Volás por izquierda y por derecha con un andar desgarbado, como una especie de tero con la mano en los anteojos.
A la ida o a la vuelta, en tu auto suena Soundgarden, te copa Tom Morello cuyos solos se parecen a vos en una cancha de fútbol. En esa cancha de fútbol, de 7, con mucha más piedra que pasto, tu rendimiento se ve enlazado a si activaste a ponerte los lentes de contacto o si viniste así nomás.
No sos de los que se eligen primero pero definiste tantos partidos que nunca te dejan suelto de marca. Jamás prepoteaste a alguno amagando a fajarlo, jamás se te escuchó recriminar un error. Hay muchas formas de enseñarle a los pibes y yo te puedo decir como pibe que creció viéndote, que la tuya es la mejor.
Adentro y afuera de la cancha.
Adentro, demostrabas una rapidez promedio, que para nuestro grupo de eternos aficionados al fútbol no era nada despreciable, y una técnica deambulante pero de gran precisión, muy buen centro, lindo enganche, definición y hasta desborde.
Afuera, una mirada que me atravesaba el alma sacándome cualquier personaje social que quisiera interpretar frente a vos e invitándome a expresar lo que realmente pienso sobre variadisimos temas de conversación, ya que ninguno, nunca, lo subestimaste.
Adentro de la cancha, un día me salieron un par de boludeces de pedo y te dejé mal parado. Ante los gritos de odio de un boludo que jugaba con vos, te defendiste: “¿Qué querés que haga, si la rompe?” Quizás lo más lindo que me dijiste.
Afuera, mi viejo eligió al mejor para mejor amigo y recién ahora se me ocurre pensarte mi tío, ahora que ya no estás, porque un día entraste a la cancha y no saliste más, y ahora que me doy cuenta que yo pensaba que no y sí eras una persona importante en mi vida.
Te fuiste jugando al fútbol con tus amigos, con el alma abrigada por la esperanza de una victoria final al partido que con tus recursos venís jugando contra la injusticia de los que riegan de piedras y vidrios nuestra canchita de tierra.
* Músico y asociado a la Cooperativa La Masa.
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