En el marco de la megacausa Guerrieri IV, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Número 1 de Rosario condenó hace una semana a los 16 genocidas imputados por crímenes de lesa humanidad a la pena de prisión perpetua. Hubo un gran acompañamiento y se festejó fuerte en el bulevar.

El militante de la agrupación Hijos Rosario, Tomás Labrador, exclamará: “Treinta mil compañeros desaparecidos”. Y recibirá su respuesta inescapable: “¡Presentes!”. Apenas pasen las tres de la tarde del lunes 28 de agosto de 2023, comenzará el brindis por la Justicia en una sede de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA). “Ahora y siempre”, resonará en la sala por triplicado. 

Como paráfrasis de la fórmula presidencial negacionista de turno, un grupo de militantes por los derechos humanos se dispondrá en fila para arrancar papeles con los nombres de los flamantes condenados y más tarde el video circulará por más de una red social. Uno a uno, gritarán con histrionismo: “¡Perpetua!”. El futuro habrá llegado.

Ahora todo es espera ansiosa, aunque paciente. Ansiosa porque la condena es impostergable y paciente porque estas familias de las personas desaparecidas durante la dictadura cívico-militar-clerical llevan más de 40 años en la cola de la Justicia. El sol radiante de esta mañana invernal apenas fresca ilumina el bulevar Oroño como un augurio de júbilo. Se acerca el mediodía, pero la demora en el inicio de la instancia de las últimas palabras se trasladó a la deliberación y, por consiguiente, a la lectura del veredicto. Mientras se aproxima la hora de la Verdad, la masa agita los clásicos cantos para los milicos: “¡Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar!”. 

Alguien en el público comenta que está ahí por la búsqueda de la Justicia y también por la construcción de la Memoria. El que no está ahí es el habitual provocador Juan Daniel Amelong. El genocida en cuestión, acostumbrado a la risa y a los comentarios con saña ante las declaraciones testimoniales, brilla por su ausencia en la sala del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Número 1 a la hora de pagar por sus delitos; no tuvo el coraje de estar presente de manera física para escuchar la sentencia y perdió el presentismo en un juicio al que ha concurrido religiosamente.

Foto: Jorge Contrera/ El Eslabón/Redacción Rosario

La asistencia perfecta sí está encarnada por Laura Tasada, quien no faltó a una sola audiencia, ni siquiera cuando lo que había para escuchar era fascismo cínico. En este momento, recorre el lugar con la mirada y capta detalles con su cámara de fotos. En minutos, las buenas noticias le llegarán con la compañía de una mujer joven, que le tocará la cara y la mirará a los ojos, sonriente. Tras tanta lucha, llegará el fruto y tendrá forma de abrazos.

Esta mañana, Eduardo Costanzo, Juan Andrés Cabrera y Enrique Andrés López se despidieron de la categoría de imputados por homicidio agravado por el concurso de dos o más personas con sus últimas palabras. Otros de sus cómplices ya lo habían hecho el lunes 14 de agosto. Nada nuevo bajo el sol: exhibieron su victimización y los típicos manotazos de ahogado para no ser condenados; y, en caso de serlo, que no fuera a prisión perpetua; pero, ante la máxima, el intento de que no se cumpliera en cárcel común.

Osvaldo Tebez, a través de su abogado, pidió permiso hace unas horas para que su esposa lo escoltara a una farmacia porque estaba descompuesto. Las argucias de quienes serán condenados en instantes no pasaron a mayores. Una vez más, el protagonismo lo tiene la calle. Hace unas horas, las rejas de los tribunales federales fueron tapizadas por banderas de Hijos, de Nietes y de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Un telón inmenso cosido con los nombres de cada víctima de los delitos juzgados en la megacausa Guerrieri IV sobresale del resto, colorido, con la inscripción: “Son 30.000”. También se destacan las imágenes de pañuelos de Madres de Plaza de Mayo, la bandera de la Juventud Peronista Evita, la de la Asociación de Magisterio Santa Fe (Amsafé), la de la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y la del Club Atlético Rosario Central, que dice: “No abandonamos la lucha”.

Una gran cantidad de bicicletas rodea las columnas de la cuadra. La ciudadanía presente conversa sobre política, se saluda, se reencuentra en la vía pública y comparte el mate. Circulan opiniones acerca de la situación electoral y alguna que otra apreciación sobre el Poder Judicial, que tiene en manos la posibilidad de frenar la hemorragia de impunidad que los milicos chorrean desde hace más de cuatro décadas con respecto a los crímenes de lesa humanidad por los que están siendo juzgados.

