A medio siglo de la Palomita de Poy con la que Central le ganó la semifinal a Newell’s y quedó a las puertas de su primer título, Carlos Fechenbach, comentarista radial del único registro sonoro que perdura, rememora esa jornada histórica.

“Clara la maniobra de Aymar, el pase a González que avanzó sin marca por el sector derecho, el centro medido, al medio del área, palomita de Aldo Pedro Poy, abajo, al rincón, a la derecha de Fenoy, y Central se pone en ventaja en la que fue, tal vez, la jugada mejor concebida de todo el partido”. Con esas palabras, Carlos Fechenbach narró en vivo y en directo el tanto de Aldo Pedro Poy que se transformaría en leyenda. Fechenbach era el comentarista de la transmisión radial de LT2 por la que seguramente miles de rosarinos y rosarinas, que no pudieron viajar a Buenos Aires, siguieron las alternativas del clásico de los clásicos disputado el 19 de diciembre de 1971. El relator, el recordado Oscar Marino, había gritado segundos antes: “Lo vieron solo, no sé si lo vio Aimar, ahora sí, a González, llega sólo como puntero derecho al borde de la mitad de la cancha, llega el centro muy cerrado, entra Poy, cabeceó, golllll (de óptica Llorente), golllll de Rosario Central. Se zambulló Aldo Pedro Poy con un golpe de cabeza abajo, lo batió totalmente a Fenoy. Clavados los 10 minutos, 1 a 0”, interrumpido por Daniel Aleart, locutor comercial de turno, con la publicidad de la reconocida empresa oftalmológica de la ciudad.

“Eran otros tiempos. El líder de la hinchada de Newell’s, conocido como El Loco Pica, era empleado del diario La Capital. Vos pasabas en la madrugada y estaba empujando bobinas en la calle. El más famoso de la hinchada de Central, el Tula, terminó con una chapa política en el Senado de la Nación. Le consiguieron un puesto ahí. Qué quiero decir con esto: que eran épocas en las que no había tanta violencia”, destaca Fechenbach, con una memoria a prueba del paso del tiempo, y argumenta: “Para ese clásico en la cancha de River, Ferrocarriles Argentinos fletó un tren especial, en el que viajaron hinchas de Newell’s y de Central, periodistas, ¡y no pasó nada!”.

San Menutti

A diferencia del Negro Roberto Fontanarrosa, que en su magistral cuento 19 de diciembre de 1971 asegura: “Yo no sé si vos te acordás lo que era Rosario esos días anteriores al partido. Y te digo esos días, desde semanas antes se venía hablando del partido, la ciudad era una caldera. Porque eso era lo que era la ciudad: una caldera”, Fechenbach indica que “en los días previos se hablaba como siempre antes de un clásico, vos podés cambiar la fecha y repetir el comentario pasado”, pero asevera: “Lo importante para la gente era que esa palomita clasificaba a Central a una final, y que gracias a eso salió campeón. Fijate que de eso casi no se habla, si le preguntas a un tipo quién les hizo los goles a San Lorenzo (en la final) nadie sabe”.

En lo que sí coinciden Fontanarrosa y Fechenbach, es que el favorito en aquel clásico de los clásicos rosarinos que paradójicamente se jugó a 300 kilómetros de nuestra ciudad, era el conjunto rojinegro. “La verdad hermano, con una mano en el corazón, tenían un equipazo! Un equipazo de padre y señor mío! Hay que reconocerlo! Jugaban y daba gusto, buen toque, te abrochaban bien abrochadito. Marito Zanabria, el Mono Oberti. Dios querido, el Mono Oberti, qué jugador! Silva, el que era de Lanús, el albañil, Montes de cinco, Santamaría, el Cucurucho. Qué se yo, era un equipazo! Un equipazo, hay que reconocerlo. Y la lepra se corría una fija”, escribió el creador de Inodoro Pereyra y Boogie el Aceitoso. “El que la pasó mal fue el arquero de Central, que era Menutti”, certifica Carlos, y después de que se le escapa un “«lo trajimos» de Los Andes”, argumenta: “Fue figura e hizo tanto como Poy para el triunfo de Central. No se equivocó nunca. Newell’s atacó mucho más, mientras que (Ángel) Labruna armó un esquema bastante conservador”. Y para justificar el subtítulo anterior, se vuelve a colar el relato de Fontanarrosa: “Decí que ese día, Dios querido, yo no sé qué tenía el flaco Menutti que sacó cualquier cosa, sacó todo, vos no quieras creer lo que sacó ese día ese flaco enclenque que parecía que se rompía a pedazos en cada centro”. 

