El entrenador y héroe del flamante campeón de la Copa Argentina, Patronato, habla de sus otras pasiones: el yoga, el triatlón, la natación, la literatura, la batería, la psicología social. Es amigo de Sacheri y también escribe.
Roberto Gómez Bolaños, creador de entrañables personajes como el Chavo del 8, Chespirito y tantos otros, está sentado a la mesa junto con Jorge Guinzburg y Carlos Abrevaya, conductores de La noticia rebelde. Este último le pide opinión sobre superhéroes como Superman y He-Man. “No son héroes”, le responde, tajante, el mexicano. Y le dice que “héroe es el Chapulín Colorado”, otra de sus emblemáticas creaciones. Le dice también que “el heroísmo no consiste en carecer de miedos, sino en superarlos”, y que “Batman, Superman son todopoderosos, no pueden tener miedo”. Y que, en cambio, el Chapulín “se muere de miedo, es torpe, débil, tonto”, y que “consciente de todas esas deficiencias, se enfrenta al problema”. Y remata: “Otra de las características de los héroes es que pierden muchas veces, aunque luego sus ideas triunfan”.
Patronato de Paraná, pese al campañón que se mandó en el torneo local, perdió la categoría semanas antes de disputar y ganar la final de la Copa Argentina. “La aceptación de la derrota es lo que hace disfrutar más del triunfo”, escribió en 2010 su entrenador Facundo Sava, en su libro Los colores del fútbol. Por eso, cuando el periodista de la tele pensó que el “trago amargo” del descenso podría empañar tamaño título, el Colorado lo negó rotundamente. Tal como marcó en su autobiografía, la derrota no es una enemiga “porque, en definitiva, la vida es un juego donde se gana y se pierde”. Es más: se hizo definitivamente hincha de Racing cuando vio llorar a su padre por el descenso del 83.
En su carrera alternó buenas y malas. Debutó y se retiró en Ferro, no le fue bien en su breve paso por Boca, se reivindicó en Gimnasia, Racing y Arsenal, y llegó al Fulham inglés. Jugó en el Celta y el Lorca en la segunda división española. Ascendió jugando para Quilmes y descendió dirigiendo al Patrón. “Es fundamental que se hable de perder para asumir lo que representa. Es parte de la vida, de este juego. Uno nace y muere, gana y pierde. En el medio, juega”. Que no panda el cúnico, diría el Chapulín.
En diálogo con El Eslabón, este psicólogo social y DT que clasificó a Patronato a la Copa Libertadores habla de sus otras pasiones, como el yoga, el triatlón, la natación, la batería, la literatura, la fotografía. Hijo de padre mimo y madre maestra jardinera, amigo del Sacheri previo a ser escritor, el Colo sabe tanto de sistemas tácticos como de la obra de Enrique Pichon-Rivière. Y sobre el reciente título, el primero como técnico, afirma: “Es todo muy lindo y divertido”.
Ta ta ta…
En su Ituzaingó natal, Facundo Sava soñó despierto con ser futbolista a través de la voz de Víctor Hugo Morales que despedía la radio portátil que siempre llevaba pegada a la oreja. En su familia, la pelota importaba menos que el teatro, la gran pasión de don Alberto Sava, fundador del Frente de Artistas del Borda, mimo, psicólogo social e impulsor de la desmanicomialización.
Sus sueños se empezaron a hacer realidad en Caballito, donde vistió la verde de Ferro y donde conoció a quien sería su gran mentor, Carlos Timoteo Griguol. En aquellos primeros pasos como profesional, intentó largarse solo, sin representantes. “Mirá, vos jugaste cinco partidos, nosotros te queremos hacer contrato pero tampoco creemos que nos vamos a salvar con vos”, le devolvió la dirigencia de entonces. “De esa reunión salí con lágrimas en los ojos”, recuerda. Le habían ofrecido el mínimo, más viáticos. Cuando marcó el gol 100 (en un 2 a 2 entre Racing y Rosario Central), recibió una invitación de lujo: fue al programa de Víctor Hugo, que con su característico “ta, ta, ta…” previo a cada gol, habrá gritado unos cuantos del Colorado. “Era la primera vez que lo veía en mi vida”.
