Misael Castillo, nacido en Tostado, en la profundidad de cuña boscosa santafesina, propone una poética que “transfigura el sentido” para que “la expresión esté siempre por encima de la representación”.
La poesía es una manera tácita de ir esculpiendo el tiempo y, a medida que este transcurre, suele convertirse en una suerte de ritual que no se vincula con un método. Es más bien una especie de desamparo, un vacío que va tanteando el terreno en el cual hacer pie y encontrar así un horizonte en el cual cobijarse.
Es la acompañante perfecta de los interrogantes, comparte extrañamientos y va de la mano del enorme enigma de estar vivos. Además, como alguna vez pronunció la poeta Olga Orozco, “la poesía ayuda a no dormirse del lado más cómodo”. Entonces, es a partir de ese mantra cuasi mundano que logra elevarse para iluminar las horas que nacen demoradas.
Misael Castillo nació en 1993 en Tostado, ciudad cabecera del Departamento 9 de Julio de la provincia de Santa Fe. Hijo de padre albañil y mamá empleada doméstica. “Que yo sea poeta –asegura– tiene que ver con circunstancias absurdamente extraordinarias para un pibe alejado del capital simbólico y cultural. También está relacionado con el germen de la propia derrota y con la épica que atravesamos a diario los sectores populares”.
El lado sensible de las cosas
El noreste de la provincia de Santa Fe es una escenografía extensa, lacónicamente habitada y con una música de fondo que suele adormecer y está relacionada con la soledad. Sin embargo, es desde allí que se resiste la pereza de la “intelectualidad” y se inscribe en palabras que sangran como una herida presurosa.
“…si el pájaro está en el aire, qué importa que se caiga el mundo…”, escribe Misael Castillo, y expira una súplica al viento para “tratar de entender esta relación cuasipatológica que tengo con la palabra. Pero dejo que trabaje en mi cuerpo y por eso escribo como respiro”.
Y añade: “Suelo leer que muchos artistas empezaron a escribir en la infancia o en la adolescencia, no es mi caso. Mis padres no tuvieron la posibilidad de ofrecerme esa práctica, sin embargo, se encargaron de mostrarme un lado muy sensible de las cosas. El amor de ellos me trajo un germen que se vincula con un modo muy difícil de estar en el mundo. Todo me sensibiliza, me lastima y me raspa desde adentro o desde afuera”.
De esta manera el poeta de Tostado se expone al mundo y se embandera en la búsqueda de la belleza. En ese camino, recuerda una enseñanza de tal vez el mejor escritor que haya dado el país: “Juan José Saer decía que la poesía no es lenguaje, sino naturaleza. Y yo creo que allí radica el poder movilizador de la poiesis como artefacto que transfigura el sentido o que lo constituye. Eso me orilla a pensar que lo que importa de la poesía es el gesto poético con el que somos capaces de transformar lo establecido, incluso aunque no agarremos una lapicera en toda la vida”.
Silencio natural
El poeta y sacerdote argentino Hugo Mujica sostiene que “la historia del silencio son las palabras, la escucha de ese silencio es la poesía”. Castillo parece inscribirse en ese ápice cuando se refiere al aura de la naturaleza que predomina en buena parte de su poesía.
“La naturaleza entra a mi poesía en silencio, sin pedir permiso, pero se choca todo cuando entra, porque es parte del territorio de lo vivido que me constituye. Siempre que escribimos existe una parte de nosotros de la cual es imposible despojarnos”, expresa, y agrega: “Intento someter mi poesía al más demencial acto de extrañamiento, es decir, mirar todo como si fuera la primera vez, como proponía Shklovski, pero siempre dotándolo de naturaleza: pienso que lo natural es lo irreal en este contexto histórico”.
En el fragmento del poema la parte más pequeña de la materia, se pregunta:
“¿Notaste, madre, que el cielo siempre está quieto como un búho que desgarra su plumaje sobre el alambrado?”
Y en esa brevedad se asoma la intención de comprender un mundo que para la gran mayoría de la humanidad ya parece ser ajeno; y es también el instante en el que el poeta deja su particular sello.
“En ese sentido intento despojarme de lo que en apariencias es una poética «incómoda». Hay un poema de Clarice Lispector que dice «quien mucho agrada, desagrada». Por eso creo que hay gestos literarios que son tan revolucionarios que terminan por ser víctimas de su propio progresismo. El avance de la globalización nos captura en un progresismo discursivo que a mí no me interesa: para militar, milito en la calle. No podemos, y en esto quiero ser taxativo, pedirle a la poesía que diga cosas por nosotros”.
Biografía
Misael Castillo (Tostado 1993) publicó Robarle al cuerpo lo que está de más (2019), El tiempo cuando falta (2021), Germinará o será parte de la tierra (2022), Como el fuego que avanza por la tierra (2023), y Gorriones que anidan en las manos (agosto 2023).
Fue uno de los ganadores para participar del Poesía Ya, organizado por el Centro Cultural Kirchner, en la categoría Poesía en voz alta.
Participó de distintos festivales entre los que destacan Poesía Ya (2023), Encuentro de poetas Cosquín Cultural (2023), Festival Internacional de Poesía de Rosario (2023).
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 05/08/23
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