El periodista y escritor Santiago Garat lanza Nos espera el mar, su segundo libro. Como en su primera obra, fútbol, barrio, afectos, derechos humanos, son los principales temas. Este jueves se presenta en el Complejo Cultural Atlas (Mitre 645), a partir de las 19.30.
“Generalmente viene a la noche, pero cuando se le canta. La otra vez se apareció con la musculosa roja y los ojos cansados. No hablamos casi. Nos miramos un rato largo hasta que levantó las cejas y me señaló la pelota que seguía ahí, inmóvil, en el medio de la cancha. Me dieron unas ganas locas de ir y meterle un uñazo bárbaro y clavarla a media altura, bien cerquita del palo. Y escuchar el ruido de la red. Y abrazarlo. Y no soltarlo. Y escuchar el ruido de la red, y no soltarlo”. Este texto de Santiago Garat no integra las filas de Nos espera el mar, su nuevo libro. Pero recorrió su cabeza, su alma toda, desde el pasado 3 de marzo, y más adelante su puño, hasta que se hizo letra. En las últimas horas de aquel día, Juan Emilio Basso Feresín, el Juane, jugó su último partido de fútbol, con amigos, Santiago Garat incluido. “Necesito sacar el libro y dedicárselo al Juane”, me dijo el Negro al poco tiempo de aquel triste episodio, aún masticando dolor. “Tengo que sacarlo en 2021. Quiero meterle aunque sea una buena piña a este año”, me apuró luego.
Y finalmente, el golpe de nocaut al fatídico 2021 llega sobre la campana: este próximo jueves 16 de diciembre, desde las 19.30, Garat presentará su segunda obra en el Complejo Cultural Atlas (CCA), ubicado en Mitre 645. Editado por la Cooperativa La Masa, la ilustración de tapa es de Tomás D’Espósito (El Tomi), el prólogo de Pablo Bilsky, la solapa de Manolo Robles, la foto de Manuel Costa y está dedicado, por supuesto, a Juane.
Una máquina de escribir
Garat pone primera y no para. No tiene freno de mano (o en las manos, bah). Y escribe. Para este periódico o para sus libros, los actuales y los que vendrán, porque material no le falta. Este libro hermano de El sol era la pelota forma con 42 cuentos cortos y poemas. Incluye Rebotá y andá, que el Ruso Verea llevó a un trabajo audiovisual, y el extracto de un poema de Eduardo Garat, padre de Santiago y abogado desaparecido por la última dictadura. “Después del primer libro, de las presentaciones que hicimos no sólo en Rosario sino también en otras partes del país, que sirvieron de encuentros con gente querida, nunca paré de escribir y fui reuniendo textos y material para sacar un segundo libro. Y cuando ya más o menos lo tenía, se vino la pandemia, y entendí que no lo quería sacar”, cuenta su autor, que desechó propuestas virtuales y de streaming, porque “lo que más me gustó del libro anterior es todo lo que vino después, las presentaciones, encuentros, que te digan «este me gustó», o «por qué no te venís a San Nicolás, a Junín»”.
Con los textos entrando en calor desde hace un tiempo y gracias a la tregua importante que dio la pandemia, la espera llegó a su fin este diciembre. “Cuando se empezó a abrir todo ya tenía muchos más cuentos, porque nunca había parado, así que hubo ahí un período de selección, y después me di cuenta que se me iba el año y yo estaba empecinado en que el libro saliera en 2021, porque fue un año muy duro, de los más duros de mi vida sin dudas, y quería terminarlo con algo lindo, como es sacando un libro. Así que apuré a todos, incluso lo apretamos de alguna manera al compañero de la imprenta para que llegue a la fecha en la que se va a presentar”, que será el próximo jueves.
Pelota parada
En muchos de los textos de este nuevo laburo de Santiago Garat la pelota sigue rodando, como le ocurre a él mismo todos los días en su cabeza y por sus venas. Pero en algunos otros, la pone bajo la suela y encara otros temas. “En el primero –dice en referencia a El sol era la pelota– sí busqué, o me impuse de alguna manera, escribir de fútbol. Era el primero y entendía que necesitaba un hilo que uniera todo, más allá de que hablara de un montón de otras cosas, quería contar desde el fútbol o con el fútbol como protagonista, como herramienta, como hilo conductor”. Pero ahora rompió con esa especie de reglamento “así que hay de todo”, según adelanta.
