Las adhesiones al paro del 24, variadas y en aumento, contrastan con las ambigüedades de algunos legisladores y las sospechas sobre negociaciones oscuras para imponer la voluntad de Milei y los suyos.

“Más conozco a Milei, más quiero a mi perro; y me compadezco de los de él”. La frase la tiró un contertulio de un cumpleaños de esos que no dejan de festejarse, aunque con el Amargo haciendo de ferné; y quizá vale para entender la variada cosecha de adhesiones a la convocatoria al paro nacional convocado para el miércoles 24 de enero contra las políticas de un gobierno que apenas lleva poco más de un mes de gestión. Otra vez el espanto une lo que resultaba imposible unir, tal como se pudo apreciar en la foto que compartieron dirigentes nacionales de la CGT como Héctor Daer y Pablo Moyano con referentes y legisladores de izquierda como Nicolás del Caño y Myriam Bregman hace ya unos días. Con matices, las juntadas entre “fachos”, “zurdos” y paradas intermedias se reeditan en todo el país. En Rosario se pudo ver en las varias movidas de protesta de las últimas semanas y en la conferencia de prensa que se realizó el último jueves en la sede del Concejo Municipal para informar cómo será la movilización local de la jornada de huelga de este miércoles: además de dirigentes sindicales de diversas tendencias hubo representantes de movimientos sociales, pequeñas y medianas empresas, organizaciones de defensa de inquilinos, artistas y productores culturales.

La cantidad y variedad de adhesiones al paro es signo de la ampliación del descontento y la preocupación ante las políticas que impulsa el presidente Javier Milei, que se siente pese a los intentos de acallarlos vía el aparato comunicacional al servicio de los grupos empresarios hegemónicos.

Las cantinelas tipo “los sindicalistas son todos corruptos”, o “por qué hacen paro ahora cuando apenas va un mes y no los hacían a otros gobiernos”, seguramente irán in crescendo en los días previos al 24. Pero parecen insuficientes ante lo feroz y abarcativo de los actos y propuestas de los nuevos ocupantes de la Casa Rosada, que lleva a empezar a mirar la jornada de protesta con cariño hasta quienes la despreciarían y repudiarían con fuerza en otro contexto. 

¿Primará el discurso anti sindical y gorila sobre la desesperación ante la caída de ventas y niveles de producción en propietarios de comercios y fábricas de pequeña y mediana escala? ¿Prevalecerá en las charlas de cola de supermercado aquello de que “esto es el costo que tenemos que pagar para después estar bien” sobre la falta de seriedad y solidez del elenco oficial, que se cuelan hasta en las pantallas informantes de doñas rosas pese a manipulaciones y omisiones constantes? ¿Esperanzas e ingenuidades que aún se escuchan en el barrio o el laburo serán inmunes a tantas señales que oscurecen cualquier perspectiva de futuro deseable si no se pone freno a DNU y ley ómnibus?

Por lo pronto, estos datos y sensaciones en la superficie cotidiana son fuente de la decisión de privilegiar unidad y tolerancia que cunde en torno a la convocatoria sindical. En las dirigencias hay optimismo respecto del éxito de la medida. Distinta es la percepción respecto de lo que pasa y puede pasar en ámbitos donde se toman las decisiones institucionales. Desde la Justicia hubo respuestas que se valoran positivamente aunque no alcancen para confianzas supremas. En cuanto al Congreso Nacional, en estos últimos días de buenas vibras de cara al objetivo de copar la calle el 24 se mezclaron las sospechas sobre negociaciones entre el Ejecutivo y diputados y diputadas “a convencer” para lograr mayorías en comisiones y en el recinto de la Cámara baja.

Las comisiones de la Cámara de Diputados discuten los diversos puntos de la ley ómnibus que envió el Ejecutivo

La declaración de la CGT nacional apuntando a las “reuniones dotadas de cierto oscurantismo afuera del Congreso” tuvo réplica en la conferencia de prensa del último jueves en el Concejo rosarino, donde se enfocó puntualmente hacia los diputados y diputadas nacionales por la provincia de Santa Fe. 

“Escuchamos perplejos cómo se realizan reuniones dotadas de cierto «oscurantismo» en lugares fuera del recinto del Congreso (el Hotel Savoy parece ser apto para ello) entre algunos legisladores y estudios de abogados (¿?) sin saber qué se habla, aunque sí percibimos el para qué se habla”, fue el señalamiento de los jefes cegetistas, para quienes

“tratar con ello de obtener la celeridad para tratar una ley que ha sido rechazada en casi el 80 por ciento de sus aspectos por los distintos representantes sociales que pasaron por la discusión en comisiones, suena descabellado”.

Descabellado, pero no imposible, trasuntó el comunicado, en base a esos conciliábulos y al oscuro y también a declaraciones públicas de espadas del oficialismo como el titular de la Cámara baja, Martín Menem, meneando lo de realizar una sesión un sábado con tal de apurar la cosa, aunque significara un “atropello a todo elemento republicano que se le cruce”, al decir de la CGT, que finalizó con un reclamo bien claro: “Que cada diputado y diputada haga valer los intereses de la República en pos de la salvaguarda de los derechos de la ciudadanía toda y no de los privilegios de un grupo de poder que hizo un DNU y una ley ómnibus a su exclusivo beneficio”.

El mismo reclamo se manifestó en Rosario con énfasis a cargo del titular de Sadop, Martín Lucero, quien llamó a “dejar de balconear” ante una coyuntura tan crucial. La exigencia apunta a legisladores y legisladoras pero también a sus jefes y referentes, que todavía los hay con peso suficiente para ordenar votos aunque las organicidades y coherencias no estén de moda y abunden bloques, subbloques y quintitas varias.

Los y las 19 representantes de la Invencible se integran hoy por hoy en cinco bloques distintos, entre los que las definiciones como oficialista u opositor sólo son contundentes en dos casos: el de La Libertad Avanza, que integran Rocío Bonacci, Romina Diez y Nicolás Mayoraz y no cuestiona nada de lo hecho por el Gobierno; y el de Unión por la Patria, en el que revistan Germán Martínez, Eduardo Toniolli, Magalí Mastaler, Florencia Carignano y Roberto Mirabella, y rechaza las iniciativas de plano, a tono con lo exigido por los promotores de la huelga y movilización que se vienen. 

Después están los que un poco y un poco, entre los cuales Germana Figueroa Casas, Luciano Laspina, José Núñez, Alejandro Bongiovanni, Gabriel Chumpitaz y Verónica Razzini, de la bancada del PRO, asoman como un poco bastante a favor de Milei a partir de su alianza con el macrismo. Lo mismo vale para Mario Barletta y Melina Giorgi, del bloque UCR-Unión Cívica Radical, si bien habrá qué ver si responden más al gobernador Maximiliano Pullaro o a la posición partidaria nacional, un poco menos ávida de mostrar afinidades con la Rosada que los gobernadores del mismo palo. Un poco menos de sintonía con las intentonas del oficialismo exponen Mónica Fein y Esteban Paulón, que de todos modos comparten con sectores del PRO y la UCR lo de acentuar más lo de las formas que lo de los fondos, onda “el problema es el todo o nada”; y entonces capaz que si eso cambia un poquito, metele con los pasteles nomás, aunque eso implique abonar un rumbo político y económico que perjudica a muchos y favorece a pocos.

La cautela y las ambigüedades de los “un poco y un poco” sólo podrán sostenerse unos días. Y contrastan con la firmeza de convicciones de los que convergen en las protestas, para las que es difícil pronosticar fecha de vencimiento.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 20/01/24

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