Se cumplieron diez años de la salida del álbum conceptual sobre la historia maltratada del país que con épica militante y revisionista marcó un hito y sigue madurando como obra clásica: “La histeria argentina. Pepo San Martín, de los Científicos del Palo, recuerda el origen.

La fecha de lanzamiento oficial del álbum La Histeria argentina dice agosto de 2013 pero en Spotify figura el 7 de octubre de 2013. Pepo San Martín, voz y guitarrista de la banda de rock Científicos del Palo, dice no recordar con precisión la fecha exacta. “Sí, era agosto y cerca de mi cumpleaños, porque nací un 17 de agosto y me llamo San Martín”, aclara con sonrisa el músico marplatense conocido como Pepo, cuyo nombre completo es José Pablo Federico San Martín.

Su apellido, tan renombrado en la historia, volvió a la agenda pública cuando días atrás desde el espacio de La Libertad Avanza, el partido que lidera Javier Milei, sumaban una nueva barrabasada: Emilio Ocampo, un economista clave en el entramado de los equipos del libertario, señalaba que “San Martín no fue el Padre de la Patria ni el Libertador de América”, y que Bartolomé Mitre creó un “personaje ficticio” al escribir la historia. Y desató polémica en redes. Los negacionistas avanzan.

Lejos, en el lado opuesto y a una década de su lanzamiento, se sigue alzando en tiempo de rock la épica patriótica sanmartiniana, belgraniana y rosista que le imprime el álbum La histeria argentina a personajes históricos altisonantes y a veces manoseados por especulaciones políticas mezquinas. 

Aquel trabajo conceptual al estilo de una ópera rock, que cumple sus primeros diez años, también traslada la epopeya anticolonialista y emancipadora a personajes como Perón y Evita, Néstor y Cristina, cerrando un círculo de liderazgos populares. El historiador Felipe Pigna y el periodista, ensayista y también historiador Hernán Brienza, prologaron la versión impresa del CD. Pigna destacaba el paso por “las páginas más gloriosas, dolorosas, épicas y por qué no vergonzosas de nuestro pasado de una manera tan exquisita desde la recopilación de información histórica a la composición musical”. Y agregaba: “Debemos apropiarnos de ese bien social tan mal repartido que es la historia argentina. No tiene dueño, es de todos, y cuando la hagamos nuestra, entonces sí podremos hacer realidad aquella frase del querido Roberto Arlt en el prólogo de Los Lanzallamas: «El futuro será nuestro por prepotencia de trabajo».

—¿Cómo fue que encaraste este trabajo que exige primero un posicionamiento político?, porque hay que tenerlo para poder contar la historia argentina desde donde la abordaste. Pero además, también está el tema musical, porque en el rock uno recuerda algunos álbumes conceptuales, por ejemplo La Biblia de Vox Dei, y rápidamente La histeria argentina se suma a esa tradición.

—Sí, claro. Uno de los discos que escuchaba desde muy chico era La Biblia de Vox Dei y Tommy de The Who, que me hacía escuchar mi viejo, también una obra conceptual. Me gustaba eso de que en un disco todas las canciones hablaran de un mismo tema. Y sí, aparecen algunos recursos musicales o motivos que se van repitiendo. En nuestro disco también pasa, como alguna melodía, un motivo que citamos, un recurso musical que va variando pero siempre reaparece. En cuanto a la cuestión histórica, tuve la idea de hacerlo y no me quedó otra que ponerme a leer mucho, ¡tuve que estudiar! Me acuerdo que la bibliografía fue muy variada porque leía historiadores con los que coincidía y otros con los que no, para tener una visión más amplia, para ver qué decían del otro lado. 

Y obviamente la postura del disco es absolutamente parcial, porque es mi forma de ver la historia, desde donde yo la veo: mis viejos siempre fueron militantes peronistas, yo crecí en el exilio, en agosto del 77 nací y nos tuvimos que ir del país a España porque mis viejos estaban perseguidos. Y volví recién con la democracia. O sea crecí en Barcelona y regresé en el 83, en los últimos meses de la dictadura. Todas esas cosas me fueron marcando y por eso también siempre en nuestras letras se cuela esa situación ideológica. Y me parecía  que no era un terreno del todo explorado en la música.

—Sobre todo en el rock…

—El rock tiene como una postura que siempre me molestó, la de «antipolítica», como «no te metás, son todos lo mismo». Eso siempre me pareció raro. Tener la posibilidad de tocar para 50 mil pibes y decirles que «todos los políticos son una mierda» y que «no hay que darles bola». Yo siempre dije que no, que no coincido con esa postura rockera de que «son todo lo mismo», que no hay que votar y que no sé qué, como eso de que «el rock nos va a salvar», eso siempre me pareció una gilada. Entonces, somos de las pocas bandas que opinan explícitamente en las letras lo que piensan.