Lo que no se negocia es el estilo: “Hay sí cuestiones que me atraviesan, como los derechos humanos, los pibes en los barrios, la cancha, el fútbol, los hinchas, que tienen un lugar muy importante en mi vida”. Por eso, dice que Nos espera el mar “es mucho más diverso, pero es muy parecido al otro, son textos breves, la mayoría de una página”.
En cuanto a la elaboración, revela que “empiezo a escribir y no sé dónde va a terminar. No es que tengo un final y me invento personajes para llegar a ese final y a ese remate, no. Empiezo a escribir «hoy es sábado y llueve…» y no sé cómo pero empiezan a salir las cosas, y en algún momento termina. Nunca me obligué a estirar o a darle más vuelo a un personaje o a un escenario. Hay algunos que son un poquito más largos, porque a veces me gustan y me salen, pero en su gran mayoría son de una página”.
El nombre que le dio a su libro lo encontró en el texto Fui. “En un momento me di cuenta que en muchos de los relatos aparecían el río y el mar, que evidentemente son figuras e imágenes que nos quedan muy grabadas, nos impactan de chico, nos conmueven de grande. Nosotros tenemos acá el río, pero todo va hacia el mar”, explica el también conductor del programa radial Poné la Pava. Sobre ese “poema o texto muy cortito, no sé cómo definirlo”, que está segundo en el índice, adelanta que “termina diciendo eso, que primero somos personas, después un bicho, un mueble, un blister de Clonazepán y nos vamos todos por la misma rejilla al río”. Y cierra: “El consuelo en esta noche eterna, es que nos espera el mar”.
Con esas ideas fue Garat a pedirle “con mucha vergüenza y caradurez” a Tomás D’Espósito que le dibuje la tapa. “Lo conocí a Tomi, no personalmente porque vive en Europa hace muchísimos años, pero desde chiquito lo seguía a través de sus dibujos, de historietas que leía de la revista Fierro, las que salían acá como El Ángel de Lata, tenía personajes maravillosos que me volaban mucho los pelos”. El contacto llegó por su esposa, Mariana Hernández Larguía, que “es una compañera eterna de los derechos humanos y que me conoce desde chiquito y me tiene mucho aprecio a mí y a mi familia”. El primer obsequio fue “una obra de arte” con la imagen de su papá, que primero pensó como tatuaje y quedó como cuadro. “Lo tengo –cuenta– en el mejor lugar de mi casa. Es mi viejo que se está abriendo la camisa como si fuera un superhéroe, con unas alas atrás”.
Después pegó onda, y fue por la ilustración de la portada: “Le conté mínimamente por donde venía, le mandé el poema del que había salido el nombre, le dije que había mucho Rosario, mucho río, que no se guíe por la palabra mar, y me devolvió otra obra de arte que es un barco-Monumento (a la Bandera) navegando por las aguas del río Paraná. Es brillante”.
Nada como ir juntos a la mar
«A mi viejo» reza la página inicial de El sol era la pelota. «A Juane», la de Nos espera el mar. Ambas dedicatorias también anticipan que los grandes afectos del autor serán protagonistas en las páginas de sus textos. Es que la de Juane Basso y la de Eduardo Garat son “de las pérdidas más grandes que tuve en mi vida”, según confiesa en este periódico del que es parte. “Fue un año difícil, fue lo peor que me pasó, el modo en que nos pasó, jugando a la pelota, con amigos”, rememora sobre lo ocurrido en marzo pasado con el periodista y referente de los derechos humanos. “Sí me impuse que el libro tenía que salir este año. En lo primero que pensé fue en sacar el libro este año y dedicárselo a Juane”. Y si de afectos se trata, agrega: “Este libro, al igual que el otro y que todo lo que hago en mi vida laboral, es parte de la cooperativa La Masa, lo hacemos de manera colectiva, lo militamos, lo difundimos, lo diagramamos. Y Juane no podía no estar, por eso se lo dediqué”.
Su viejo, abogado y militante de Montoneros secuestrado en abril de 1978, víctima del terrorismo de Estado, también tiene su lugar en este flamante ejemplar. “Hay un poema de mi papá que escribió estando preso. Lo difundimos en el primer homenaje que le hicieron, hace más de 20 años, en la facultad de Derecho, cuando le pusieron su nombre a un aula. Y sobre ese “extracto de algo más largo” que se lee al final del libro, agrega: “Lo usamos para los volantes que repartíamos en aquel momento, para los afiches que pegábamos anunciando que se venía el homenaje. Y me parecía que tenía que estar. En el primero puse un dibujo que le habían regalado los presos que compartieron celda con él en el 74, y en este me di el gusto de poner el extracto del poema”.
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