El Proyecto Pelusa reconstruye la vida de D10S a través de los ojos de fanáticos que alguna vez tuvieron el privilegio de tomarse una foto con él. El libro y un documental ya están en camino.
A Damián Cukierkorn se le ocurrió en 2010 hacer una especie de biografía fotográfica inédita del Diego Armando Maradona de la gente, y no el de los medios, que más bien lo siguieron en su vida deportiva y en escándalos personales. Sin la ayuda de las redes sociales de 11 años atrás, el proyecto se estancó hasta mayo del 2020, en plena cuarentena, cuando junto con Sebastián Schor, decidió revivirlo. Así, estos dos productores y directores audiovisuales, cada día, en la simbólica hora de las 10 y 10 de la mañana, suben al Instagram Proyecto Pelusa una fotografía –con su respectiva historia– de gente de a pie con el hombre que hoy cumpliría 61 años. La idea, cuenta su ideador a El Eslabón, es “reconstruir a Diego a través de los ojos de la gente, de esa mirada”, como “una especie de álbum de figuritas popular y colaborativo”. Ya acumulan un archivo de 2 mil retratos, y lo que viene, lo que viene, es volcar todo ese laburo en un libro (“saldría a fin de año”) y un documental.
Sembró alegría en el pueblo
En momentos en que el equipo de Maradona se preparaba para afrontar el Mundial de Sudáfrica 2010, a Damián Cukierkorn se le encendió la lamparita, o el flash. “Surgió bajo una premisa muy concreta que era que Diego era la única persona a la cual se le podía reconstruir su vida a través de las fotos que se sacó con la gente. Esta cuestión de unir fama, popularidad, pueblo, ganas de sacarse la foto”, revela, y advierte que una década atrás “las redes sociales no eran lo que son ahora”, por lo que “era muy difícil conseguir las fotos, muy trabajoso, había que hacer un movimiento muy grande, por lo que lentamente se fue apagando el proyecto”.
El encierro por la pandemia, y con el Diego nuevamente en el país (dirigiendo a Gimnasia), volvió a encender esa llama de aquella iniciativa pausada. “En mayo del año pasado lo volví a retomar, en este caso, con un amigo con el que salía a caminar, que era casi lo único que se podía hacer en ese momento”, en los primeros días del coronavirus en el país. Ese compinche es Sebastián Schor, un porteño de toda la vida y cuya única conexión con Rosario es su fanatismo por Newell’s. “Ni tiene familiares allá. En los 80 le gustó el equipo de Yudica, imagino, y se fue haciendo hincha desde chiquito”, lo describe su socio.
A la original “le agregamos una idea más amplia”, reconoce Cukierkorn, y se explaya: “Reconstruir la vida de Diego a través de los ojos de la gente, de esa mirada. Vimos un montón de cosas de Diego, sus goles, su vida, pero nos parecía que hacía falta un espacio en el cual la gente pudiera contar cómo le cambiaron la vida esos 5 minutos en que lo vio, o 20 segundos o lo que sea”. El resultado: “Hoy es un Instagram, donde todos los días a las 10 y 10 de la mañana subimos una foto con una historia, y así se va construyendo esta especie de álbum de figuritas popular y colaborativo”.
Pero la cosa no quedará en esa red social, según adelanta su autor: “Ahora estamos a punto de sacar el libro del proyecto, porque la idea era que fuera algo más que un Instagram, y muchos nos empezaron a pedir el libro, que seguramente estará a la venta para Navidad, y también estamos trabajando en un documental para contar esto, la historia de Diego a través de los ojos”.
Recuerdos que mienten un poco
“De cada foto que nos mandan hay un chequeo de la fecha, el lugar, porque muchos no se acuerdan con exactitud. Hay una obsesión muy fuerte por el dato”, afirma Damián, que de las aproximadamente 2.000 fotos recibidas, lleva chequeadas unas 1.300. “Cuando tengo un hueco le escribo a la gente para ir avanzando, haciendo un laburo muy casero”, cuenta.
El método para participar es muy sencillo. “Se pueden mandar por la web, donde hay un formulario para subir con los datos que pedimos. Pero la mayoría nos manda por Instagram, WhatsApp”. De todas maneras, Cukierkorn reconoce que “más difícil fue al principio, que recibimos de amigos y familiares, por el boca a boca. Cuando empezó a tomar forma, empezaron a llegar muchas fotos, y cuando hacemos alguna nota en medios, ahí tiene un pico porque hay gente que se entera y manda su foto”.
Pero el laburo no se agota en las instantáneas, ya que también “hay mucho de rastreo propio, aunque ahora cada vez tengo menos tiempo porque llega mucho material”, pero en épocas de sequía “en los que no aparecían fotos, me ponía a investigar, poniendo en el google «Diego en San Clemente del Tuyú», y ahí empezaba a rastrear a esa gente. Hacía un laburo de investigación muy periodístico”.
