Tu compañera Nadia, tu hija Juana, tu hijo Pedro. Nadie más que ellos saben cuánto querías todo lo que hacías, cuánto corazón y huevo le ponías a cada latido de tu vida. Con vos al lado, ¿miedo a qué?
Ahora es sin vos.
A ver, es cierto que siempre vas a estar, sí. Que aprendimos con vos que lo único que hace morir es el olvido. Que la vida no es vida sin vivir por la memoria, por la verdad, por la justicia.
Pero la verdad, loco, es que ya te extrañamos mucho. Que te estamos llorando. Y que lo único que nos sostiene acá meta tecla es un ejercicio que empezamos a hacer apenas nos fuimos enterando de tu partida. ¿Qué hubieras hecho vos si estuvieras acá y cualquiera de nosotros o nosotras allá?
Hubieras llorado, claro. Y mucho. Pero sin que nadie te vea, para adentro. Y al toque hubieras salido a consolar a los que estaban peor que vos, a organizar todo lo que hubiera que organizar para que una muerte siga siendo parte de la vida.
Y después hubieras dicho que ya, que no hay que caerse, que hay que hacer El Eslabón. Que el mejor homenaje al compañero de ruta es seguir la ruta.
Y hubieras llorado para adentro, sin que nadie te vea, porque cuando te veíamos, nunca eras vos primero. Nunca vos el más triste, nunca vos el más feliz. Vos, Juane, solo fuiste, sos, el mejor de los nuestros.