A principios los 70, el gobierno de la Unidad Popular impulsó un plan audaz para introducir cambios estructurales para conducir a Chile por la vía democrática hacia la superación del capitalismo.
Cybersyn es una abreviatura anglosajona de “sinergia cibernética” y fue un sistema de telecomunicaciones analógico basado en una red de télex –una tecnología intermedia entre el telégrafo y el fax– en la que intervenían unas pocas computadoras del tamaño de un ropero que cargaban software mediante tarjetas perforadas.
Fue una iniciativa de “gobierno cibernético” del presidente Salvador Allende, que en noviembre de 1971 llevaba un año en el poder y gran parte de la industria estratégica nacionalizada, por lo que necesitaba con urgencia desarrollar formas novedosas de optimizar la producción. Apoyado en la tecnología de su tiempo, el proyecto Cybersyn –también conocido como Synco– fue un intento de planificación económica controlada en tiempo real.
Como señala la investigadora Eden Medina se trató de “un proyecto tecnológico audaz ligado a un proyecto político audaz, que convertiría a Chile en un Estado socialista democrático, respetando la constitución del país y las libertades individuales”. Cybersyn fue un sistema pionero de dirección de organizaciones para gestionar las empresas estatales que confluyó con otros dispositivos creados para afianzar el control democrático de la sociedad.
Según Medina, “Allende subrayaba el compromiso con el gobierno descentralizado con participación de los trabajadores en la gestión”, impulsando “nuevas formas de participación obrera en los lugares de trabajo y la integración del saber obrero en la toma de decisiones económicas”. Era entonces necesario construir un sistema complejo que a su vez fuese accesible a efectos de ser operado por la clase obrera empoderada.
Juntar toda la ciencia
Para desarrollar este ambicioso proyecto fue convocado el británico Stafford Beer, filósofo de la teoría organizacional y gerencial, y uno de los padres de la cibernética, a la que consideraba “la ciencia de la organización efectiva”. En cierto sentido, la cibernética comprende el control de las máquinas a partir de analogías con el sistema nervioso del ser humano y otros animales. Como el “compañero presidente” era médico, fue inmediato el entendimiento con Beer, que aplicaba sus ideas a la organización de grandes empresas europeas.
Este académico de barba tupida y estampa de gurú era un excéntrico multimillonario, que manejaba un Rolls Royce y vivía en una mansión en Londres. Hacia 1970 abandonó el mundo corporativo y se hizo consultor independiente, centrando su interés en los sistemas sociales.
Fernando Flores, un joven científico y alto funcionario de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) dirigió este proyecto sociotécnico y fue quien viajó a Inglaterra para sumar a Beer, que aceptó con entusiasmo. Fue entonces que, desde 1972 y hasta antes del golpe del 11 de septiembre de 1973, visitó Chile en múltiples oportunidades para coordinar el equipo de Cybersyn junto a Flores.
Beer aplicó modelos organizacionales cibernéticos para administrar la economía chilena que, tras haber nacionalizado unas 150 empresas estratégicas, afrontaba los embates de los poderes fácticos comandados desde Washington, que veía al gobierno de la Unidad Popular (UP) como una amenaza a sus intereses imperiales. En esta aventura, el inglés se hizo amigo de Pablo Neruda y del cantautor Ángel Parra, con quien compuso Letanía para un computador y un niño que está por nacer.
“Hay que parar al que no quiera / que el pueblo gane esta pelea. / Hay que juntar toda la ciencia / antes que acabe la paciencia”, dice el estribillo de la canción de Parra y Beer.
Cybersyn consistía en una red de télex, con máquinas instaladas en cada una de las empresas públicas. La red se conectaba a una computadora IBM 360 que empleaba el software Cyberstride y proveía información sobre diferentes ramas de la industria. A su vez las múltiples variables de cada sector eran analizadas a través de otro programa que permitía tomar decisiones en tiempo real sobre las actividades productivas.
