El recuerdo de la entereza de Juane Basso en un oficio muy maltratado se transforma en legado. A poco más de tres meses de su partida, es un emblema por la coherencia entre militancia y periodismo. Sueños en los que vuela su cariñosa presencia.

Te seguimos viendo en sueños: uno de los diseñadores contó que acordaban cambiar el color del logo de El Eslabón a naranja fosforescente, un editor que discutía sobre un título de una nota y un quiosquero que le llevaba libros de Perón. En cada cierre nos preguntamos qué dirías de la tapa del periódico y nos encontramos con huellas de tu paso por todos lados. Te recuerdan tus entrevistados, una legión de jóvenes periodistas confiesan que te admiraban y dirigentes políticos de todos los palos nos muestran que te respetaban. No será un 7 de junio más este, sin vos, Juane Basso Feresín. 

Ningún otro día del periodista tuvo un significado tan especial para nosotres, tus compañeras y compañeros de La Masa. A poco más de tres meses de tu partida, y gracias a tantas muestras de cariño hacia vos como persona y como periodista, redescubrimos el valor de un oficio muy pisoteado y mal usado. 

Uniste como pocos tu pasión militante y el periodismo, antes de que se conceptualizara equívocamente eso del “periodismo militante” como menoscabo.

El periodismo nació militante desde las tripas del propio Mariano Moreno con la Gazeta de Buenos Ayres, y ni qué hablar más acá en el tiempo, de Rodolfo Walsh, tu faro.

Para vos, Walsh era la síntesis de la militancia y la rigurosidad del buen periodismo. Por eso defendías a capa y espada la subjetividad contra la objetividad, el tomar partido en vez de la neutralidad. Eso sí, siempre con la seriedad y precisión de una fuente de información fidedigna, de datos certeros, como principales herramientas de todo periodismo duro y puro.

Además, tenías una sensibilidad especial para encarar los temas más dolorosos que tienen como víctimas a los indefensos, desde los familiares de muertos por el gatillo fácil a los que sufren por las zanjas contaminadas. Tenías la escucha atenta para contar los padecimientos de los pueblos originarios como para seguir a pie juntillas las causas por delitos de lesa humanidad, que te incluían como hijo de desaparecido. Desde La Masa editamos el libro El Diario de los Juicios, con las crónicas que recogiste de las causas reabiertas por los crímenes durante el terrorismo de Estado. 

En la web está colgado el ciclo de entrevistas que llamaste Biopolítica y que tenía como excusa hablar de la marca que deja la política en la historia familiar. Empezó como algo destinado a indagar entre los dirigentes de distintos orígenes partidarios –conseguiste historias nunca contadas de muchos de ellos y ellas– pero pronto descubriste lo interesante que abría el juego. 

Lo continuaste con periodistas y pensabas extenderlo al mundo del arte y la cultura. A partir de esa idea estimulaste a nuestras compañeras a hacer entrevistas sobre la historias de vida de militantes feministas, lo que derivó en el proyecto Femimasa. 

Hay una pila de intervenciones inolvidables tuyas a lo largo de tantos años de El Eslabón y Redaccion Rosario como los emblemáticos cara a cara que tuviste con personajes inaccesibles, como el dueño de Canal 3, Alberto Gollán, a quien le recordaste su colaboración con la dictadura militar, o al ex presidente ñulista Eduardo J. López, al que nadie podía acercarse. Lo encaraste en un pasillo y lograste sacarle una declaración y una foto en sus narices, antes de que tapara la cámara con su mano.

Todavía resuenan en el silencio de la redacción tus discusiones apasionadas por el futuro de la prensa escrita o el debate sobre lo digital, cuál debía ser el rol de la comunicación en la política o la puja vibrante por esa coma de más en una oración.

Y así pasan los días, y te seguimos soñando, como te soñó el Facu buscando un color para la tapa de El Eslabón, como Manu armando una redacción con el Javi entre sierras bolivianas y ecuatorianas, como el Santi en la cancha y vos invitandoló a clavarla a media altura, como Alfredo en otro asado familiar relatando la historia de tu nacimiento en un centro de detención. O como Laura, que contó que en un sueño venías al cierre y nos decías que éramos unos exagerados, que solamente te habías ido unos días. 

Y de pronto, una fecha conmemorativa como el Día el Periodista, sin mucha más expectativa que comer unas medialunas de arriba, se transforma por primera vez en algo serio: tu recuerdo luminoso nos dice que sigamos, y nosotres, gracias a vos, sentimos como nunca el profundo y sereno orgullo de ser periodistas, o mejor dicho, como a vos te hubiera gustado que se diga: sentimos el orgullo de ser laburantas y laburantes de prensa.

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