“En Jujuy la reforma de la Constitución se juró a balazos contra el pueblo. Esta es la democracia de Morales”. Frase escrita en un pizarrón de bar, una consigna de tantas que aparecen por las calles y las veredas empedradas de Humahuaca, centro de la región de la Quebrada, la que se mantiene en pie de lucha contra una reforma persecutoria contra el todo el pueblo jujeño.
“No son sólo los pueblos originarios los que luchan”, me dice Irma, una ruralista, que levanta su voz más de lo habitual en el mercado de Humahuaca, feria de todo un poco o mucho, instalada sobre las vías de lo que fue el tren que de Buenos Aires llegaba hasta Bolivia, desarmado por otro neoliberal que arrasó con todas las vías y talleres ferroviarios del país: Carlos Menem. Antes él, ahora Gerardo Morales.
Porque me ocurrió, estoy con mi compañero varada en la Quebrada, y puedo sostener que todos los segmentos sociales acompañan el paro y los cortes. Los comerciantes de Humahuaca, que se podría considerar la clase media del lugar, también apoyan. Transmito las palabras, los testimonios, lo que susurran las cholas y las no cholas en el mercado, las pibas que se ponen de acuerdo para ir al corte de Purmamarca, que es uno de los más significativos por su persistencia, por ser víctima primera de la represión sangrienta a una manifestación pacífica de las y los pobladores, maestras y maestros, trabajadores de la salud, estatales, desocupados, originarios. Asalariados, en su mayoría sin aportes sociales ni coberturas.
Y en la plaza central artesanos y vendedores ambulantes de regionales acuerdan hornear pan para llevar a quienes resisten en los cortes. Muchos van por sus medios, o remises, o pidiendo que alguien los arrime. Como Rafa Liria, de unos 80 años de edad, más o menos, años difíciles de establecer, de rostro y manos curtidas, de sombrerito norteño, que espera que alguien la acerque. Sentada ella en la escalinata del imponente monumento homenaje a los héroes de la revolución, coronada en su cúspide por la estatua de un indio. Paradojal.
Rafa Liria espera, acostumbrada como todos a distintas esperas, poder llegar al corte donde están sus tres hijos docentes. “Fui el sábado y el domingo, hay que estar, porque Morales quiere nuestras tierras, si no tenés escritura te la saca”. Me explica con una mirada tristona, lejana. Sólo sonríe cuando me dice que vive en Humahuaca pero que es orgullosa de su tierra de nacimiento, aisito nomás, en Palca de Aparzo.
También el dueño del restaurante de La Tía Viky, que atiende con su madre y esposa, pone C5N para ver lo que pasa con sus hermanos y hermanas enfrente de la Legislatura jujeña, donde la alianza de Cambiemos con el radicalismo y el justicialismo votaron una reforma constitucional inconstitucional. Así de mal como suena.
Irma, de una lucidez notable, me cuenta con firmeza que no se puede más, que ya no alcanza con lo que se produce en la tierra, que a ella le encanta trabajar en el campo, pero es imposible. Como ser vender cebolla: una bolsa vale 1.500 pesos y no es fácil, pero sube el combustible, suben las mercaderías, nunca se alcanza al costo de la canasta. Qué hacer. La compra fraccionada de todo: fideos guiseros, porotos, avena, sémola y sigue la lista. Y ella quiere que sus dos hijos mayores, tiene otro de 7, vayan a la universidad, pero no se puede. “En esta lucha estamos todos, no sólo las comunidades como dicen. Los medios no nos cubren, somos nosotros los que filmamos y mandamos lo que pasa en los cortes, somos los periodistas de nuestra lucha”, dice. Resuena la frase de Rodolfo Walsh: “Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.
En su vehemencia, Irma arremete una y otra vez contra Gerardo Morales que busca “humillarnos, que dice mentiras, y que maneja negocios de cannabis, litio, agua. Esto es un experimento que empezó en Perú, Bolivia, Ecuador, y sigue aquí, pero no nos vamos a rendir”.
Turistas ya quedan pocos, se fueron yendo según se abrían los cortes. Hoy ya no se sabe si se levantarán cada dos horas por quince minutos, como solía suceder. Quizás sean permanentes hasta la buscada renuncia de Morales, opinan varios. Ellas y ellos en el propio corte, en su asamblea diaria resuelven cómo seguirán. Mientras, en los pueblos la atención sigue puesta en los sucesos de la capital, con la barbarie desatada por el gobernador contra los manifestantes y con asambleas autoconvocadas frente a municipios y concejos. Así,en Humahuaca, lograron la asistencia de cuatro concejales sobre seis y de la intendenta para que den explicaciones sobre lo que hicieron o no para que legisladores de Humahuaca y de sus partidos los traicionaran votando la reforma. Los concejales ponían excusas para no sesionar, la intendenta se fue abucheada con pedido de renuncia. La autoconvocada les gritaba que estaban todos entongados con el negociado del litio. Asamblea dura, que promete continuar.
“Está muy feo todo”, dice Rafa Liria. Y no exagera. Esta Quebrada, con su ruta 9 que la atraviesa en paralelo al río Grande, que fue camino del Inca, pasaje de los conquistadores, del ejército de Belgrano, del Éxodo jujeño, del descarne de Juan Lavalle en la iglesia de Uquía; ahora, a pesar del tráfico comercial camino a Bolivia y a Chile, por Villazón y Jama; ahora, esta Quebrada tiene a sus clases sumergidas más hundidas pero rebeladas.
Hoy es un grito, un reclamo y una acusación a quienes los traicionaron, sin olvidar a quienes se hacen los distraídos. Otro cartel en otro bar lo resume: “Arriba Jujuy, abajo la reforma”.
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