Son alrededor de veinte mujeres que cantan mirando al Paraná. Se formaron un veintinueve de agosto de hace 6 años en Rosario y hacen del canto colectivo, de la ronda, un universo de expresiones sonoras. El grito desgarrado, las penas, las dichas, la Pacha.
Si se muere Pachamama
con ella me muero yo
sin agua y sin territorio
donde pongo el corazón
Las Copleras del Paraná cantan de cara al río. Cada golpe en la caja es un latido que suena con fuerza desde lo más profundo de la tierra. A veces suena a quejido, a grito desgarrado del alma. Se acoplan sus voces y algo emerge en ese instante de ronda colectiva. Son alrededor de veinte, todas mujeres de distintas edades. El grupo surgió un 29 de agosto de 2015 en Rosario y desde entonces se encuentran a cantar coplas, a escribir, a rondar y a participar de diferentes eventos sociales, resistencias socioambientales y festividades alrededor de la Pacha.
Todo comenzó de la mano de Élida Pfleiderer. Podría decirse que fue esta reconocida música flautista de Rosario la que inició la transmisión de un sentir popular, de un saber ancestral que tiene fuertes raíces en nuestro norte argentino. En sus recurrentes viajes, Élida se apropió de las coplas, cantó junto a mujeres copleras del país como la gran Eulogia Tapia o Mariana Carrizo, aprendió su técnica pero fundamentalmente su sentido político, su latido. Ella dice que para cantar coplas lo fundamental es la expresión: “acá nadie desafina, es cantar con expresión, cantar desde lo más profundo. Que lo sientas”.
Élida fue una de las fundadoras de la Orquesta Folklórica Municipal de San Lorenzo. Allí, a comienzos de los años 90 empezó a dar talleres de copla, inspirada en sus viajes al norte donde compraba cajas para traerlas a Rosario. Élida también fue la precursora de las orquestas folclóricas infantiles en la parroquia San José Obrero donde en vez de violines, los niños y las niñas utilizaban instrumentos autóctonos, muchos traídos de la quebrada humahuaqueña.
La tierra incendiada
En Rosario encontró una territorialidad que abunda en sus coplas. El río, el agua, la tierra incendiada. Eso mismo supo transmitir al grupo de mujeres que desde hace 6 años integran Las Copleras del Paraná. “Yo no enseño técnica porque no hay. Tenés que escuchar y encontrar vos misma tu sonido”, explica.
Las Copleras se encuentran a cantar y a tocar la caja. Cada encuentro es una celebración: no son ensayos, refuerza Élida . “Es un canto colectivo, una ronda de mujeres”, donde las voces y los latidos se potencian: “Lo mejor es el disfrute, el goce, la energía de ese momento”.
Una y otra vez, Élida sostiene que para cantar coplas, la clave está en el sentir, en el cuerpo, en la vibración. “Leda Valladares dice que en el canto colectivo, en la rueda, cada voz se va haciendo una gran voz. Que va más allá de una misma. Que conecta desde la tierra al cosmos. “Se convierte en una dulce embriaguez de unidad, pertenencia y alegría, de movilización conjunta, de desplazamiento conjunto”, dice Élida citando a la maestra, a la gran divulgadora del canto ancestral. Leda Valladares fue una de las artistas vitales para la recopilación de la música folclórica andina. A 100 años de su nacimiento, los homenajes se multiplicaron. También Las Copleras le rindieron culto cantando sus coplas.
Leda Nery Valladares Frías fue la mujer que visibilizó el canto con caja y lo popularizó a través de sus trabajos de recopilación e investigación. Pionera en su arte, puso en primer plano a una música postergada, acallada y poco visibilizada: la copla. “Ella me decía cantá, cantar coplas es cantar lo que te duele, lo que te conmueve, lo que nace del corazón, lo que necesitamos expresar y eso no tiene una forma de cantarse o de decirse. Eso en cada una o en cada uno tiene su propio color. Para mí ese fue el primer encuentro con la música ancestral y fue el que me llevó, inevitablemente y felizmente, al encuentro con mi propia ancestralidad, con mi propia historia con respecto a la música. Mi familia es del litoral, y reconocer las raíces guaraníes, esas voces que han quedado tapadas por la historia de colonización, por la propia historia, esa voz apagada, y creo que el canto ancestral es una manera de acercarnos nuevamente hacia esos lugares tan ricos, tan profundos y tan auténticos, esos sonidos que han quedado ahí en el tiempo”, cuenta la cantante Soema Montenegro. Para la coplera Mariana Carrizo, “su trabajo sirvió para la difusión de la copla entre las personas de la ciudad y que quizá nunca hubieran sabido de ella. Leda mostró las coplas en la ciudad, especialmente en Buenos Aires, a través de ese canto, una postal de las entrañas de las gentes que pertenecemos a ese mundo, como ella dice; penetró en las raíces.”
Esa recuperación de la memoria ancestral es lo que Élida intentó hace ya varios años atrás, hacer en Rosario. El grupo Las Copleras hoy continúan ese legado y el aprendizaje se transmite en cada ronda, en cada encuentro donde la caja suena al ritmo de un sentir, de un latido, de la voz colectiva.
El territorio
El Paraná no es un río
es un cielo azul que viaja
en ese cielo resuenan
mis cantos, coplas y caja
Las letras tienen una identidad propia: aunque la estructura de una copla sea la misma en todas partes, su contenido, su canto, está atravesado por el territorio de las copleras que lo habitan. “Nosotras siempre estamos cantando mirando al río. Es lo que genera también esa energía. Te da más fuerza”. Esa fuerza se transmite no sólo a través de la voz: el toque de la caja es el instrumento indispensable de toda coplera. “La Caja se identifica también con la mujer, tiene mucha significación en la cultura ancestral. Nos liga a la tierra, es nuestro latido: el latido del corazón y de la tierra. Cuando a veces algunas mujeres van con sus hijos a los encuentros y no llevan la caja, simplemente se golpean el pecho”, cuenta Élida .
Gozar, vibrar, pertenecer, encontrarse, rondar, cantar en colectivo. Eso hacen las Copleras cada vez que arman una rueda en alguna feria, frente al río, o en una movilización como la que hicieron hasta Buenos Aires para exigir el urgente tratamiento de la ley de humedales en el Congreso. Porque todo canto es político y ellas lo saben. “Somos copleras”, dice Élida: “Cantamos desde lo profundo del alma”.
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