Foto: Jorge Contrera/ El Eslabón/Redacción Rosario

Un grito transmitido de boca en boca anuncia el final del cuarto intermedio para el giro masivo de la ciudadanía manifestante, que ahora se congrega en torno a dos pantallas. Los tres miembros del tribunal se hicieron presentes en la sala en este tramo. El tribunal que conforman Mariela Emilce Rojas, María Noel Costa y Jaime Díaz Javier, que había tenido al juez Mario Martínez como sustituto, por fin resuelve condenar a la pena de prisión perpetua a cumplirse en cárcel común a: Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Jorge Alberto Fariña, Héctor Marino González, Juan Andrés Cabrera, Rodolfo Isach, Walter Salvador Dionisio Pagano, Ariel Antonio López y Eduardo Costanzo, miembros del Destacamento de Inteligencia 121 del Ejército; Enrique Andrés López, Juan Carlos Faccendini, Osvaldo Tebez, Oscar Roberto Giai, Federico Almeder, Juan Félix Retamozo y Roberto Raúl Squiro, de la Policía Federal Argentina. 

Los fiscales Adolfo Villate y Juan Patricio Murray, en representación del Ministerio Público Fiscal, se muestran a gusto con la resolución. Están acompasados con las querellas, integradas por Evangelina Nardone y Santiago Bereciartúa, por parte de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación; Gabriela Durruty y Julia Giordano, de ADPH; y Nadia Schujman, de Hijos. Las caras largas son del ala defensora de genocidas: Gonzalo Pablo Miño, Laura Sosa Trillo, Santiago Larrubia, José Luis Severín y Julio Agnoli.

Entre perpetua y perpetua, dieciséis en total, el público aplaude, sonríe, se abraza, salta y canta, reconfortado. Pero esas condenas no son lo único. Además de la batería de prisiones perpetuas a cumplirse en cárceles del servicio penitenciario, el tribunal considera abstracto el planteo de nulidad por parte de la defensa de Costanzo, rechaza el pedido de inconstitucionalidad de la pena de prisión perpetua y da lugar a la ampliación de la acusación propuesta por la querella, que integra los delitos cometidos contra las infancias durante el terrorismo de Estado. Asimismo, la terna judicial se rehúsa a declarar el predio Ceferino Namuncurá de la iglesia salesiana como un ex centro clandestino de detención. Sí, se mantendrán las medidas cautelares, es decir, hasta que la sentencia sea firme aguardarán en prisión domiciliaria Faccendini, Retamozo, Giai, Almeder, Enrique Andrés López y Tebez. Los condenados tendrán cinco días para pagar la suma de mil quinientos pesos; de lo contrario, serán multados.

Asimismo, la jueza comunica la unificación de las penas y una serie de absoluciones por falta de acusación fiscal. Amelong, González, Cabrera, Isach y Pagano quedan absueltos por privación ilegítima de la libertad agravada por su carácter de funcionarios públicos y por mediar violencia y amenazas, con tormentos calificados por aplicarse contra un perseguido político en perjuicio de Daniel Héctor Querol. Amelong también goza de la absolución por el homicidio agravado de Sonia Rosa Kindrasiuk. La absolución por el delito de asociación ilícita les llega, además, a Squiro, Faccendini, Retamozo, Tebez y Giai.

Esta sentencia no empezó hace una hora, con la lectura de la jueza; ni en el inicio del debido proceso, ni con la voluntad política de Néstor Kirchner de juzgar a los genocidas, ni siquiera con la restitución de la democracia. La piedra fundacional de este veredicto fue esa serie de hábeas corpus presentados por las familias de cada desaparecida y de cada desaparecido; la asociación lícita de Madres y de Abuelas de Plaza de Mayo para encontrar a sus hijos, a sus hijas y a sus nietes; la búsqueda incansable de los organismos de derechos humanos para dar con el paradero de las víctimas directas de la última dictadura.

Después de años pandémicos y desterritorializados, el callejón de los milagros se volvió a poblar para defender la democracia, junto a uno de los tres poderes del Estado; con un conjunto de caras que se repetirán, tras el brindis en el edificio de CTERA, en la octava Marcha Nacional Contra el Gatillo Fácil. Hoy la expectativa y la realidad se reconciliaron. El festejo no sería posible si no hubiera sido precedido por una construcción colectiva que no olvidó, que no perdonó y que no se reconcilió. El 25 de octubre a las 12 del mediodía será la próxima cita, en la que se leerán los fundamentos del veredicto. Ahora queda aterrizar y celebrar que, a pocos meses de que se cumplan 40 años ininterrumpidos de democracia y aunque haya tardado en llegar, al final hay Memoria, Verdad y Justicia.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 02/09/23

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