Vivir fuera de Argentina lleva inevitablemente a vivir un poco en la nostalgia. Cuando uno reside fuera de su tierra, encontrarse con pares y compañeres es glorioso, más aún en un lugar donde el foco de la vida es el éxito y el individualismo.
El feminismo nos ha dado una entidad que nos sostiene y también nos relaciona con nuestro país de origen. Estar lejos geográficamente no nos impide hacer propia la lucha y la movilización vital de miles y miles de compañeres que nos representan.
Nos mueve la solidaridad por esa ola verde que se gestó y que, como las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, recorre el mundo desobedeciendo el poder.
Desde este nuevo lugar donde nos encontramos, sentimos el compromiso de sumar a la experiencia individual, esta colectiva que nos da una hermandad social para transformar el individualismo en un lugar donde la lucha de une es la todes.
En el año 2018, un grupito de chicas había empezado a sentir la necesidad de organizarse cuando el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) se iba a llevar al Congreso argentino para debate.
Nos llevó tiempo juntarnos. Recién el 28 mayo del 2019, en el día de La Acción Internacional por la Salud de las Mujeres, una chica propuso en una comunidad de Facebook de argentinos en California salir a manifestar a favor de la ley. Las contestaciones de protesta no tardaron en llegar, los comentarios de rechazo y cuestionamiento tampoco. Un tema polémico y controversial en nuestra cultura, pese a vivir en un país donde la decisión al embarazo es legal desde hace más de cuarenta años debido a la lucha precursora del movimiento feminista estadounidense de los años sesenta.
Una corriente de sororidad nos hizo sentir que unirnos sería mucho más valioso que ir al choque con los que se oponían a debatir un tema que contemplaba toda la sociedad argentina y nosotres también.
En pocas horas, nos autoconvocamos por fuera del grupo de argentinos y así nos encontramos por primera vez en el barrio latino de San Francisco. No nos conocíamos pero la consigna de reconocimiento fue “estaremos con el mate en la mano y el pañuelo verde”. Así llegamos a la calle 24th y la Mission, lugar emblemático de encuentro de muchas agrupaciones y manifestaciones por los derechos de la comunidad latina.
A la convocatoria asistimos diferentes tipos de mujeres:
* las que llevamos más de 20 años viviendo a Estados Unidos
* las que tuvimos la experiencia de vivenciar los multitudinarios encuentros plurinacionales de mujeres y disidencias en Argentina
* las que a partir de este grupo vivimos un despertar en el feminismo y la militancia
* y las que teníamos experiencia de organizarnos en el campo popular.
Para las que migramos hace mucho años, la militancia es una nostalgia de los tiempos de gloria. Encontrarnos fue una compensación a tantos años de escasez emocional y privación de nuestro potencial social que hoy se concreta en la lucha.
En una esquina nos reunimos a charlar, escuchar anécdotas y sobre todo aprender de las diferentes experiencias.
Desde ese lugar y después de este primer encuentro, nos convocamos en lo que dimos a llamar La Colectiva Feminista las Pibas de California. Esa identidad feminista nos redefinió también el sentido de identidad de país. Una puerta solidaria donde la patria no es solamente el dulce de leche y el asado, sino las ganas de pensar un mundo diferente. Una solidaridad vital por los derechos humanos y nuestra manera de insertarnos en el mundo.
Es un triunfo de nuestra lucha, saber que hay otra conciencia, otra perspectiva de mujeres y disidencias. Una sororidad que se vive y se siente en nuestra Colectiva.
Nos cuidamos y nos protegemos en nuestra hermandad. Ya no vamos a los asados de compatriotas cuando nos sugieren “mejor no vengan con el pañuelo verde” y no nos privamos de usar el lenguaje inclusivo ante aquellos que lo ridiculizan o levantan las banderas colonialistas de la Real Academia Española.
La maternidad será deseada o no será.
Somos soberanas de nuestros cuerpos y, como tal, el poder de decisión está en nosotras.
