
Sos de la orilla brava que baja mansa en suave danza hacia el corazón. Sos del ritmo del río, de la gambeta sinuosa y lenta del Paraná. Pero a veces barroso, vas turbulento, ciego y oscuro, esperando el momento justo para brillar.
Como ayer, cuando le sacaste el cuchillo de pescador a ese bagre australiano allá en la orilla derecha del río. El pechazo te despertó, te dejó alerta sobre la escama del agua abierta. Viste que el río estaba bravo y que estabas cansado para volver. Con la sangre tensa, vadeaste la corriente hasta la curva del área, y desde ahí, escondido en el remanso Otamendi, la mandaste profunda al reposo vertiginoso del espinel.
Sos la calma de mis dolores, Cristo de los jugadores. Y de los hinchas sufridores. Sueño que alzás la copa y subís la luna en la canoa por un río sagrado de cincuenta millones de almas queriendo abrazarte corriente abajo, allá por el obelisco, donde a cada cuatro años el agua del río viejo se lleva nuestro canto lejos.
Cristo de las redes, no nos abandones, y en cada partido, déjanos tus dones. Dale, seguí remando, seguí pescando, que está aclarando y vamos jugando para vivir.
Homenaje a Lionel Messi, Jorge Fandermole y tantos artistas maravillosos que nos da el sagrado Paraná.
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