidad y complementación de formatos y plataformas, tanto para la producción de contenidos como para la generación de recursos. Junto con la voracidad asesina de los imperios monopólicos, esta vertiginosa y determinante revolución tecnológica también opera como invasión sobre las “aldeas galas” imposible de resistir aisladamente. En este contexto, limitarse a cuidar y exprimir “quintitas” comunicacionales que se supieron y se pueden conseguir suena a suicida. Avanzar en una articulación de los focos de resistencia encendidos y por encenderse es urgente porque los esfuerzos ya realizados en ese sentido no son suficientes para ir más allá del bajísimo techo que justamente ese mismo contexto de concentración y necesidad de transformación permanente impone. El desafío parece ser encontrar un mejor modo de pensar, poner en marcha y gestionar articulaciones y redes. Juntarse, integrarse, no implica uniformarse. La diversidad y la autonomía de lo construido hasta ahora en cada aldea deben entenderse como el capital más a mano y valioso para promover la integración, que sólo deviene en obstáculo si se pretende vincular entre sí a las partes a sumar desde una lógica distinta. Horizontalidad, igualdad en el derecho a decidir y cuentas claras son cualidades incompatibles con iniciativas de asociación que no las incorporen o quieran subordinarlas a objetivos particulares no declarados. No son pocos los intentos que fracasan o se desdibujan porque obedecen más a la intención de “juntar tropa” suelta para después “venderla” en pos de ambiciones propias que a la de buscar en común respuestas válidas para problemas comunes. Y no es cierto que el apego a esos pilares conceptuales de honestidad y solidaridad y a las metodologías de funcionamiento que los cristalizan sean impedimento para afrontar los condicionamientos y exigencias básicos que impone a cualquier empresa el mercado-sistema capitalista vigente. El diario de Villa María pasó a manos de sus trabajadores y trabajadoras a mediados de diciembre de 2001, con el marco de la crisis económica que pocos días después derivó en la convulsión social y política que hizo caer al gobierno nacional de entonces. Es desde ese subsuelo de la patria saqueada por el neoliberalismo que la cooperativa villamariense pudo ocupar, resistir y producir lo suficiente para evitar la pérdida de puestos de trabajo y empezar un camino de crecimiento con hitos como el de la construcción de una sede propia para su redacción, su planta impresora y sus oficinas administrativas.

Con los principios sociales

La referencia a las historias como la del Diario del Centro del País se expone aquí no para canonizar los sacrificios y remadas en dulce de leche que sus laburantes tuvieron que afrontar para lograr continuidad. La pretensión es que se tengan más en cuenta estas experiencias, para que las siguientes puedan evitar sufrimientos y obstáculos ya superados por otras empresas recuperadas y cooperativas de prensa. El llamado es a mensurar debidamente todo lo que pueden aportar los ya existentes y futuros medios sin patrón a la reactivación de la economía y el empleo y al cumplimiento pleno de los derechos a la información y la libertad de expresión, vitales para la defensa de una democracia bajo cañoneo permanente. Lo que se reivindica es el valor agregado de producir economía y comunicación desde una comunidad para otra comunidad, desde la convicción que Perón supo resumir en aquello de que “nadie se realiza en una comunidad que no se realiza”.

 

Fuente: El Eslabón

 

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