La democracia argentina celebrará sus primeras cuatro décadas con un inédito escenario de tercios, donde una nueva derecha muestra los dientes y capitaliza políticamente un descontento construido en base a likes y contenido viral.
Ante la avanzada reaccionaria en el terreno electoral y simbólico se hace urgente y necesaria aunque llegue tarde una respuesta creativa por parte del campo popular. Tanto en las calles y el mano a mano como en sus extensiones virtuales. Hace tiempo que la ultraderecha plantó bandera en el ciberespacio mientras gran parte del progresismo sigue pensando a la comunicación como en el siglo pasado, es decir, en sentido unidireccional y apelando a la razón, como quien tiene la verdad revelada.
¿Cómo comunicar para audiencias inquietas y ruidosas, con la atención acotada y con poco entusiasmo para argumentos complejos? No tenemos la respuesta pero bien vale poner la lupa en algunas experiencias de comunicación que pueden aportar su granito de arena ante el cascoteo conservador que predomina en las plataformas digitales y, por extensión, en la vida real.
Internet ya no es una isla, o un microclima particular despegado del mundo material que habitan las personas de carne y hueso. Las redes sociales han logrado incluir en el diálogo global a mucha gente que jamás había utilizado un navegador. Según el reporte Digital Global 2023, un 67 por ciento de la humanidad se encuentra conectada y en el sur del continente americano los usuarios de Internet son un 80 por ciento de la población, de modo que ya no tiene sentido hablar de “internautas”.
La fábrica de memes
Lo que se genera en foros digitales, Instagram o X –la red social antes conocida como Twitter– es reproducido por los medios de comunicación tradicionales. Esto sucede luego de un proceso de canibalización en el que los contenidos mejor rankeados se imponen sobre los que obtienen menos likes. Desde foros del underground digital, en los que reina a sus anchas el discurso reaccionario, ya que prácticamente no hay instancias de moderación o filtro de mensajes, los contenidos pasan a las redes más populares, como Facebook o WhatsApp.
La viralización, en cierto sentido, marca la agenda. El tópico “Memes que hacen furor en las redes” se estableció como un recurso útil para medios tradicionales como la TV, sobre todo porque requieren un mínimo trabajo de producción para producir contenido.
Durante la pandemia de Covid-19, mientras las redes se llenaban de fake news, la calle fue eventualmente copada por las marchas anticuarentena. En este movimiento tiraron la caña y pescaron con éxito tanto Patricia Bullrich como Javier Milei. La pandemia dejó gente rota y rompió lazos sociales frágiles. La frialdad de las pantallas y la reconfiguración de las interacciones sociales continuó abonando un hiperindividualismo que hoy es el combustible de las derechas que se proponen como alternativa.
El presente escenario hegemonizado por derechas más o menos democráticas es consecuencia de los errores políticos y principalmente económicos de la coalición gobernante. Sin inflación ni corridas al acecho es muy probable que el meme de Videla manejando un Falcon verde no hubiese circulado más allá de las cuevas virtuales en las que reina el discurso del odio (hater) o en algún que otro grupo de WhatsApp compartido por un tío facho.
“El meme sin duda es el artefacto cultural de esta época”, afirma el escritor y periodista Juan Ruocco, autor del libro ¿La democracia en peligro? (Paidós, 2023), una obra que analiza este fenómeno digital y su dimensión política en tanto territorio de disputa constante. Los memes de Internet continúan el legado de las canciones de cancha, en tanto obras anónimas y colectivas, aunque su condición de producto digital los hace bien diferentes.
Ruocco retoma la definición de la profesora de la Universidad Hebrea de Jerusalén Limor Shifman, quien dice que los memes son “un tipo de ítems (o grupos de ítems) digitales que comparten características comunes de contenido, forma y postura, creados con conciencia uno del otro y distribuidos a través de internet”.
Los memes tal como hoy los conocemos surgen en 4Chan, un sitio web anónimo estadounidense en el que se comparten imágenes, ligado a las subculturas y activismo en Internet. En este sitio floreció una ultraderecha que se rebeló ante el “establishment progresista” de la presidencia de Barack Obama, así como contra el “marxismo cultural” –un latiguillo reaccionario que sacó a pasear Milei en el último debate presidencial–.
En Argentina 4Chan tuvo su clon, Rouzed, que cerró tras el ataque a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en septiembre de 2022. El tirador Sabag Montiel era usuario de este foro que fue clausurado de forma voluntaria por los propios administradores luego del atentado.
Niv Sardi, activista y desarrollador de código abierto que ha estudiado los medios sociales y la violencia política señala que “la estructura anónima, pública y sin moderación de Rouzed creó un caldo de cultivo para la radicalización”. A diferencia de las redes sociales que tienen cierta presión para regular los mensajes de odio, en estos foros no existe este escrutinio.
Como podemos observar, la fábrica de memes funciona en condiciones extremas, sólo los fuertes sobreviven y el diálogo global que alguna vez prometió Internet en tanto ágora de la humanidad es desplazado por trols, que se caracterizan por publicar mensajes provocadores, irrelevantes, polémicos o fuera de tema. En cierto sentido el candidato de La Libertad Avanza es un trol de Internet que trascendió las pantallas, o “un meme de Menem”, como dice uno de los jingles que suenan en Gelatina.