“No es que Newell’s lo bailó a Central, pero Menutti sacó dos o tres increíbles –retoma Fechenbach, que se inició en el periodismo de casualidad y realizando crónicas de béisbol–. Sí, tuvo más la pelota y creó más situaciones ofensivas que Central, que apareció en el momento justo: Aimar le pasa la pelota al Negro González, que mandó un centro espectacular. Tomá, hacelo, le dijo, y eso que fue al segundo palo, no fue un centro corto. Y el fútbol tiene eso, que una pelota te puede definir un partido o un campeonato”.

Sobre el defensor uruguayo, el futbolista que más veces vistió la camiseta de Central en la historia del profesionalismo, Fechenbach remarca: “El Negro sabía con la pelota y aprendió a quitar y a marcar. Tenía lo que muchos marcadores de punta no tienen, que es buen manejo, buena técnica, por eso siempre fue titular”.

Vuela, Aldo, vuela

“El 19 de diciembre de 1971, Aldo Pedro Poy corrió inútilmente una pelota que se iba afuera por detrás del arco de Ñuls, y le gritó a un fotógrafo que había alistado su máquina en vano: «¡Prepará la cámara que en la próxima jugada hago el gol!». Y lo gritó fuerte para que el Loco Fenoy lo escuchara”. Después, la historia es conocida. Fontanarrosa no se refirió a aquella semifinal solamente en su cuento –quizá el mejor de los que se haya escrito sobre fútbol– que protagoniza el Viejo Casale. También lo hizo en su libro No te vayas, campeón, en el que el hoy concejal de la ciudad le confiesa: “Es que en todos los ataques le decía lo mismo a Fenoy”.

La Palomita de Poy es tan famosa que hasta figura, bajo ese nombre, en Wikipedia. Y de tantas repeticiones que se han hecho, con el propio Poy en Rosario y en el mundo, algunos temen que falle: “Un amigo mío –cuenta Fontanarrosa– canalla fanático, cuenta que suele tener una pesadilla recurrente: «Sueño que el Negro González, en lugar de tirar el centro, engancha hacia adentro. Y me despierto transpirando»”.

Pero don Carlos Fechenbach asegura que “eso de la palomita vino después, porque antes se festejó el campeonato” que Central le ganó a San Lorenzo días después. “Más adelante nos dimos cuenta del significado de la palomita. Que fue en blanco y negro en la televisión. Si se hubiera producido en la actualidad, tendríamos una imagen soberbia, y ver bien el vuelo del tipo. Pero chiquitito y en blanco y negro, no luce”, admite.

Por eso, Poy la recrea a color y pese al paso de los años, cada 19 de diciembre. Sobre esa teatralización, el Negro Fontanarrosa aseguraba que solía “comentarle al Aldo que es una suerte que no se hubiese tratado de una chilena. De haber sido así, con seguridad, ya se hubiese desnucado en alguna de las tantas repeticiones”.

Más allá de esa victoria en semis, este histórico periodista asegura que ese campeonato “va a quedar para la historia porque fue el primer campeón del interior. Después hubo muchos, pero Central tiene el privilegio de haber sido el primer equipo del interior que logró un título nacional”.

El corazón delator

“Claro, cómo no voy a estar nervioso, uno tiene su corazoncito también”, confiesa este socio vitalicio de Rosario Central, y quien aquella vez tuvo que cambiar pasión por profesionalismo. “No podía decir públicamente que era de Central”, aclara, y sigue: “Con Newell’s no tenía problemas, iba a la cancha y no había drama. Nunca manejé intereses extraños, siempre me dediqué a lo profesional. Tenía buena relación con todo el mundo, con algunos muy buena relación”, como fue el caso de Walter Cattaneo, ex presidente leproso que llevó a Maradona a la institución del Parque Independencia: “Trabajé dos años en Tribunales y ahí lo conocí, nos hicimos muy amigos y él sabía que yo era canaya. Pero creo que fui lo suficientemente objetivo como para no molestar a nadie. Tiene que haber gente hincha de otro club, sino no habría partidos, jugarían a otra cosa”.

La sangre azul y amarilla que le corría por las venas no le tapaba los ojos: “Uno de los jugadores que más me impresionó siempre fue Mario Zanabria, un volante ofensivo de lujo”. Y de Newell’s.