En un aeropuerto, en el avión, en un estadio, en sus inmediaciones, en un boliche, en la vía pública. En ciudades conocidas, y en lugares recónditos del interior del país. En blanco y negro, en color. Ese es el paisaje que exhibe el Proyecto Pelusa en IG. “Las que más me impactaron son las que sucedieron en lugares donde nadie estuvo, en casas en las que de repente aparecía, y el chabón iba a comer un asado. Tenía esas locuras, y esas me marcan muchísimo porque ahí está la diferencia de lo que era Diego”, remarca este experto audiovisual. “Porque –sigue– fotos en aeropuertos, en hoteles, son muy lindas porque la gente las manda con un amor eterno, pero no son tan extrañas. Cuando mandan una en el interior de Mendoza, en un barrio humilde, donde cayó a comer un asado, ¿con qué necesidad lo hacía, qué buscaba?, si ahí no había prensa, nada”. E interpreta: “Para mí buscaba volver a Fiorito por un rato, volver a sentir esa sensación de nuevo. Hay un montón de ese tipo”.
Por último, le pasa factura a la ciudad que lo vio con la camiseta de Newell’s en el 93, y como DT de la Selección, entre otras varias ocasiones. “Durante mucho tiempo no tuvimos fotos en Rosario. Pensamos que iban a llegar un montón, pero no. Con el tiempo fueron llegando, pero sobre todo de la última etapa, cuando fue a jugar con Gimnasia. Muchas en el hotel. Pero tendremos 2 o 3 de su etapa como jugador, aunque no fue una etapa muy larga”.
Dale dale con el look
En sus inicios con la del Bicho y la del Xeneize, Diego lucía una prominente cabellera enrulada, recortada para la época en la que levantó la Copa del Mundo en el 86. Más adelante, post Nápoli, usó pelo corto arriba y largo atrás. En su retorno a Boca, en los 90, le añadió una franja amarilla teñida. Ya retirado, usó vincha. Aumentó de peso considerablemente en 2004, y bajó considerablemente al año siguiente, cuando condujo La noche del 10. Con el tiempo se fueron sumando unas canas a su barba, y en sus últimos días se puso a la moda con el peinado, pero no con la pilcha. “En Gimnasia estaba más en joggineta (risas), pero en los 80 y 90 era un referente de la moda”, rememora Damián Cukierkorn, y agrega: “Cuando nos preguntamos por qué fue lo que fue, más allá de lo futbolístico y de la lucha contra el poder, está esta cuestión estética que también lo hace un gran personaje, alucinante”.
Son tantas las fotos que han pasado por su retina, con sus historias incluidas, que Damián y su compañero de proyecto son capaces de identificar a Maradona en tiempo y espacio por su look. “Cambia el pelo, la panza, la barba, la gorra, la sonrisa. Todo es distinto todos los años”, remarca el creador de la iniciativa, y adelanta que esos variados aspectos físicos y exteriores serán parte de las páginas del libro que se viene.
Diego, sos el número 1(0)
Maradona puso Primera un 20 de octubre de 1976, luciendo la 16 de Argentinos Juniors. Damián Cukierkorn, aquella tarde, tenía apenas cinco días de vida. “Viví casi toda su carrera, la atravesamos juntos aunque él no sabía”, dice entre risas este hincha de Boca, como su ídolo: “Somos de esa generación, la que vio el Mundial 86. Diego representó para nosotros un montón de cosas, siempre fue mi número uno”. Pero aclara: “No lo venero como un Dios, no tengo tatuajes, ni pósters, pero sí muchos videos, libros, todo el material relacionado, porque siempre me encantó su figura”.
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De su muerte –que el 25 de noviembre próximo se cumplirá el primer año– , lamenta que se enteró “de la forma más chota y actual posible” que es a través del WhatsApp. “Lo más frío que puede haber –dice–, pero es un símbolo de la época”. Aquel fatídico mediodía fue su compañero Schor quien le avisó: “Me mandó un mensaje con una captura de pantalla de un portal de noticias, y me quedé helado. Estuve en shock, y a la noche me fui a la cancha de Argentinos Juniors, a estar, a despedirlo, en silencio, con la gente. No fui al día siguiente a la Casa Rosada porque era un quilombo, y no quería exponerme a eso”.
La noticia también significó un duro golpe al alma de Proyecto Pelusa, admite Cukierkorn. “Lo veníamos armando pensando que iba a estar vivo muchos años más y soñábamos con compartirlo con él, con hacerle llegar el libro. Suponíamos que se iba a emocionar mucho”, comenta con un dejo de tristeza, y cierra con una buena, al menos: “Al mismo tiempo empezaron a llegar muchísimas fotos, porque abrió un espectro de querer homenajearlo a cada rato. Todas las ciudades del país se llenaron de murales con expresiones de amor maradoniano”.
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