El comunismo hizo TikTok
En TikTok, una red social de origen chino, el candidato presidencial Javier Milei supo capitalizar el descontento hacia el oficialismo y el fracaso macrista con un mensaje contundente y efectivo.
Black Mirror “está prediciendo como un relojito nuestras peores pesadillas distópicas”, dice la periodista y gestora cultural Camila Alfie, quien recuerda que en 2013 –cuando TikTok aún no existía– la serie de Netflix estrenó “The Waldo Moment”, donde un oso azul “políticamente incorrecto” se posiciona como uno de los favoritos en las elecciones inglesas gracias a sus intervenciones televisivas disruptivas y vulgares.
“Este episodio capturó en gran medida cómo gran parte del electorado se está alejando de los discursos políticos tradicionales, para acercarse a figuras «outsiders» que buscan atraer votos a partir de performances de entretenimiento, alto impacto y consumo rápido”, señala Alfie.
“Este capítulo predijo (de forma perturbadora) cómo se (auto) construyeron personajes de la oleada de la ultraderecha contemporánea como Donald Trump, Boris Johnson, Bolsonaro y, obviamente, Milei”, concluye la periodista de Página 12.
La resistencia digital
Como sucedió con el balotaje de 2015, el espanto vuelve a ser motor de la imaginación colectiva y surgieron espacios comunicacionales no necesariamente orgánicos que en la recta final de la campaña se sumaron a disputar sentido ante una derecha fortalecida en las urnas.
La cuenta de Instagram @IaxlaPatria (Inteligencia Artificial por la Patria) produce contenido audiovisual sobre Sergio Massa hecho con inteligencia artificial generativa, también se encuentra en Twitter y TikTok. Entre las imágenes que publican se lo puede ver al candidato de Unión por la Patria como uno de los Cazafantasmas, como Woody de Toy Story o encarnando todo tipo de oficios. Son piezas perfectamente logradas que buscan disputar la atención del votante emocional.
El sitio web davueltaelvotodemilei.com, que también tiene patas en X, TikTok y Whatsapp, publicó una “Guía práctica para derrotar a Milei” que incluye “consejos y contenidos diarios para dar la pelea”. Fue creado por un grupo de sociólogos argentinos, en colaboración con gente de Brasil que estudió el caso Bolsonaro. Hay una búsqueda de herramientas narrativas para disputar el llamado “voto emocional” que es el que ha perdido confianza en las opciones políticas naturales de las mayorías, como el peronismo o la izquierda, y se rebela contra un progresismo que se institucionalizó y hasta se volvió conservador.
Una que sepamos todes
Uno de los fenómenos culturales más celebrados de estas elecciones presidenciales es La Fábrica de Jingles, del programa Tres Estrellas del canal de YouTube Gelatina, donde el conductor y actor Pedro Rosemblat convoca a sus seguidores a inventar canciones proselitistas para todos los gustos y colores. Temas musicales clásicos así como hits contemporáneos son reversionados por una audiencia activa que les pone nuevas letras.
Tres Estrellas, además de hacer escuchar cada jingle, muestra cómo reaccionan los streamers. Rosemblat es acompañado por sus colegas Ivana Szerman y Marcos Aramburu, que hacen sonar las canciones en vivo y comentan cada pieza en una forma que aparenta espontaneidad, una característica esencial para captar la atención de las nuevas audiencias.
Se trata de un género que se podría etiquetar como “personas más o menos conocidas reaccionando a determinado contenido” y que es parte importante de la oferta audiovisual de Internet, donde otra clave es la interacción, es decir la posibilidad de diálogo que la red posibilita.
“Venimos sosteniendo una búsqueda de formatos y contenidos políticos ligados al entretenimiento”, señala Pedro Rosemblat al diario Perfil. “Nos encontramos con una comunidad que no sólo estaba dispuesta a participar activamente, sino que además, a hacerlo con zarpados niveles de interpretación de la realidad política. Nos preguntábamos si la desmovilización política, además de por la crisis económica, no respondía a una falta de convocatoria a la participación popular. Y vimos que con una convocatoria muy sencilla, cantando, con música, y con mayor o menor despliegue de producción, se expresaban ideas, y hasta incluso contradicciones que no estaban siendo tan nombradas en el discurso político”, agregó.
Como las canciones de cancha o los memes, los jingles de Tres Estrellas toman fragmentos de la cultura popular y los reciclan. En este caso para celebrar, con humor y fuertes dosis de ironía, la vida democrática y la diversidad.
“Cuánta violencia nos hubiésemos ahorrado en los 70 si hubiésemos tenido Internet”, decía el legendario sindicalista y comunicador social Victorio Paulón. Sirvan las palabras del histórico referente de la UOM de Villa Constitución como un faro para consolidar una democracia que, aunque imperfecta, pueda resolver sus diferencias sin necesidad de plantear la eliminación del adversario, tal como proponen las derechas de hoy y de siempre.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 14/10/23
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