También destaca “a los buenos delanteros que tenía Central, hacían goles, como Gramajo por un lado, el Aldo por el otro. Estaba el Negrito Bóveda”. Y en general, no se sale del libreto: “Pelé, Maradona y ahora Messi. Cualquiera de los tres me da lo mismo”.

La patria periodista

En la época que Carlos Fechenbach se inició en el oficio de cronista, la Plaza de la Cooperación (ubicada en Mitre y Tucumán, y también conocida como plaza Che Guevara por el mural que recuerda la figura del revolucionario) era un mercado en el que laburaban –de carniceros y verduleros– muchos ¡beisbolistas! Este hombre ya retirado hace un tiempo de los micrófonos recuerda que “el padre de un compañero mío de la escuela era director técnico de béisbol, donde es muy importante el anotador, como en el básquet, y me llamó”. El tipo que lo convocó ya tenía antecedentes de Carlos. “Mi viejo era futbolero, jugó hasta tercera división en Alemania. Yo escuchaba el final de los partidos y le preparaba un resumen”, comenta este hombre que años más tarde crió a su hijo Guillermo en la misma profesión.

Como planillero pasaba información de los partidos al diario La Capital, tal lo dispuesto por la Asociación de Béisbol. “Después, alguien se enteró de que yo vivía a dos cuadras del diario y del club, y me enchufaron a mí para hacer relaciones públicas y escribir el comentario de cada partido de los domingos”, sigue. La oportunidad de escribir sobre fútbol no tardó en llegar: “Hete aquí que un día voy, hago lo mío de béisbol que ya era rutina los domingos a la tarde, y viene el jefe de deportes y me pregunta si me animo a escribir de otra cosa que no sea el béisbol. Sí, me animo, le dije. Y me dice: «Bueno, le voy a dar para que haga un pequeño suelto del partido Boca-Tigre». Y le dije, don Victor (Mainetti), yo no lo vi al partido, vengo del béisbol. Y me responde: «vos venís del béisbol, yo vengo del hipódromo», era un burrero de la puta madre”, dice y suelta una carcajada.

Esto transcurrió en el año 57. “Después me hizo ir todos los días y empecé a cobrar guita. A los 20 años ganaba lo mismo que los otros porque pagaban 500 pesos por semana a todos. Y yo que era un pichón cobraba igual que los padres de familia”. 

“En el 63 cerró el diario y con Mainetti aterrizamos en LT2, Campana de largada, un programa que duró unos 20 años. Al fútbol llegué por Imágenes deportivas. En el 68 empieza De 12 a 14 en Rosario, el productor era un hombre de Buenos Aires. El ayudante de él era el padre de Marcelo López Masía. Y ahí empecé a comentar fútbol, también hice vestuarios”.

El ítem que nunca logró completar fue el de relator, compleja tarea si las hay dentro del periodismo deportivo: “Una vez me tocó improvisadamente relatar en la cancha de Boca, desde el 4° piso, arriba de todo. Héctor Vidaña se quedó en el camino con el auto y tuve que relatar yo. Desde esa altura no se veían los jugadores. No sabía relatar, así que sólo hablaba más rápido. Muchos habrán cambiado de radio. La situación técnica era terrible, era todo una aventura”, rememora este histórico comentarista que secundó en las cabinas de transmisión a Pablo Zaro, Domingo Benevento, Rodolfo Raviolo, entre otros relatores.

De su larga trayectoria en el rubro, Fechenbach recuerda su presencia en la final de Copa Libertadores que disputaron en Uruguay Peñarol y Estudiantes, con victoria Pincharrata. “A Miguel Domingo Aguiló, que producía comercialmente las transmisiones, le gustaba viajar. Y cuando tenía algún mango iba a transmitir cualquier cosa. Así fuimos a transmitir esa final, en la que me abracé con el Indio Jorge Solari. El otro día lo recordaba con él”. Y también: “Me tocó vivir los partidos del Mundial 78, una linda experiencia. Yo era jefe de la sala de prensa del estadio, que estaba toda equipada con máquinas de escribir, teléfonos, y me di el gusto de ver la final en cancha de River con mi mujer, porque conseguí dos entradas”.

Por último, cuenta que con el tipo del mundo de la redonda que más gusto le dio hablar fue con José Coco Pascuttini. “Fue con el que más charlas tuve, hablábamos de cualquier cosa, no sólo de fútbol. Él no es un tipo muy charlatán eh. Con el Aldo también hablé mucho”.

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