—Claro, y en La histeria argentina hay un tono desafiante en figuras como la de San Martín o la de Belgrano. Los vestiste de rockeros de alguna manera con una actitud pasional y política para romper las estructuras injustas, colonialistas y además destacaste perfiles patriotas, independentistas en San Martín, Belgrano y en Rosas, que siempre ha sido el maldito, y obviamente en Evita, Perón y hasta Néstor y Cristina.

—Sí, esa es la línea histórica. Y sobre todo tener en cuenta que eso que ahora conocemos como «la grieta», que parece que hubiera empezado con el kirchnerismo, no es así. Siempre hubo dos modelos de país en puja. Y esto de mirar al imperio de turno como el gran objetivo o esa mentalidad colonialista de que siempre lo mejor está fuera, o cuando dicen que Argentina es inviable, como si los demás países fueran todas situaciones de laboratorio donde no hubiera corrupción. Yo tampoco soy un nacionalista a ultranza así por definición, pero sí me molesta esa situación extranjerizante. Yo en los 90 veía a (Silvio) Berlusconi (empresario y ex premier) en Italia que hacía cualquier cosa, y directamente con sólo un dos por ciento de eso acá en Argentina hubiera explotado todo. Pero, claro, ¡era Europa! y parece que nunca sucede nada. Lo que hizo esta gente (por las figuras históricas que retrata La Histeria) me parecen épicos como personajes, con esa visión de industrializar, de tratar de no ser sólo el granero del mundo y no sólo vender materia prima, el proteccionismo y todas situaciones que tienden a crear trabajo y soberanía. Pero después vienen estos muchachos que siempre van para atrás, como el ex presidente que no decía nada del 24 de marzo y le pedía perdón a España por la Revolución de Mayo, es demencial. Entonces suelo marcar eso, nosotros estamos del otro lado.

—Imagino que este trabajo debe haberles traído polémica desde los sectores más retrógrados y también satisfacciones, porque mucha gente, sobre todo joven, se acercó a través del rock a una forma de ver la historia distinta a la que se da en las escuelas o desde la academia. 

—Sí, es increíble lo que pasó porque si bien somos una banda chica, antes de ese disco éramos mucho más chicos. La verdad que en un principio era como una idea que no podía funcionar. O sea, un disco en el que hablás de historia ya de por sí parecía aburrido. Sólo el concepto, sólo imaginarlo ya era un suicidio comercial. Y la verdad es que no, todo lo contrario, fue este disco lo que realmente nos dio la posibilidad de vivir de la música, empezó a venir una cantidad de gente que ya nos permitió tener un equipo de trabajo y al final decir: «Sí, estaba bien lo que pensé, me puedo dedicar a esto». 

Y en cuanto al rechazo del que no piense igual me parece absolutamente válido. No lo veo mal. O sea, era parte del precio de hacerlo, decir ¿para qué quiero que venga un tipo que no lo hago pasar bien y que no coincide con lo que digo? Aunque por ejemplo a mí me pasa que abro un vino en mi casa y escucho Gloria Estefan, a pesar de que ideológicamente está en mis antípodas, puedo tolerar gente que no piense como yo a nivel artístico, salvo distancias insalvables. Lo que pasa es que justo en este disco no hay mucha metáfora, es todo muy subjetivo y es lógico que quien no comulga no lo pueda procesar. Aún así, he saludado y me he sacado fotos con mucha gente que me dice «no coincido, pero la banda está buena». Pasa de todo. 

Y también el que está de acuerdo es como que tiene una combinación de felicidad total, porque una música que te guste y encima que quien la hace coincida con vos, hace que te sientas protegido, entiendo que debe ser muy lindo para el que escucha. Pero también hemos renegado un poco cuando en nuestros shows –a veces me hacen calentar un poco–, cuando surgen las consignas políticas y empiezan a cantar la Marcha Peronista, como que me parece que es una exacerbación… si todos sabemos lo que pensamos.

—Una redundancia…

—Sí, a veces siento que parece que uno lo hace para emocionarlos o como si fuera un recurso sólo para gritar «¡Viva Perón!» y todos felices (se ríe). Pero no, yo estoy en una banda porque me gusta tocar la guitarra, hacer canciones. O sea, lo otro es, lógicamente, el mensaje, lo entiendo, pero también creo que no hay que estar remarcándolo todo el tiempo, ¿no?

Nota publicada en el semanario El Eslabón Nº 633.  Reportaje completo del programa Noticias Piratas, Radio UNR:

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