La unidad y la organización del movimiento obrero será clave ante lo que viene: un ataque feroz a los derechos laborales, más exclusión, inflación con recesión y entrega de recursos y riquezas nacionales. 

Aunque sin dejar de reafirmar respeto y aceptación de “la voluntad popular” expresada en las recientes elecciones y cuidar las formas enunciando la necesidad de “esperar que asuman y confirmen” lo que van a hacer los gobernantes surgidos de ellas, en los sindicatos rosarinos se asume que lo que se viene es ataques feroces contra la clase trabajadora y sus organizaciones y que por ende habrá que profundizar o volver a priorizar la resistencia como práctica cotidiana y la unidad como herramienta y base para sostenerla en el tiempo, en caso que sea necesario.

Manifestaciones en ese sentido volvieron a registrarse promediando esta última semana de noviembre, en la que el Presidente electo reinstaló una palabra casi en desuso: estanflación, que significa inflación con recesión. Es decir, más suba de precios como la de estos últimos años, pero con una caída de la actividad económica que no fue lo que prevaleció en la etapa pos pandemia, en la que aparecieron signos de reactivación que no fueron suficientes para mejorar sustancialmente la calidad de vida de los sectores populares pero al menos asomaban como paliativo.

Más organización y coordinación y más capacitación y formación de trabajadoras y trabajadores para frenar el avance de la derecha y el neoliberalismo salvaje en las urnas y en la puja política. Esas son, en este marco, premisas y desafíos urgentes del movimiento obrero para “enfrentar lo que se viene, que va a ser bravo”, planteó Marco Pozzi, secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados Aceiteros de Rosario (Soear), al tiempo que confesó no encontrar respuesta aún a un interrogante abierto tras el balotaje del domingo pasado: “¿Por qué los trabajadores nos pegamos un tiro en el pie al votar a un tipo como este?”.

Más allá de lo difícil de hallar respuestas al respecto, Pozzi asumió un tono autocrítico desde las organizaciones gremiales. “Me preocupa el sujeto de lucha que hemos creado, que hemos institucionalizado desde los sindicatos. Un tipo que vota a Milei difícilmente sienta empatía por otro compañero. Hay que dar vuelta esa realidad, es una tarea compleja que vamos a tener, pero en algún momento nos tenemos que hacer cargo”, reflexionó el dirigente aceitero, entrevistado en el programa Poné la Pava de Radio Rebelde Rosario.

También adelantó la intención compartida con un grupo de referentes de otras organizaciones del cordón industrial rosarino de trabajar en conjunto por un “programa al mejor estilo de los 70, que cubra la necesidad de los trabajadores; y discutir eso y no la agenda que instala el poder hegemónico, que tienen los medios y te instala conflictos, problemas y agendas todo el tiempo”. 

“La discusión de los trabajadores tiene que ser salario, condiciones laborales, en contra de las tercerizaciones. Esto es lo que hay que defender más allá de lo que vengan a hacer”, sostuvo.

“En estos días el nuevo gobierno viene hablando de achiques, privatizaciones. Van a querer atacar las paritarias, los convenios colectivos de trabajo; y avanzar con los arancelamientos de la salud y la educación”, añadió, para luego ensayar un resumen de lo que los anuncios y declaraciones de los futuros gobernantes provocan en los ánimos de la mayoría de los referentes sindicales: “No es angustiante, porque hemos salido de un montón de estas; pero es preocupante porque tienen una legitimidad democrática alta, lo que hace que puedan decir y hacer cualquier cosa”, sostuvo el titular de uno de los gremios que más garantiza a sus afiliadas y afiliados salarios y condiciones laborales dignas y que participó activamente de la campaña para evitar el resultado que finalmente se registró en la segunda vuelta del 19 de noviembre pasado. “Pensamos que el mejor terreno para pelear era con Massa en la Presidencia, lo que no quiere decir que con Milei no vamos a pelear”, indicó al respecto, a la vez que adelantó el respaldo de Aceiteros al sector sindical estatal, que se avizora como el primer blanco del nuevo período de gestión gubernamental que se iniciará formalmente el 10 de diciembre próximo.

De hecho, en los últimos días se volvió a poner en duda el cumplimiento de los pagos de sueldos y aguinaldo a los empleados y empleadas del sector público, amenaza que no se expresaba hace rato y que choca de frente y a altísima velocidad con el anhelo sindical de recuperar el poder adquisitivo de los salarios. 

El mismo apriete se lanza también, aunque hasta aquí con menos manija mediática, sobre los laburantes del sector privado, en el que empezaron a sonar anuncios de bajas de producción, reducciones salariales, despidos y cierres de fábricas y empresas de diverso tipo, entre las que vale señalar una distinción: las pymes –sobre todo las industriales– son y serán mucho más directa y gravemente afectadas que las empresas de los grupos concentrados y multinacionales, que aprovecharán la coyuntura para ponerse en el lugar de víctimas y mejorar sus ya enormes rentabilidades reduciendo “costos” y explotando todavía más a los que más les cuesta acceder a derechos básicos como alimentación, educación, salud, vivienda, que son sus trabajadores.

Basta repasar recientes declaraciones de los popes de esos sectores minoritarios y privilegiados, como por ejemplo el ex titular de Fiat Cristiano Rattazzi. “Me encanta el plan económico de Milei”, afirmó, para luego referirse puntualmente a algunos aspectos del mismo, poniendo números y palabras más claras y concretas que las que utiliza en estos días el propio “encantador” y sus colaboradores más visibles. Tras evaluar que “lo que viene no será peor” porque “estamos en lo peor” y asegurar que “es tanta la potencia de lo que se viene de nuevo a la Argentina que en poco tiempo todo se puede arreglar, y empezar a tener un país diferente”, pidió que la cotización oficial del dólar trepe a “unos 800 pesos”, elogió los proyectos de “reforma del Estado” y puso el acento en lograr una “reforma laboral” para “tener más flexibilidad”, y que el empresario “pueda desprenderse de esa persona”.

Al mismo tiempo, machacó contra posibles acciones de contención de esos “desprendidos” como los programas sociales, volviendo a la estigmatización de quienes representan a los movimientos de desocupados y desocupadas. “Escuché a una piquetera decir que no quiere trabajar de 8 a 17 porque «prefiero venir a piquetear»”, disparó, sin aclarar de qué tipo de “trabajo” hablaba. “Eso no lo van a poder hacer más”, se envalentonó después.

Pucha, si lo que viene es lo que él promueve y vaticina, que es menos empleo, más pobreza, más exclusión, los piquetes que quiere erradicar van a ser un poroto.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 02/12/23

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