Salvo de arquero, Sava pasó por todas las posiciones de la cancha. Jugó de volante central, por la izquierda, de enganche y hasta de zaguero. En la previa a un partido ante Colón, le propuso a Gregorio Pérez, DT del Lobo, que lo ponga de 9. “Yo me animo”. Y mal no le salió: aquel partido entre triperos y sabaleros será recordado por el 6 a 6 final, y por los 4 goles que marcó el nuevo centrodelantero. No contaban con su astucia.
Yoga bonito
“El yoga me sirve, me hace sentir bien mental y físicamente, y todo lo que puedo ayudar a los jugadores con las herramientas que el yoga te da, los ayudo”, le dice a este medio Facundo Sava. Esta disciplina, de la que pretende ser instructor, la practica todos los días, al igual que el nado en aguas abiertas, y en paralelo a la dirección técnica de fútbol.
En los momentos cercanos al retiro, escribió: “Si los jugadores creemos que la vida es el fútbol y nada más, estamos equivocados. Quien dice que inevitablemente se debe elegir entre el fútbol y el estudio está equivocado”. Por eso, a la par de los entrenamientos estudió fotografía, se recibió de psicólogo social en La Plata y probó con Ciencias Económicas, primero en la Universidad de Morón y luego en La Matanza. Colgados los botines, sus actividades físicas pasaron por el triatlón: “Sabía que iba a hacer algo con mi cuerpo, lo tenía planificado. Tenía dos amigos que hacían triatlón así que empecé”. La aventura por esta disciplina que nuclea natación, ciclismo y carrera a pie, duró dos años, hasta que se calzó el buzo y el silbato: “El ser entrenador me requería mucho y fui dejando algunas cosas”.
Pero este hombre todoterreno tiene la batería cargada: es que también se le anima al instrumento del bombo, platillos y redoblantes. ¿En alguna banda? “¡Naa, qué banda! Siempre cuando voy a ver los recitales me gusta ver al baterista. Fui a unas 30 clases para aprender. Y tuve que dejar porque no tengo tiempo. Pero soy principiante”, se ríe.
Colorín colorado
En el trayecto al estadio para disputar un partido con el Fulham, Sava sacó de su bolso el libro Psicología del jugador de fútbol, de Marcelo Roffé, para hacer más ameno el viaje. Enfrente suyo (“porque así estaban diseñados los ómnibus”) iba su compañero, el arquero neerlandés Edwin van der Sar, quien no sacaba sus ojos de la tapa de libro pese a no conocer el idioma. Es que él mismo aparecía en la portada luego de recibir el recordado cabezazo que le propinó Ariel Ortega en el Mundial 98. “Si ves la jugada otra vez te vas a dar cuenta de que yo fui a buscarlo, que me acerqué porque imaginé que me iba a pegar”, le confesó el uno entre risas.
Allí en Inglaterra también recibió el primer libro de Eduardo Sacheri, quien ya era su amigo. Y cuando leyó el cuento Esperándolo a Tito (que es el que le da el nombre al libro y que trata sobre un desafío futbolero barrial en el que un grupo de chicos espera hasta último momento a uno de los suyos, que ya juega en un club de Buenos Aires), no pudo menos que sentirse identificado. “Antes de que fuese famoso lo conozco”, aclara el Colo sobre el autor de La pregunta de sus ojos y ferviente hincha de Independiente, a quien ayudó con la novela Papeles en el viento. “Nos juntábamos en un bar y me consultaba muchísimas cosas. Sobre fútbol, venta de jugadores, periodistas y todo lo relacionado al ambiente interior del fútbol que aparecen en su libro, que por ahí la gente que no está metida adentro, lo desconoce. Así que toda esa información se la pasé yo, jaja”, le cuenta a El Eslabón.
La relación entre ambos arrancó en el barrio y no se separaron más. “Eduardo vivía en la esquina de mi casa. Bah, la casa de mi viejo. Tenía un amigo que lo conocía de una escuelita de fútbol en la que ambos llevaban a sus hijos. Y me lo presentó. Empecé a leer sus libros, a ir a su casa e iniciamos una relación”. El fanatismo de uno por la Academia y del otro por el Rojo no pasa de alguna gastada.
Facundo rememora que en su etapa de futbolista “no éramos muchos los que leíamos, los que estudiábamos”, y resalta que quienes hoy tienen esos hábitos “están bien vistos y tienen otras posibilidades más allá del fútbol, otra profesión, otros oficios”. Por eso destaca: “Creo que es muy bueno que lo puedan hacer”. Como DT, añade: “He tenido sí jugadores interesados por la literatura, pero no fueron la mayoría”.