La sala de control, todo un ícono de Cybersyn, fue diseñada por el alemán Gui Bonsiepe, aunque parecía extraída de 2001: Una odisea del espacio. Conocida como OpsRoom, era hexagonal y tenía un diseño futurista hijo de su época. Contaba con siete butacas giratorias que incluían un panel en el apoyabrazos derecho con grandes botones de formas geométricas. La cantidad de asientos se debía a que, según las ideas de Beer, siete es el número máximo de personas que puede tener un grupo para seguir siendo creativo.
Las siete butacas eran lo que hoy se conoce como ergonómicas y en las paredes media docena de pantallas mostraban imágenes generadas por una combinación de diapositivas controladas por otra computadora, que brindaban información visual sobre las diferentes industrias. No había mesa alguna ni más papeles que los que eventualmente escupían las impresoras para brindar información más detallada. Tampoco había teclados, ya que por entonces la mecanografía era especialidad de secretarias y, si bien Cybersyn era una idea revolucionaria, había un marcado sesgo machista.
Desde el norte, la administración de Richard Nixon profundizó sus planes de desestabilización del gobierno de la UP, con bloqueos no declarados y sanciones económicas, que entre otras consecuencias impedían a Cybersyn equiparse con más tecnología. IBM cerró el chorro y el sistema tuvo que funcionar con una única computadora central. Cabe aclarar que el sistema no era políticamente centralizado sino por una condición técnica, había una sola máquina con capacidad operativa suficiente.
En octubre de 1972, el paro de camioneros financiado por la CIA generó una crisis de desabastecimiento. Esta fue la prueba de fuego de Cybersyn, porque permitió al gobierno gestionar la logística esencial con la flota de vehículos que poseían las empresas del Estado. El rápido flujo de mensajes proveniente de la red de télex sirvió para afrontar la huelga patronal y movilizar recursos en una forma que redujo considerablemente el daño generado por la medida de fuerza.
Otro logro de Cybersyn fue la elaboración de una nueva forma de mapeo económico, la experiencia mostró “un avance considerable sobre el período de seis meses de demora que requería la forma previa de recolección de estadísticas sobre la economía chilena”, observa Medina. Estas pequeñas victorias frente a la adversidad llevaron a Flores a ocupar el ministerio de Economía.
Antes que acabe la paciencia
El sistema estuvo totalmente operativo en agosto de 1973, un mes antes del golpe de Estado que se concretó con los aviones de las Fuerza Aérea de Chile (Fach) descargando artillería pesada sobre el Palacio de la Moneda. Entre tiroteos y redadas, dos científicos rescataron parte de la documentación que se hallaba en el edificio de la Corfo. “Esto hay que salvarlo porque es historia”, se decían mientras corrían con dos bolsos cada uno, eludiendo retenes militares y ráfagas de ametralladora. El equipo se disolvió, algunos fueron detenidos, otros se exiliaron en Argentina y Brasil. Años más tarde Gui Bonsiepe participó en el diseño de la cartelería y las butacas de los estadios mundialistas del ‘78.
Otra joya sociotécnica que no llegó a concretarse fue CyberFolk –también llamado Proyecto Pueblo–, un sistema para monitorear en tiempo real cómo afectaban al bienestar de la población las decisiones que se tomaban en la sala de operaciones. El plan contemplaba que cada hogar tuviera “un aparato con un dial que podían ajustar según su nivel de felicidad”, casi como los likes de las redes sociales actuales.
Tiempo antes del golpe que destituyó al gobierno de la UP, la oposición –que conoció Cybersyn a través de la prensa británica– había lanzado una campaña difamatoria, acusando al presidente Allende de construir una red telemática para controlar la mente de las chilenas y los chilenos e implantar el comunismo.
El 11 de septiembre de 1973, Stafford Beer se encontraba en Londres y se enteró de la tragedia por las noticias. Su sueño de aplicar la tecnología informática para empoderar al movimiento obrero había muerto junto a su amigo, el compañero presidente. Vendió su mansión, su Rolls Royce y se mudó a una cabaña en el campo.
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