En el inicio del torneo local, el Canaya empató 1 a 1 ante Arsenal, en Sarandí. Sebastián Lomónaco aventajó al local, y Marco Ruben –cuándo no– lo igualó, ambos de cabeza y todo en el primer tiempo.

En un pésimo campo de juego, más parecido a un potrero (con el perdón de los buenos potreros), Rosario Central y Arsenal empataron en el Viaducto. El encuentro no estuvo exento de polémicas.

En una de las primeras jugadas del partido, Arsenal durmió a Central, muy inactivo en defensa, un sector que le preocupa al entrenador Cristian González, que pide a gritos que se cierre el arribo de Juan Cruz Komar, sobre todo luego de perder en esa posición a Gastón Ávila.

A los 10’ hubo dos cabezazos en el área auriazul, y la ley que reza que cuando eso ocurre hay gol, Sebastián Lomónaco la hizo cumplir. El atacante recibió casi en soledad y dentro del área chica, y sólo metió la cabeza antes de salir a festejar.

A los segundos de sacar del medio, Marco Rubén avisó que está en plenitud, y que es un verdadero peligro en el área. En esa primera no llegó a conectar un pase al medio, y en otra no pudo puntear con fuerza un rebote tras un disparo de Gino Infantino.

Pero a los 32’, en una jugada de pelota parada, el sutil Emiliano Vecchio le puso un pase en la frente al goleador, que esta vez no perdonó. 

El auriazul, aunque con predominio del blanco la camiseta que usó en el estadio Julio Humberto Grondona, seguía padeciendo algunos desajustes en la última línea, sobre todo en jugadas detenidas, que significaban un dolor de cabeza.

En el segundo tiempo, recién en el último cuarto Central tomó las riendas del partido. Antes, ambos equipos se prestaron mucho la pelota, y la acción estaba lejos de las áreas. Pero al cumplirse la primera media hora, un Ruben habilitado puso en ventaja a los suyos, pero el línea levantó el banderín, por considerar que Walter Montoya –adelantado– estorbó la visión del arquero Axel Werner, quien ya iba resignado a buscar la pelota al fondo de la red.

El equipo del Kily siguió buscando, ya instalado en campo rival, pero los intentos no fueron suficientes. Lucas Gamba casi convierte el gol de su vida al picarla de espaldas, y la pelota cayó cerca del ángulo. Y eso fue todo.

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