Pero Sava no sólo fue lector. También agarró pluma y papel e hizo lo suyo. En 2010 publicó Los colores del fútbol (Ediciones Al Arco), que cierra con un cuento: El tren de Titta. El libro tiene prólogos de Víctor Hugo Morales y Marcelo Roffé y el aporte de Ariel Scher, quien invitó al Colo a presentar Fútbol en el bar de los Sábados en el mítico Café Tortoni, donde se recuerda una notable exposición e intercambio de conceptos del por entonces futbolista y la madre del autor, según le aporta a este medio el escritor y periodista.
El ex Racing y Quilmes también integró la primera lista de convocados para Pelota de Papel, proyecto literario-deportivo de ex y actuales futbolistas que ya va por su cuarto libro. Allí escribió el cuento El mozo y el sabio. “Ahora ya no tengo mucho tiempo para leer”, se lamenta, y anticipa: “Estoy escribiendo un libro, que me tiene bastante ocupado”. Se trata de una obra conjunta con quien fue su primer terapeuta, Fernando Fabris. En esas páginas se podrá leer sobre “psicología, psicología social, fútbol, liderazgo, manejo de grupo”, adelanta Facundo. “Lo tenemos ya medio cocinado. Pero este último mes no nos pudimos juntar”. Estaba ocupado, nada menos, que en ganar la Copa Argentina.
Movimientos fríamente calculados
Facundo Sava tenía apenas 6 años cuando ya jugaba a ser entrenador, usando figuritas de futbolistas para tal fin. En su etapa con los cortos, la idea no se le fue de la cabeza. Y tal como sospechó desde un principio, al año siguiente del retiro, comenzó su carrera de DT. “Mi idea es jugar la pelota al piso, ser ofensivos, asumir riesgos, jugar a uno o dos toques, buscar los espacios, sumar gente en posición de ataque”. No dijo esto viendo a su Patronato, sino antes de asumir en San Martín de San Juan, su primer club. En aquella primera experiencia y en la segunda, Unión de Santa Fe, incorporó a su cuerpo técnico al rosarino Matías Manna, actual asistente de Lionel Scaloni en la Selección.
Su máximo referente es Griguol, a quien tuvo en Ferro y Gimnasia. De él aprendió a anotar todo en cuadernos Gloria: “Distintos tipos de ejercicios, charlas de técnicos, videos que hemos visto, esquemas tácticos, pretemporadas, comentarios de compañeros, juegos hechos en el campo, estilos de conducción de los entrenadores que me dirigieron”.
Hacía minutos que era campeón de la Copa Argentina y a Sava no se le movía un músculo en sus primeras declaraciones a la tele. La procesión va por dentro, que le dicen. Hasta que el periodista le mencionó al Viejo y se quebró. “Pensar en él me emociona, me hizo debutar en Primera, me apoyó con el estudio. Mi segundo papá”. Aunque similar, esta no fue la respuesta ante las cámaras. Así definió a Timoteo en su libro.
Ser feliz era esto
Corría la 10ª fecha del torneo local y Patronato hacía todo lo que estaba a su alcance para ganarle a Barracas Central, club que presidió y apadrina Chiqui Tapia, capo de la AFA. Pero el arbitraje hizo lo suyo, y Facundo Sava explotó de indignación: “Me dan ganas de llorar, ir a mi casa y no dirigir nunca más en mi vida”. La vuelta a Paraná debió esperar, porque algunos de sus jugadores quedaron detenidos. Se aprovecharon de su nobleza. Pero no lograron doblegarlo.
Levantó dos copas en el fútbol, ambas como jugador: la Intertoto con el Fulham en 2002 y la Suruga Bank con Arsenal en 2008. La Copa Argentina es la primera como DT. “Lo estoy disfrutando mucho. La pasamos muy bien todos estos días, la fiesta con los jugadores, con las familias. Esa misma noche con la gente en la cancha, el viaje de vuelta y el recibimiento en el aeropuerto. Todo muy lindo y divertido”. Y cierra sobre su futuro, que aún no llegó: “Ahora a descansar un poco y pensar en lo que viene. No tengo nada definido. Hay que pensar”. ¡Siganme los buenos!
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