Su adaptación al PSG y alcanzar la Copa América lo sitúan como favorito para el Balón de Oro.

Aunque no tan lejano en el tiempo, parece que haga una eternidad que un Leo Messi, sumido en lágrimas, decía adiós a su club de toda la vida en una rueda de prensa en las instalaciones del FC Barcelona. Tras unas horas de infarto y negociaciones frenéticas, el sueño del barcelonismo de retener a la estrella nacida en Rosario no pudo ser: los límites salariales y la difícil situación económica del club provocaban la salida del astro argentino. Pocas horas después, conocíamos su nuevo destino: el Paris Saint Germain. Algo que muchos ya consideraban como la opción más probable desde hace varios días.

A pesar de llegar a un equipo muy competitivo y reunirse de nuevo con su amigo Neymar Jr., todo apuntaba a que el proceso de adaptación no iba ser inmediato. Messi había pasado prácticamente toda su vida deportiva en el mismo equipo, el Barça, toda su juventud y gran parte de su vida adulta. Siempre protegido por el club y con un equipo diseñado a medida del astro argentino. Ahora llegaba a un entorno nuevo, una liga diferente y otros compañeros que también brillaban por sí mismos, como Kylian Mbappé.

Pero la afición aclamaba a su nueva estrella y era cuestión de tiempo que el argentino aportase sus destellos de genialidad y su aportación goleadora al conjunto. Su titularidad ha sido casi indiscutible, 5 de 6 partidos, y su aportación ya parece imprescindible, máxime después de anotar dos de los tres goles en su último encuentro en Europa, frente a RB Leipzig, donde además mostró su autoridad al erigirse como lanzador de un penalti. Mauricio Pochettino nunca tuvo dudas, pero seguro que la rápida aclimatación de Messi le ha sorprendido incluso a él.Todo parece sonreírle al de Rosario, especialmente tras la enorme satisfacción de haber ganado la Copa América; precisamente, los logros con la Selección eran una de sus asignaturas pendientes. En ella, Leo Messi fue uno de los máximos goleadores (empatado con Luís Díaz, de Colombia) y clave para el proyecto del equipo. Además, la final se ganó contra la todopoderosa Brasil, para mayor frustración de algunos de sus populares hinchas brasileños, como el jugador y comentarista de poker Andre Akkari o la leyenda de la “canarinha” Pelé, que además vio superada su marca del máximo goleador sudamericano a nivel de selecciones. Al contrario, hubo gran alegría entre los seguidores de la “albiceleste” y admiradores de Messi, como lo son el Papa Francisco o la leyenda del tenis, Roger Federer.

Visto su rendimiento, es lógico que muchos clamen para que le sea otorgado este año su séptimo Balón de Oro, especialmente si sumamos sus últimos triunfos a la última parte de su etapa barcelonista. Compañeros, excompañeros y figuras del fútbol mundial no tienen dudas al respecto: el galardón lo tiene más que merecido. Ya no es solo una cuestión de goles, lleva 40, 28 con el Barça, 9 con la selección argentina y 3 con el PSG; es su talento inacabable y su capacidad para empujar al equipo a sus metas. Messi sigue agrandando su leyenda.

Mientras, en Can Barça, se encomiendan a Ansu Fati, renovado hasta 2027, como gran esperanza para suceder al argentino en el equipo y en los corazones de los aficionados. Fati ha tenido grandes actuaciones en los últimos partidos y ha cambiado el signo del ánimo de los “culés”, que se encontraban en una profunda melancolía por haber perdido a Messi y divagar sin rumbo, pero con pobres resultados, por las diferentes competiciones. El joven jugador ha sido decisivo en las últimas victorias y ha insuflado esperanzas para los siguientes retos deportivos. Aun así, el legado del de Rosario pesa demasiado para alguien tan joven. Es mejor no hacer comparaciones, por el bien de todos; especialmente para no sobrecargar de presión a quien ya está dejando claro que no la quiere.

 

 

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