El libro La era inicial de Julio Cosenza rescata la época previa a la fundación del club de Arroyito y sus primeros pasos antes de la etapa del profesionalismo a nivel nacional. Ferrocarriles, mitos y leyendas.

Entre rieles, galpones, locomotoras y vagones nace, en diciembre de 1889, el Argentine Railway Athletic Club, rebautizado más adelante como Club Atlético Rosario Central. ¿El 24? “No tenemos el acta y ninguna publicación de la época que indique que haya nacido ese día”, confiesa el diseñador gráfico e ilustrador Julio Franco Cosenza, devenido en historiador canaya, que presentará en los próximos días su primer libro La era inicial, en el que recorre el contexto de la ciudad que dio origen al nacimiento del club de sus amores, del que es socio desde la cuna. La obra histórica abarca en esta versión todo el amateurismo, y repasa mitos y verdades, leyendas dentro y fuera del field.

Un comienzo sobre rieles

Cosenza no empieza la historia del club desde la partida de nacimiento, sino desde el embrión, cuando la pelota aún no rodaba entre los trabajadores ferroviarios de la estación Rosario Central. “En el nombre de la estación ya hay un dato, era el centro de Rosario, llega Guillermo Wheelwright con toda su arquitectura británica al servicio de lo que iban a ser los ferrocarriles, el esplendor en el siglo XX. Pero ya en el XIX, el ramal Rosario-Córdoba se transformó en el más largo del país, en 1870”. Atlético del Rosario, uno de los clubes pioneros, ya tenía tres años de vida.

En las páginas de este material, el autor hace “un breve raconto de Rosario y por qué aparece en el mapa de sudamérica”, según comenta. “Hago un reverdecer del amateurismo, por su espíritu. Creo que a partir de 2012, cuando AFA considera los títulos de las dos eras como oficiales, habla bien que son sólo eras, épocas, pero que no dividen al deporte, ni la pasión”. 

El escritor cuenta que en esos comienzos “hay mucha vía, mucho andén, pero detrás de todo eso también había mucha aristocracia, mucho protocolo”, ya que los inicios del fútbol en estos lares no eran aún de tinte popular. “Con el fútbol nace lo popular, que incluye a las clases que se acercaban a ver un partido de fútbol”, mientras que aquellos sectores más exclusivos, espantados quizá de compartir entretenimientos con las mayorías, se refugian en el rugby. “No es casualidad que las dos canchas icónicas de la ciudad al principio del siglo XX eran Plaza Jewell y Gimnasia y Esgrima de Rosario”. Es que allí –relata Julio– “se jugaban los grandes encuentros. Hasta la década del 20, todos los Central-Newell’s y los partidos con visitas nacionales como las de Boca, River o Racing se juegan ahí”. 

En cuanto a los primeros pasos del libro, antes de volcar información al papel, Cosenza asegura que “más que una idea, porque la historia en sí estaba, lo que hicimos fue discriminar un poco sobre distintos sucesos y empezar a clasificar sobre lo que teníamos dando vuelta”. Y se explaya: “Esto es un reverdecer de un momento trascendental, no solamente de lo deportivo, en este caso el fútbol, sino del contexto social y cultural que nos enclava en una situación de los porqué. Es decir, ¿por qué suceden las cosas? Ahí empiezan a reducirse las casualidades. No es que un día un tipo agarró y dijo «che, vamos a tirar una pelota acá y nos ponemos a jugar al fútbol», sino que son causalidades, que tienen que ver con todo lo que gira alrededor”.

Forjador de campeones

Entre los nombres propios que se destacan en el libro está el de John Henry Hayes. Es que Harry, como se lo conocía en el mundo fútbol, fue un verdadero crack del amateurismo y máximo goleador canaya. “Para mí es el emblema del fútbol del interior a nivel amateur, porque fue seleccionado nacional, hizo casi 200 goles, ese tipo marcó un hito”, considera Julio Cosenza. “Era un momento en el que la pelota era la excusa para que los tipos pudieran divertirse con algo después de haber tenido una jornada durísima en el ferrocarril. Él representa a la clase obrera, que si bien estaba al servicio de una empresa británica, iba a ser de los primeros criollos que iban a reindependizar al país a principios del siglo XX”.

