En vísperas de otro 24 de Marzo, Cristina fue reivindicada como víctima de los nuevos modos de hacer desaparecer a quien resista el modelo que pone en riesgo la continuidad de la vida en el planeta.

“Del partido militar al partido mediático judicial” fue el título y consigna convocante a la jornada del martes pasado en Buenos Aires en la que Cristina Fernández de Kirchner fue la principal protagonista y receptora de “emociones y caricias, después de tantos golpes y hasta intentos de tiros”, según agradeció al iniciar su intervención, que ofició de cierre de un panel compartido con otros dirigentes del continente de peso indiscutible. Con varios de ellos, como Evo Morales y Rafael Correa, la vicepresidenta de la Argentina comparte la condición de víctima del autoritarismo imperialista genocida del siglo XXI, que apela al lawfare y la incitación constante al odio y la fragmentación social  para “hacer desaparecer” de las disputas electorales a líderes y referentes de gobiernos y movimientos nacionales y populares, a los que entiende como escollos para la continuidad del modelo hegemónico de organización de la humanidad, que pone cada vez más en riesgo la continuidad de la vida del planeta.

“Podríamos hacer varias series de Netflix” sobre los detalles de los casos de lawfare sufridos en Latinoamérica, cotejó Cristina, en pos de remarcar el vínculo entre los avances de las persecuciones judiciales y su difusión a través de los aparatos comunicacionales que funcionan al servicio de los grupos concentradores de la riqueza y el poder político. “Las sentencias se escriben en los medios y después un fiscal o un juez firma”, sintetizó Cristina, para dar paso a un repaso de la cuestión abordándola más allá de lo novelesco, focalizando en la “perspectiva histórica” y en “los verdaderos objetivos del lawfare, como la criminalización de la política, pero no de cualquier política”, sino de la que puja por revertir la injusticia social propia del sistema capitalista.

“Este lawfare que inunda toda la región fue precedido por otros instrumentos: durante la Doctrina de la Seguridad Nacional, cuando el mundo se dividía entre este y oeste, las Fuerzas Armadas cumplieron el rol de interrupción de los gobiernos llamados populistas”, historió en ese sentido. Y apeló al ejemplo argentino: el peronismo y su modelo de acumulación pos guerras mundiales del siglo XX. “Soy hija de esa Argentina de la movilidad social ascendente, donde la hija de un trabajador accedía a la Universidad y hasta a la Presidencia”, situó, para recordar luego que el perpetrado 24 de marzo de 1976 es “el Golpe que marca a fuego y destruye ese modelo y ese patrón de acumulación, que no era solo económico sino cultural: era la Argentina donde se progresaba a partir del trabajo, donde se podía creer que si laburabas y estudiabas te iba a ir bien”.

Cristina no necesitó explicitar que, pese a todo, aquel modelo que llevó a que la clase trabajadora argentina llegara a acceder al 51 por ciento del Producto Bruto Interno nacional no está muerto del todo. Ese porcentaje comenzó a caer desde el 76, pero en el nuevo siglo volvió a subir hasta llegar al mismo nivel hace bastante menos, en 2015, cuando arrancó una nueva “oleada de neoliberalismo” cuyos efectos persisten incluso aunque desde 2019 haya vuelto a gobernar la coalición que la tiene como principal referente.

“El lawfare es ahora lo que el partido militar fue para los gobiernos populares de la década del 70”, señaló entonces, en tren de trazar los nuevos marcos de la misma puja.

“La persecución también es para disciplinar a dirigentes del campo nacional y popular. ¿Quién se va a animar otra vez a recuperar las AFJP o YPF, o a decirle que no al Fondo Monetario”, razonó después la ex Presidenta, que tuvo como respuesta del auditorio una nueva expresión coral del deseo de que vuelva a serlo, a la que interrumpió enseguida con un “no no no, esto no es tarea de una persona. Es tarea de una sociedad y de fuerzas populares y democráticas que deben organizarse”, devolvió.

No es la primera vez que la dirigente más representativa del movimiento nacional y popular en la Argentina advierte sobre los límites de su propio aporte a la causa. Claro que tampoco vale minimizar la trascendencia de líderes que encarnan los anhelos populares; y de hecho Cristina volvió a realzar el rol de su compañero Néstor Kirchner en el proceso que mantiene vivo -anque golpeado- al movimiento nacional y popular. Hasta aceptó complacida esa suerte de piropo que le brindó Rafael Correa, quien afirmó ver en ella “una maravillosa alquimia entre el pensamiento y la acción del general San Martín y Evita Perón”. Pero a su turno, Cristina retomó otro tramo de las citas históricas previamente ensayadas por el líder ecuatoriano, que recordó el vínculo entre el Santo de la Espada argentino y la “Caballeresa del Sol, la guayaquileña Rosita Campusano”, un “romance” silenciadísimo por la historia oficial argenta, esa que presenta a los próceres como bronces pétreos y lejanos y no como ejemplos a seguir cotidianamente, abonando eso de que el patriotismo es cosa de súper hombres o mujeres que ya no existen, de un pasado imposible de reeditar; así que la única que queda es el sálvese quien pueda y como pueda.

“Con lo que dijiste de Rosita Campusano, deben estar todos persignándose”, bromeó Cristina con Correa, para aludir a ese juego histórico hegemónico de broncear, simplificar y mentir para esconder o justificar y legitimar las estructuras de la injusticia, que no son cuestiones que tengan que ver con dioses o salvadores providenciales.

“Creanme que San Martín era un hombre como ustedes, nada más que tenía mucho coraje y mucho amor por la patria, que es lo que se necesita tener hoy y siempre”, fue cerrando Cristina su participación en la jornada del martes pasado en el CCK, convocada por el Grupo de Puebla, realizado en el marco del Foro Mundial por los Derechos Humanos que continuaba también al cierre de esta edición, que este nuevo 24 de Marzo volverá a marchar por las calles rosarinas, entre tantos hombres y mujeres de carne y hueso con vocación de próceres.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 24/03/23

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