El odio una noche se convenció a sí mismo de que era el sentimiento más grande y puro del universo. Salió por los poblados a predicar los sufrimientos padecidos por quienes se enamoraban de otras personas o abrazaban causas nobles y les transmitió lo cómodo que podía ser no sentir empatía por nada ni por nadie. “Cuidá tu quintita y mientras la quintita no se venga abajo, dormirás tranquilo”, vociferaba a quienes quisieran o no tuvieran otra que escucharlo. Explicó con miles de argumentos que tratar de transformarle la realidad a quienes la pasaban mal era una pérdida de tiempo y un desgaste tal que les haría perder de vista sus propios objetivos. Así consiguió que muchos y muchas lo siguieran y hasta prendieran antorchas y sacaran a relucir pancartas con consignas del tipo: “El amor es triste y doloroso” o “Todos somos el odio”. Alguien le sugirió que contratara heraldos, mensajeros que multiplicaran su discurso y así poder llegar a más lugares y personas. Esa estrategia surtió efecto y los odiadores proliferaron y se volvieron seriales. Cuando se sintió completamente seguro de su victoria final, el odio retó a duelo al amor en una plaza. Desde muy temprano, la plaza se llenó de abuelas que amaban a sus nietos, de madres que amaban a sus hijos, de hermanos que amaban a sus hermanos, de vecinos que amaban a sus vecinos y de pueblos que amaban a sus pueblos. La luna, esa noche, se cagó de risa y brilló más que nunca en sus millones de años de existencia. Levantó los ojos al cielo de las lunas y se fue a dormir tranquila. Y enamorada.

¡Sumate y ampliá el arco informativo! Por 500 pesos por mes recibí todos los días info destacada de Redacción Rosario por correo electrónico, y los sábados, en tu casa, el semanario El Eslabón. Para suscribirte, contactanos por Whatsapp.

Más notas relacionadas
Más por Santiago Garat
  • El amigo nuevo

    Detenerse en el principio, a modo de prólogo, implica preguntarse cómo aparece un nuevo am
  • Memoria y corazón

    Yo no sé, no. Manuel llegó gritando: “¡La verdulera me dijo que por la escasez de lluvia e
  • Revisitando a Sábato

    Hace más de 50 años leí Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato. Recuerdo que me impresio
Más en Columnistas

Dejá un comentario

Sugerencia

El amigo nuevo

Detenerse en el principio, a modo de prólogo, implica preguntarse cómo aparece un nuevo am