Rosario Central es –y hasta el momento ningún documento lo ha desmentido– el decano del fútbol latinoamericano que nació y se mantiene aún hoy como club de fútbol. “Quilmes nació antes, pero no como club de fútbol”, aclara el investigador, y añade: “Central tiene un origen británico, mezcla de ingleses y escoceses”. Aquí entra en escena Colin Calder, primer presidente del club: “Era directivo de Plaza Jewell y pasa a ser presidente fundacional de Central. El origen también te lleva al criquet. De hecho, Calder era un gran jugador de criquet”.

Foto: Manuel Costa

En cuanto al día específico del nacimiento, el escritor asegura que “ninguna de las fechas de fundación de Central y Newell’s están fundamentadas”. Y argumenta al respecto: “Es más, yo tengo la certeza de que Newell’s nace en octubre de 1904, porque el Víctor Heitz, que es el primer presidente del club fundado supuestamente en 1903, aparece como jugador de Central en la temporada posterior.Y en Central, más allá de la fecha del 24 de diciembre del 89, no tenemos el acta. No hay una sola publicación de la época que indique que Central haya nacido ese día. Los primeros textos que hablan de Central refieren a diciembre del 89, que ahí tenés algo donde apoyarte”.

Por último, tras destacar la colaboración del Centro de Historia y Estadísticas de Rosario Central (Cherc), Julio explica que “la historia del libro termina en el 30, cuando arranca el profesionalismo”, y advierte a aquellos apegados a la historia oficial y porteñocentrista: “Todos cuentan el profesionalismo como el ingreso a AFA, pero Central y Newell’s ya jugaban en la Liga Rosarina profesional antes”.

Desde la cuna

Cuando Julio Franco Cosenza salió de la panza de su madre, ya lo esperaba el carnet de socio de Rosario Central. Sus abuelos, socios de toda la vida, le contagiaron el virus auriazul a sus padres, y éstos a él. «Soy una consecuencia de la familia», reconoce, y asegura que detrás de 22 tipos que corren detrás de una pelota “hay muchas vidas cuyo humor depende de lo que ocurra con tu equipo, el día, unas horas de felicidad, un instante, un momento grato, compartir con la familia, con amigos, un viaje”.

Por último, este diseñador gráfico e ilustrador que de pibe jugó en la vecinal del barrio Uriburu y La Guardia, y hasta se dio el gusto de vestir los colores del club de sus amores, ante la consulta de ¿qué es Central para vos?, sentencia hasta emocionarse: “En mi vida lo único que quiero es devolverle a Central algo de todo lo que me dio. Me dio amigos, experiencias, vivencias, me dio trabajo. Me dio la posibilidad de ver lo que es un pueblo feliz, que no es fácil. Ver a 40 mil tipos eufóricos de felicidad, que si tirás ahí un fósforo hace un hongo atómico, no hay manera ni palabras para explicarlo”.

Mi abuelo

A Julio Cosenza se le humedecen los ojos cuando saca del baúl de los recuerdos una anécdota con su abuelo, gran responsable de su pasión por Central y por el fútbol en general. “Jugaban Argentina y Bulgaria un amistoso previo al Mundial 82 en el Gigante. Clima raro, Malvinas, los milicos. Venían Maradona, Passarella, Kempes, Fillol, monstruos a los que para ver aunque sea una foto de ellos había que comprar El Gráfico los martes. En esa época no existía ticketek ni ninguna de esas empresas y para sacar las entradas había que ir al estadio a matarte. Así que una hora antes del partido fuimos, mi abuelo se metió entre la gente y era una carnicería eso. A mí, que tenía 13 años, me dijo que lo esperara en un costadito, al lado de un árbol. El tipo se mandó al medio de esa locura y como 45 minutos después lo que viene con una entrada en la mano. Una sola. “Andá, que yo te espero acá, me dijo. Por eso el libro se lo dedico a él”.

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