Cuestionamos el mandato de la maternidad impuesto desde la sociedad a las mujeres para seguir produciendo mano de obra barata dentro del sistema capitalista. Se cuestiona nuestra decisión a decidir por nuestros propios cuerpos para interrumpir una gestación, pero no hay reparo en descartar embriones en la millonaria industria de la fertilización asistida.
Cuestionamos y queremos la caída del patriarcado con la convicción de que se pueden construir relaciones de equidad, solidaridad y respeto entre pares y naciones.
Más allá de la decisión individual de ser o no madre, sostenemos que es vital para las mujeres contar con una ley de aborto legal, seguro y gratuito como una garantía de vida digna.
Una revolución nos atraviesa el cuerpo. Tiene un pañuelo verde y el canto de muches que se suman a esta lucha. Ya no tenemos que pasar exámenes para ser aceptades. Somos nuestros cuerpos y tratamos de amar desde nuestros deseos y no desde los mandatos patriarcales.
Nosotras hoy estamos viviendo en un país que desde el año 1973 tiene el aborto legal y voluntario en todos los estados (o provincias si pensamos en el sistema argentino). Podríamos decir que este país tiene ya ganada una lucha, la de, por ejemplo, nacer sabiendo que el aborto es un derecho y que podés exigirlo. Pero el ejercicio de este derecho no es la panacea en este país donde el acceso a la salud es uno de los más desiguales y costosos del mundo. Las mujeres y cuerpos gestantes atraviesan muchísimas trabas en el momento de querer realizarse un aborto. Enormes distancias geográficas distan para encontrar una clínica de acceso. Es muy probable que en ese intento se encuentren con la intervención de los CPC (Crisis Pregnancy Center o Centros de Embarazos en Crisis). Lugares organizados desde una falsa ayuda y que atentan contra el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. Mienten a las mujeres sobre efectos de la práctica, culpabilizan a través de videos y folletos y dilatan los tiempos con el claro propósito de obstruir la decisión de abortar.
Otras de las barreras es que no todas las personas gestantes pueden afrontar el pago de los abortos que claramente son legales pero no gratuitos ni universales, salvo que: tengan el dinero, hayan encontrado alguna organización no gubernamental que ayude a afrontar los gastos o gocen el privilegio de tener un buen seguro de salud privado. Aún así, contando con todas estas condiciones económicas favorables, es probable que la clínica no tenga la infraestructura o el equipo profesional idóneo para realizar el aborto en el tiempo necesario (cantidad de semanas y la práctica acorde a las mismas). El derecho al aborto en este país se encuentra en constante amenaza por parte de los sectores antiderechos y actores gubernamentales y legislativos que buscan desfinanciar y debilitar la lucha de las mujeres.
Actualmente, en Argentina el aborto no punible por causales no es suficiente y exigimos el derecho a un aborto legal seguro y gratuito.Levamos en la memoria el dolor y la humillación de nuestras madres, condenadas a la ilegalidad y al delito por querer decidir sobre sus cuerpos. Llevamos las lágrimas de la amiga acostada en una camilla de una clínica de aborto improvisada. Llevamos el peso de los ojos acusadores de que esta clandestinidad es merecida por las decisiones que tomamos. Cicatrices y marcas que el patriarcado nos deja desde esta impunidad que les da el poder porque la plata sí parece ser más importante que la vida. Por eso sorprende que se cuestione el aborto legal, seguro y gratuito como ley que garantice la vida de las mujeres, pero que no se cuestionen las clínicas clandestinas ni los médicos que se han enriquecido desde siempre comerciando con la angustia de una mujer que no puede llevar a cabo su maternidad o que decide no ser madre.
Desde el oeste de Estados Unidos, La Colectiva Feminista Las Pibas de California decimos: Educación sexual para decidir, Anticonceptivos para no abortar y Aborto Legal para no morir.
(*)Colectiva Feminista de California (EEUU). Adhiere a la ley de IVE en la Argentina.